MANIFIESTO
CRIMINOGÉNICO
TRADICIONISTA
A propósito de los ataques
armados perpetrados en centros educativos el pasado Viernes 14-12-2012: Evidencia
de la perentoria necesidad de un cambio paradigmático en la Criminología, que a
su vez produzca eficaces medidas de política criminal para controlar y reducir
el fenómeno criminal.
El
pasado Viernes 14-12-2012 fuimos sorprendidos casi simultáneamente por dos
violentos eventos, y ambos relativos a ataques armados perpetrados en centros
educativos. Uno de estos, el tiroteo que
se convirtió en matanza en una escuela elemental en Newtown, Connecticut,
Estados Unidos, con saldo de veintisiete (27) víctimas fatales, veinte (20)
niños entre ellos, con edades comprendidas entre los cinco (5) y los diez (10)
años de edad; el otro, veintidós (22) niñas heridas con cuchillo a la entrada
de una escuela pública en Chenpeng, Provincia Central de Henan, en Xinyang,
China. Respecto a este segundo evento quizás no conozcamos mayores detalles,
dado que hasta en Internet la información existente es bastante exigua. Sin embargo, ambos guardan estrecha relación,
criminológicamente al menos.
En
efecto, uno y otro incidente constituyen el signo inequívoco de la existencia
de un problema latente en la estructura misma de la sociedad; ya no se trata de
determinar por qué delinquió un sujeto hasta ese entonces dócil y apacible, sin
antecedentes previos de peligrosidad, o
sí es necesario restringir o prohibir la adquisición, porte y detentación de las
armas de fuego; y no se trata ya de eso por cuanto quién hirió a las niñas en
la escuela china bajo comentario, las hirió con un arma blanca y en estado de
enajenación mental, pero no ese tipo de enajenación mental usual en nuestro
cultura occidental, sino una muy peculiar entre los pueblos asiáticos, provocada
por una especie de stress y que pudiera corresponder al denominado “Síndrome Amok”,
y que consiste en una súbita y espontánea explosión de rabia salvaje,
que hace que la persona afectada corra locamente, armada, y ataque, hiera o
mate indiscriminadamente a las personas o animales que aparezcan a su paso,
hasta que el sujeto es inmovilizado o se suicida. Por tanto, cómo podrá ser advertido, para
evitar estos incidentes criminales no bastará entonces con restringir el
tráfico de armas, o prohibirlas; más bién se debería evitar que los individuos
se frustren o mejor, procurar que los individuos se abstengan de incurrir en
actos hostiles o agresivos aún cuando estén frustrados.
Ahora bién, afirmamos que esa especie de incidente constituye signo
inequívoco de la existencia de un problema latente en la estructura misma de la
sociedad por cuanto, en principio, sólo podrían ocurrir esporádica y
excepcionalmente; no obstante, están ocurriendo frecuentemente, tanto en los
Estados Unidos, como en China; quizás en otros países la “solución” adoptada
sea otra, como el suicidio, como ocurre en Corea del Sur y en Chile, dónde las
tasas han crecido vertiginosamente; pero ambas “soluciones” corresponden al
mismo efecto: Existe un problema
estructural a nivel social, y el individuo en su impotencia para librarse de su
frustración, e impelido a resolverla por sus propios medios, libera entonces su
agresividad, dándole rienda suelta, atacando a otros, o atacándose a sí mismo.
Vivimos en sociedad bajo la presunción de formar parte de un todo
orgánico, y bajo la presunción de que ese todo orgánico qué es la sociedad nos
coadyuvará a alcanzar nuestras metas,
bajo determinadas condiciones de orden y de paz; de esta presunción nace el
Derecho, fundamentado en el Orden, la Coexistencia Pacífica y el Bien Común, y
persiguiendo el Derecho sus fines, a saber: La Integración y Conjugación
disciplinada y coordinada de las fuerzas individuales de cada quién, mediante la
Convivencia Pacífica para obtener y alcanzar el Bien Común; es así como surge
entonces la figura del Estado de Derecho, conformado a su vez por la Justicia,
el Bien Común y la Seguridad Jurídica.
De allí que toda perturbación a esa paz y a ese orden social sea punible,
por quebrantar precisamente esas condiciones cuya existencia han de serle
garantizadas a todo individuo; y de allí igualmente que todo individuo deba
ejercer y ejecutar una función específica dentro de la estructura de esa
sociedad; empero, esa estructura social, idealizada como una especie de
engranaje, dejó de funcionar eficientemente, y comenzó a funcionar torpemente.
A riesgo de resultar grosero, estimamos
que ese mal funcionamiento comenzó a hacerse patente con el surgimiento de la
materialización de los derechos igualitarios; por vía de ejemplo, hasta los
asesinos en masa gozan de Derechos Humanos, y hemos de respetárselos. En la práctica, ese mal funcionamiento es
palpable cotidianamente: Nadie se ocupa de producir, y llegará el momento en
que todos querrán ocuparse vendiendo baratijas, atendiendo mesas en
restaurantes o manejando taxis, pervirtiendo así todo el circuito económico; como
sociedad hemos rebajado nuestros referentes culturales, de doctos sabios hemos
pasado a orientarnos por las celebridades artísticas o deportivas, y de allí a
los niños y niñas; en cuanto a valores y principios morales, desterramos a Dios
de nuestras vidas y escuelas, errando ahora sin rumbo ni Norte; y en cuanto a
la Noosfera, que según Teilhard de Chardin nos debía conducir al Punto Omega, nos
permite más bién pervertirnos más que antes, transculturizándonos, alienándonos cada vez más al encerrarnos más y
más en nosotros mismos, tornándonos más frívolos y narcisistas, más egoístas y
hedonistas.
De manera pues, sí hemos de preservar la existencia de nuestras sociedades,
ahora globalizada, debemos procurar primeramente su eficaz funcionamiento; para
ello, es menester sea garantizada la existencia de esas condiciones de paz y de
orden social requerido por todo individuo para su desenvolvimiento y desarrollo
personal, y uno de los requisitos previos para evitar perturbaciones sociales
es casualmente la socialización del individuo, tanto en su hogar como en los
recintos escolares; este mecanismo quizás nos permitirá distinguir a quienes
posean características que denoten proclividad criminal, dado que el bullying
es sencillamente una faceta del mobbing, y el mobbing en sí el germen del fenómeno
criminal. Por supuesto, para que la socialización sea eficaz, se hace necesario
conocer primeramente cuál habrá de ser el contenido a ser impartido como pauta
social o cultural, y se supone entonces que habrá de ser formulado de algún
modo, para evitar así sean inculcadas pautas inaceptables socialmente tales
como, verbigracia, que obtener dinero es la máxima prioridad, dado que ese es
el objetivo tanto de narcotraficantes como el de las chicas prepago.
Concluyendo, concientizar al individuo respecto a la responsabilidad de
sus actos ha de convertirse en el paradigma de la Criminología; hasta ahora,
cada vez que alguién delinque, se le excusa por suponer que es una víctima del
Destino o de alguna anomalía somática o de lo que sea; siempre lo defienden
aduciendo que algo lo afectó en la niñez, o que la madre o la novia lo abandonó;
y por lo general, el sujeto reincide, y reincide otra vez. Esa permisividad al estilo del Dr. Spock (no
el de “Stars Trek”) ha socavado el sistema, llevándolo al lamentable estado
anómico actual. Y todavía tenemos que enfrentarnos a lo que han denominado “la nueva
normalidad”.
Finalmente, un exhorto y una invitación: En Criminología deberíamos
centrar nuestra atención en establecer qué es aquello que impediría al
individuo pasar al acto criminal; hasta ahora nos hemos ocupado en tratar de
establecer que es aquello que distingue al delincuente del no-delincuente, y
quizás ocurra que esa diferencia sea inexistente a nivel somático o bio-psíquico,
una quimera; estimamos que quizás exista en el entorno, en la cultura, en
aquello que nos transmiten, tanto de generación en generación, como por presión
social. De allí el nombre de la corriente
que hemos instaurado: “Movimiento Criminogénico Tradicionista”
JAIME VARGAS
DIRECTOR GENERAL DE
FUNDAMERCED
Venezuela, Domingo 16 de Diciembre de 2012.
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