En Kenia, una victoria para las niñas y los Derechos
By SALLY ARMSTRONG
Published: June 4, 2013
Había algo deliciosamente casual sobre el poder irse al
norte de Kenia, el 27 de mayo justo cuando el juez J.A. Makau leyó su muy
esperada decisión respecto a un caso que podría alterar la condición de las
mujeres y las niñas en Kenia, y tal vez en toda África.
Pero las luces vinieron sucesivamente. Y el
Juez de la Corte Suprema en Meru declaró: “Al no hacer cumplir las leyes
existentes para evitar la corrupción de menores, la policía ha contribuido al desarrollo
de una cultura de tolerancia para la violencia sexual generalizada contra las
niñas y la impunidad. "
Culpable.
Una extraordinaria historia de tenacidad y coraje, ingenio
y supervivencia condujo a esta victoria.
Tres años antes, 160 niñas entre las edades de 3 y 17 años
demandaron al gobierno de Kenia por no protegerlas de ser violadas. Ahora
habían hecho historia legal: A través de un recurso de inconstitucionalidad, responsabilizando
al Estado por las políticas de tratamiento de las reclamaciones por deshonra y corrupción
de menores, las chicas se aseguraron el
acceso a la justicia por sí mismas, al tiempo que obtuvieron protección legal
contra la violación, beneficiando a los 10 millones de niñas en Kenia.
Una niña es violada cada 30 minutos en Kenia. Una
de las razones es el pensamiento demente de los miles de hombres en África Subsahariana
que creen que tener sexo con una niña los curará del VIH o del SIDA.
De
hecho, la creencia es que cuanto más joven es la niña, más fuerte la cura será.
Aunque existen leyes adecuadas en el Código Penal de Kenia
para proteger a las niñas de lo que los kenianos llaman corrupción, existe una
casi total impunidad para quienes perpetran estos actos. Las
leyes no se cumplen y la práctica de la corrupción ha ido en aumento.
El noventa por ciento de las víctimas han sido violadas
por personas a quienes conocen: Padres, tíos, hermanos, vecinos, maestros,
sacerdotes. La misma gente cuyos roles es mantener a los niñas seguras.
Si la chica no se muere a causa de sus heridas, se enfrenta
a ser abandonada. Nadie quiere tener nada que
ver con una chica cuyo cuerpo fue profanado. Ellas
pierden su oportunidad de ir a la escuela. Ellas
probablemente enfermaran a causa de infecciones de transmisión sexual como el
VIH, o pueden quedar embarazadas. Su infancia ha terminado.
Ellas
permanecerán en la pobreza, bajo condiciones míseras e insalubres.
Esto dio el coraje y la tenacidad a esas 160 niñas, para
asumir que el sistema les había fallado. El 11
de octubre, cuando el caso fue a la Corte en Meru, sus Abogados marcharon manifestando
por las calles desde la vivienda donde las chicas habían estado albergadas por el
Palacio de Justicia. Las chicas querían marchar
también, pero se les dijo que su identidad debía ser protegida y que debían
permanecer en el albergue. “Nada de eso”, dijeron.
Marcharon
al lado de sus defensores cantando "Haki
yangu", las palabras kiswahili
para "Exijo mis derechos".
Entretanto, los Guardias de la Corte cerraron de golpe las
puertas apenas se acercaban las chicas. Pero éstas
traspasaron el cerco cantando aún "Haki
yangu", y luego comenzaron a
reírse de la inversión en los roles que se estaba produciendo frente a ellas.
"Mira", se decían entre ellos, llamándose unos a
otros. "¡Estos hombres que nos
hacen daño y nos hicieron sentir avergonzadas ahora tienen miedo de
nosotros!". Pronto las puertas se abrieron y las niñas y sus Abogados
entraron en la Corte.
Sin embargo, el caso comenzó realmente cuando un grupo de
Abogados provenientes de Kenia, Malawi, Ghana y Canadá se reunieron en la Facultad
de Derecho Osgoode Hall de la
Universidad de York, en Toronto, Ontario, y su discusión se volvió hacia el
alarmante aumento de la violación en Kenia.
El precedente jurídico: Mujeres canadienses que habían demandado
a su propio gobierno por no protegerlas a ellas, y habían ganado. Desde luego, las mujeres africanas les preguntaron cómo alcanzaron su
victoria, y cuando las canadienses explicaron la fuerza de un recurso de
inconstitucionalidad, las africanas decidieron entonces seguir adelante.
Esta acción fue la creación de Fiona Sampson, una
canadiense que dirige una organización llamada “El Efecto de Igualdad”, que
utiliza las normas internacionales de derechos humanos para mejorar las vidas
de las niñas y las mujeres. Ella se asoció con Mercy
Chidi, Directora de un refugio en Meru llamado “Ondas Internacionales”.
Juntas,
ellas sabían que ya era hora de hacer
frente al problema: La impunidad de los violadores y el fracaso del sistema de
justicia para condenarlos.
El viaje de estas niñas han tomado es sobre chicas que se
atreven a romper tabúes y hablar sobre asalto sexual. Se
trata de las Abogadas de dos lados del mundo que apoyan a las jóvenes en su
búsqueda de justicia. Se trata de niñas a quienes
se les dijo que no tenían ningún derecho, pero insistieron en lo que hacen.
Y
es la reacción de retroceso que las mujeres y niñas de todo el mundo han estado
esperando.
Dentro de las 48 horas de la decisión del tribunal keniano,
Fiona Sampson escuchó decir a la gente en medio de docenas de países, que también
desean cursar la misma acción. Duró siglos, pero se acabó la fiesta.
Sally Armstrong, periodista canadiense, es la autora de “Ascent
of Women: Our Turn, Our Way — A Remarkable Story of World-Wide Change.”("Subida
de la Mujer: nuestra vuelta, nuestra vía. Una historia notable del cambio a
nivel mundial.")
A version of this op-ed appeared in print on June 5, 2013, in The International Herald Tribune.
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Fuente: http://www.nytimes.com/2013/06/05/opinion/global/in-kenya-a-victory-for-girls-and-rights.html?_r=0
Traducción libre
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