Bullying: un fenómeno de exclusión | |
Por: Camilo Ramírez Garza, Miércoles 20 de noviembre de 2013
Se le utiliza preferentemente para nombrar las agresiones que tienen lugar dentro de los planteles educativos
(1ª parte)
Actualmente
se habla de Bullying, también llamado acoso escolar, incluso se
utilizan los anglicismos buleador, aquel que maltrata y agrede, física o
verbalmente a un compañero de clases; y buleado, aquel que padece,
directa o indirectamente, la agresión.
Quedando identificados los
polos: agresor y agredido; víctima y victimario. Se le utiliza
preferentemente para nombrar las agresiones que tienen lugar dentro de
los planteles educativos o en relación con los vínculos que se suscitan
en ellos, como es el caso del cyber-bullying el cual se lleva al
contexto de la inagotable e irregulable red, la internet, tomando por
objeto de burla a algún compañero, maestro o directivo, posteando una
foto o video y abriendo una ventana para comentarios.
Recientemente
la noción de bullying también se ha empleado para referirse a las
agresiones que acontecen dentro del ámbito empresarial o de cualquier
oficina, bajo la noción de mobbing o acoso laboral.
Quizás no se
llama bullying porque quienes acosan en la oficina no quieren ser
tildados de “niños que molestan a otros” ¡Por favor, somos adultos,
necesitamos nuestros propios conceptos que describan lo que agredimos
por envidia, celos o coraje! De tal forma, vemos como la noción de
bullying se ha ido transmitiendo a diversos ámbitos sociales, surgió en
la escuela pero va permeando otras estructuras de convivencia.
Podríamos
decir, de entrada, intentando abordar algo del sentido que introduce la
noción de Bullying, que éste solo existía en EUA, y que a América
latina, como al resto del mundo, ha llegado como producto de
importación.
Por lo que una de las tareas a investigar consiste
en seguir las pistas al surgimiento y transmisión de dicha noción, en
tanto elemento significante de algo que sucede en el ámbito escolar,
parte de la estrategia de lo que hemos nombrado Psicologización y
psiquiatrización del ámbito escolar, el cual “…consiste en el proceso de
codificación de lo que el niño o joven –e incluso el adulto- hacen y
dicen, de acuerdo a coordenadas de medición, diagnóstico y tratamiento
psicológico, neurológico y/o psiquiátrico.
Donde cada cosa que
acontece debe de ser codificada en términos (variables, rasgos)
presentes en un trastorno” (Ramírez-Garza, C. La psicologización y
psiquiatrización del ámbito escolar, Osorio, F. Ejercer la autoridad: un
problema de padres y maestros, Buenos Aires: Noveduc, 2009) En
México, hasta hace algunos años existían todavía, en el ámbito escolar,
las burlas, algunas jocosas y divertidas, como la carrilla, el carro,
las madreadas, la botana, los apodos, etc, hasta las bromas pesadas.
Sin embargo éstas tienden a desaparecer ante la noción única de bullying o de violencia en general.
Si
antes los alumnos buscaban defenderse de quienes los agredían, darse a
respetar mediante la reciprocidad en los insultos y golpes, formas de
integrarse al grupo, ahora tales actos son adscritos a una cierta
“psicopatología escolar” denominada conductas bullying, en donde a
“victimas” y “victimarios” se les excluye mediante esta nueva
clasificación, poniéndolos en la mira de necesitar tratamiento médico
y/o psicológico.
Quizás en unos años, a la lista de especialistas
que son consultados por recomendación de la escuela, médico psiquiatra,
psicólogo, psicoanalista, psicopedagogo, neurólogo, se añada al
genetista, en un exceso del deseo preventivo de erradicar
anticipadamente eso intolerable; transformándose así, el lugar de alumno
en paciente, y el de la escuela en pseudo-clínica de salud mental.
Dicho
pasaje puede apreciarse en el remake de una película mexicana clásica
del género de terror, dirigida originalmente por Carlos Enrique Taboada
Hasta el viento tiene miedo (México, 1967) La trama original tenía lugar
en un instituto femenino – con lo angelical e inocentemente demoniaco
que puede tener dicho lugar- dirigido por una rígida y estricta maestra.
En
el pasado una alumna se ha suicidado aventándose del campanario. En la
versión más nueva, el instituto es sustituido por un hospital
psiquiátrico, así como el lugar de la directora y alumnas, en psiquiatra
y pacientes, respectivamente.
Juntas todas, en vez de tener
clases, tienen sesiones de psicoterapia grupal. Justamente en eso se han
convertido algunas escuelas, los maestros y alumnos, en buscar la
sintomatología y referir para su curación.
Con lo cual asistimos a
la suspensión, cuando no a la desaparición total de la educación y la
docencia como las conocíamos; ahora, regida por otras lógicas, más del
lado de la industria y el hospital, que da la escuela y la docencia.
En
esa misma línea, se han producido otros excesos: el sobre diagnóstico
de Trastorno por Déficit de Atención, bajo el cual -como en cajón de
sastre (¡Desastre!) se incluyen un sinfín de problemáticas de diversa
índole, desde problemas de conducta, dificultades académicas y de
disciplina.
De tal manera que la noción de niños chiflados, mal
portados, que simplemente requieren límites en casa y escuela, ha dejado
casi de existir, para dar lugar a un solo sujeto: el alumno con TDAH,
cuando no trastorno de conducta oposicionista desafiante, depresión y
ansiedad, adicciones, entre otros. Produciéndose una verdadera “persecución psi” por el “bien” de los niños y jóvenes.
He
de señalar que el problema no radica en el diagnóstico en sí mismo,
sino en su exceso, pues en el caso de lo psíquico, los diagnósticos
constituyen lo mismo que querer medir el agua o tatuar el humo, son
formas de darle forma a algo, el problema es creer que se está
retratando la realidad, cuando más bien se le está creando.
Al
acomodar experiencias tan diversas bajo un mismo diagnóstico, la
diversidad que produce la intersubjetividad se ve aplastada en unas
pocas nociones, el caso único se pierde ante el aplastante universo
estadístico, que describe, codifica, diagnostica, y lo que es peor,
plantea un tratamiento igualmente único para el niño o el joven.
Dicho
formato es el modelo de muchas dependencias gubernamentales y privadas.
Sucede lo mismo en el caso de los asesinatos masivos en las escuelas,
eso que irrumpe cruentamente en la escuela, pareciera la única
posibilidad de hacer escuchar un clamor, algo que no llegó a ser, del
orden de lo no realizado. Pero lamentablemente no es escuchado por el exceso de diagnósticos psicopatológicos antes y después.
Con
lo cual eso que quería manifestarse, el centro del asunto, cae en el
olvido. Y todos sabemos que sucede con eso que es rechazado en el orden
simbólico -como diría Jacques Lacan- reaparece en lo real, con más
ímpetu, con más fuerza.
______
Fuente: http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=716328
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