Familiares de presos pagaban para vivir en Sabaneta
Septiembre 26, 2013 7:06 am
Que
vivir dentro de la cárcel no era tan malo o, al menos, era igual que
vivir en un barrio del oeste de la ciudad. Esa era la justificación de
Marta, una joven de 26 años, quien dijo sentirse orgullosa de vivir dos
años y dos días en el área de Penal de la Cárcel Nacional de Maracaibo
por voluntad propia. Ahora le avergüenza decir que llevó a sus dos hijos
a una condena penitenciaria por el solo motivo de que su padre era un
delincuente, publica La Verdad.
Por Juan José Faría / Maracaibo / jfarias@laverdad.com
Un día supo que podía entrar y salir cuando quisiera. Daba lo mismo:
si tenía dinero le daba 200 bolívares a un militar para entrar, y si no
tenía, solo reportaba la novedad al “gran pram”. Su palabra bastaba para
que los funcionarios de verde olivo olvidaran su rango frente al
caudillo que ya se creaba entre los muros de Sabaneta. Al llegar, Marta
debía recorrer el área de la dirección, saludaba a los empleados del
ministerio y al llegar a la puerta principal uno de los reclusos le
dejaba entrar con sus cosas.
La mujer vendía arepas y prestaba dinero con interés al 10 por
ciento. Lo que ganaba le alcanzaba para todo, porque pese a que debía
pagar el “obligaíto”, sus dos hijos iban tres veces al día al “rancho”,
un comedor que funcionaba en el área.
En el barrio Marta no tenía nada y al lado de su marido lo tenía
todo. Sus hijos no iban a la escuela, considera que ahí no aprenderán
nada interesante. Es que ellos viven bien y no hay estudios de por medio
y nadie, nadie, los va a matar dentro de Sabaneta.
Los hijos de ella tienen cuatro y seis años. Son dos varones que
dormían con ella y su padre, el recluso, en un cuarto con un tamaño
menor a dos metros cuadrados. Vivían despreocupados. La muestra es que
poco le importó el tiroteo del lunes pasado. “Yo estaba jugando cartas.
Eso era normal. No sé por qué el alboroto si siempre era lo mismo”.
Salía una vez a la semana a comprar los productos para hacer arepas.
Durante ese tiempo su marido cuidaba a los hijos. Cuando ella llegaba,
los niños eran libres y se unían en grupo para recorrer toda el área de
Penal. Exploraban las esquinas del reclusorio seguros de la vigilancia
de los hombres armados del pram.
Pero eso no le gusta a Lisbeth. Tiene un año visitando cárcel. Su
esposo le dio la orden expresa de no dejar, bajo ninguna circunstancia,
que sus hijos -una niña de seis y un niño de cuatro- tengan amistades
con el resto de los que allí viven. “Esos niños serán los próximos
delincuentes. Ven todo lo que hacen sus padres y lo imitan todo el
tiempo”. Una vez un niño le preguntó a uno de sus hijos si él había
tocado una pistola. Desde ese día dejaron de visitarlo. El hombre tiene
semanas que no les ve la cara. Lisbeth dice que así es mejor.
_______
Fuente: http://www.lapatilla.com/site/2013/09/26/familiares-de-presos-pagaban-para-vivir-en-sabaneta/
No hay comentarios :
Publicar un comentario