JAVIER CARABALLO MATACÁN
01.10.2013
Para explicar los intrincados mecanismos mentales que pueblan la mente de los psicópatas, el doctor Kevin Dutton
propone un sencillo ejercicio que sirve, está bien avisarlo desde el
principio, para desconcertarnos a todos un poco más. Veamos. Imagine una
vía del tren que se desdobla. En una de las vías hay cinco personas
atadas a los raíles y en la otra vía, sólo una, también atada. Un tren
se acerca por la primera vía. Si nadie lo remedia, el tren va a arrollar
a cinco personas. Usted puede impedirlo porque tiene en sus manos el
cambio de agujas de las vías. Si lo acciona, salvara a esas cinco
personas y el tren sólo arrollará al hombre que está atado a la segunda
vía. ¿Lo haría? ¿Cambiaría la vida de cinco personas por la de una sola?
Bien,
es de suponer que usted, como la mayoría de las personas consultadas,
ha contestado que sí, que impulsaría la palanca del cambio de agujas. De
acuerdo. Ahora piense en el mismo escenario, pero con algunas
diferencias. Hay sólo una vía de tren con cinco personas atadas a los
raíles. Esta vez, no es posible cambiar el tren de vía; esta vez, para
salvar a esas cinco personas sólo hay una salida: usted contempla la
escena desde lo alto de un puente, bajo el cual pasa el tren, y delante
de usted hay un señor gordo. Si lo empuja, y el hombre grueso cae a la
vía, el tren se frena y no arrollará a las cinco personas que están
atadas a la vía. ¿Lo haría igual, reaccionaría igual que hace un
instante? La inmensa mayoría contesta, sin embargo, que no, que en este
caso no empujaría a esa persona para que cayera al vacío desde el puente. Sin embargo, el balance sería el mismo: muere una persona para poder salvar a cinco.
¿Por
qué en un caso decimos que sí, casi sin pestañear, y en el otro nos
oponemos al instante? ¿Qué moral es esa que hace depender nuestra
decisión y nuestros escrúpulos de que tengamos que implicarnos en un
asunto directamente? En los dos casos se trata de lo mismo, sacrificamos a una persona inocente,
que no iba a morir, para evitar que el tren arrolle y mate a cinco.
Todas estas preguntas, al menos en mi caso, me llenan de desconcierto y
se complican todavía más cuando, como explica el doctor Kevin Dutton, el
mismo dilema se le plantea a un psicópata.
El experimento, de
hecho, se ha realizado, y los psicópatas, a diferencia de las personas
'normales', se comportan de una forma más homogénea: si se trata de
salvar a cinco personas, cambiarían de vía con la misma fría
determinación con la que empujarían por la barandilla del puente al
señor grueso. Asumen, en los dos casos, que alguien debe morir para que se salven los demás. Punto. ¿De verdad podemos decir que nuestra reacción, y no la del psicópata, es la más equilibrada?
Los expertos encuentran la explicación científica en la diferencia de comportamiento ante lo que llaman "dilemas morales impersonales",
aquellos que no nos afectan directamente, y ubican esas reacciones en
una zona concreta del cerebro, el "córtex orbitofrontal medial". En
cualquier caso, todo esto sólo nos sirve para llegar a otra duda mayor;
los experimentos del doctor Kevin Dutton, las distintas reacciones de
todos nosotros, las contradicciones, todo eso a lo único que nos conduce
a la pregunta que tantas veces nos planteamos: ¿qué pasa por la mente
de un psicópata para cometer un asesinato como el de la niña Asunta
Basterra?
Si no podemos explicar, siquiera, el comportamiento de seres normales, ¿cómo vamos a pretender encontrarle alguna lógica a la mente de un psicópata? Para
eso sirven los experimentos, para que renunciemos a plantearnos esa
duda que siempre será irresoluble. Es posible que sea irremediable, que
el asombro y la angustia que se genera con un crimen así, nos conduzca
inevitablemente a esas preguntas, como un lamento infinito de la maldad
del ser humano, como una letanía desolada. Pero tenemos que saber que no
tienen contestación.
De la mente de los psicópatas, que es lo que se detalla en el libro de Kevin Dutton (La sabiduría de los psicópatas),
sólo conocemos la frialdad, el cálculo, la serenidad, la planificación
meticulosa y la ausencia total de sentimiento alguno ante el sufrimiento
de los demás. Todo eso, contenido en la mente de una persona en
apariencia normal, que si tiene alguna característica visible es su
capacidad para atraer a los demás. ¿Cómo diferenciarlos, cómo prevenir
nada? En una ocasión, un veterano investigador de crímenes le preguntó a
un psiquiatra: “¿Existe alguna diferencia entre un hijo de puta y un psicópata?”. Y el psiquiatra, sin pensarlo un segundo, le contestó: “Esa es la gran duda de la psiquiatría forense…”
He recordado aquella respuesta al leer ahora que a uno de los asesinos en serie más famoso de Estados Unidos, Ted Bundy,
lo entrevistaron poco antes de ejecutarlo y despidió a sus
interlocutores con despecho: “Soy el hijo de puta más frío que se
encontrarán en la vida”.
No, no existe posibilidad alguna de
explorar la mente de un psicópata, ninguna lógica, ninguna explicación,
ningún móvil previsible. Y de nada vale esta tortura nuestra con la que
nos sacudimos cuando aparece el cadáver de una niña y las sospechas
policiales apuntan a sus propios padres. Como en el caso de Bretón, ya condenado, por el asesinato de sus dos hijos. Y antes, otros crímenes, como el de Marta del Castillo
en el que el cálculo frío, gélido, de los culpables es capaz de
burlarse de todo y de todos. O mucho antes, cuando tras el crimen de Rocío Wanninkoff se descubrió a un asesino mayor, Tony King. ¿Qué había en la mente de cada asesino? Nunca lo sabremos.
Lo que sí sabemos por todos esos casos anteriores al de Asunta Basterra
es que cualquier chapuza, cualquier precipitación, cualquier error
generado por la ansiedad de cerrar un caso, durante la investigación
policial sólo va a generar frustración mañana, y aquí se incluye también
la precipitación y el ansia de muchos medios de comunicación.
Investigación serena para evitar que, cuando un psicópata se siente ante
un tribunal, no existan más que pruebas indiciarias, y nada concluyente
sobre el móvil del crimen y las circunstancias en las que se produjo.
Investigación rigurosa, serena, contundente, discreta, profesional. Que
la sabiduría de los psicópatas nunca puede imponerse.
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Fuente: http://blogs.elconfidencial.com/espana/matacan/2013-10-01/la-sabiduria-de-los-psicopatas_35050/
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