El video de la maestra o los maestros pandilleros
Jorge Fernández Menéndez
Para Valeria, porque es una
de ellas.
El video, grabado desde un teléfono celular, dura
poco más de un minuto y medio y ha recorrido el mundo por las redes sociales.
Mientras suenan las ráfagas de AK-47 en la calle, la maestra Martha
Rivera Alanís ha pedido a los niños que se tiren al suelo del aula en
el kínder de la colonia La Estanzuela, en el sur de Monterrey. Los chavos
obedecen y se dejan caer cuerpo a tierra. La voz de su miss se escucha
por encima de las ráfagas: “No pasa nada, corazón, nada más pongan sus caritas
en el piso, preciosos, aquí no va a pasar nada, nada más no levanten la
cabeza...” Ninguno de los chavos llora, todos obedecen, afuera arrecia el
tiroteo. Martha propone un nuevo juego. “¿Vamos a cantar una
canción?” Todos aceptan y comienzan a cantar, acompañando a su miss,
“si las gotas de lluvia fueran de chocolate, me encantaría estar ahí...” ¿Quién
quiere chocolate? ¡Yo!”, contestan a coro los chavos que no saben que a unos
metros de esa aula quedaron cinco muertos, dicen que eran halcones de una de
las pandillas que asuelan la ciudad.
La tranquilidad de Martha, la
forma en que manejó la situación, la manera en que se ha expresado desde que un
amigo suyo difundió el video que ella misma había tomado con su teléfono
celular, le valió, desde un reconocimiento del gobierno del estado, hasta una
catarata de mensajes en las redes sociales. Pero creo que, por sobre todas las
cosas, Martha nos recordó lo que hacen muchos maestros todos
los días, en sus aulas, no sólo para enfrentarse a la violencia externa, sino
también a la interna, al bullying, a las amenazas y desafíos que se
viven hoy en las aulas, incluidas desde la falta de valores hasta la pobreza y
la desnutrición de sus alumnos o sus padres. Recordar a esos maestros y
maestras a las que todos alguna vez de niños recurrimos, de los que todos
alguna vez dependimos emocionalmente, también nos permite recordar la verdadera
esencia, la humanidad intrínseca, en esa profesión.
Hace unas semanas, en el programa Todo
Personal contábamos la historia de otra maestra, en Ciudad Juárez, que se
enfrentaba a un desafío completamente diferente al de Martha.
En el aula, un grupo de niños, durante la clase, entre gritos, se estaban
pasando un teléfono celular para ver unas imágenes. Cansada, les quitó el
teléfono para ver qué era lo que los entusiasmaba tanto. El video mostraba a
uno de los niños, de los jóvenes, ahí presente, matando a golpes a otro
estudiante del mismo grupo que desde hace días había dejado de ir a clases. El
jovencito había filmado su propio crimen y lo exhibía a sus compañeros. Dice la
maestra que era de la pandilla de Los Aztecas. Él mismo amenazó a la
maestra, recuperó su teléfono y ella decidió dejar esa escuela, se fue a otra.
No podía enfrentarse a esa violencia dentro de su salón de clases.
Mientras esos maestros luchan, sufren, se
exponen, otros bloquean ciudades, dejan a millones de niños sin clases,
explotan sus condiciones de líderes, para acumular poder. En Oaxaca,
anteanoche, la Sección 22 decidió, dicen, levantar el paro que ha tenido tomada
dos semanas la capital del estado y con el cual bloquearon el aeropuerto
durante días, con el que dejaron sin clases a más de un millón de alumnos, por
un pliego de peticiones que nada tenía que ver con la educación. La Sección 22
es el sindicato magisterial que menos trabaja, el que más cobra, el que tiene
más afiliados que jamás dan clase, la Sección que realiza la mayor cantidad de
movilizaciones al año, la que menos y peor enseña, la que se niega a someterse
a cualquier prueba tipo ENLACE porque no quiere que sus maestros sean
evaluados, la que ha dejado a la niñez oaxaqueña con el peor índice educativo
del país. ¿Un ejemplo? El pasado lunes decidieron levantar el paro. Regresarán
a clases hasta el próximo lunes. Quizá necesitan una semana de descanso
adicional. Por supuesto, el gobierno local pagará sus salarios íntegros, hayan
trabajado o no.
Y el mismo día que ellos levantaban el paro, pero
no volvían a trabajar, en Michoacán, su vieja aliada, la Sección 18, retomaba
la estafeta y comenzaban un paro con las mismas peticiones, las mismas formas,
el mismo resultado en el deterioro de una educación estatal que muestra los
índices más bajos del país.
Decía el poeta Jorge
Luis Borges que “no nos unía el amor, sino el espanto, será por eso,
agregaba, que la quiero tanto”. Será por eso que el ejemplo de Martha,
sin ser extraordinario, sin ser muy diferente a lo que se hace muchas veces en
muchas escuelas, nos recordó que hay otros maestros: que esos que vemos
pateando gente, bloqueando calles, embadurnando con chapopote y plumas a sus
adversarios internos, no son maestros, son simples activistas de grupos
políticos que hace años dejaron la responsabilidad, quizá jamás lo hicieron, de
educar y sacar adelante a niños y jóvenes que son el presente y el futuro de
nuestro país.
2011-06-01 00:00:00
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=&cat=&id_nota=713378
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