FEUDALISMO CARCELARIO:
Mobbing Carcelario en Sabaneta
Autor: FUNDAMERCED
Caracas, 19-09-2013
La violencia impera en las cárceles venezolanas; pero
también imperan el desorden y el caos: Constituyen una especie de universo paralelo,
algo así como la Reserva del “Mundo Feliz” de Huxley, pero mucho más cruento,
cruel y violento. Ya no se trata de un submundo en el cual se desenvuelven
penosa y miserablemente los individuos, sobreviviendo bajo terribles
condiciones infrahumanas, alimentándose de vez en cuándo con mendrugos de pan
que les son arrojados a la mugrosa mazmorra a través de una pequeñísima hendija
por dónde también se filtra la poca luz que ilumina la enmohecida celda;
tampoco se trata de un submundo formado por sufridos individuos que son
obligados día tras día a efectuar penosos trabajos, picando piedras para abrir
túneles o carreteras, vigilados por un implacable custodio que les impide hasta
enjugar el sudor que cubre sus propios rostros…no, se trata más bién de un
submundo dónde quienes delinquen viven a su propio antojo, encerrados y segregados
socialmente, pero viviendo a su libre arbitrio: Un submundo regido por las
reglas que ellos mismos se imponen a sí mismos, no ya por la Ley del Más
Fuerte, sino por la Ley del Mejor Armado; un submundo dónde carece de valor
tanto la Ley como el Estado de Derecho así como carece de valor tanto la
dignidad humana como la vida misma, toda vez que hasta la autoridad y el poder
disciplinario son ejercidos por los propios internos, en vez de ser ejercido
por el Estado.
Desconocemos cuándo comenzó esta debacle, pero estamos
seguros que existe. Sí un sujeto al delinquir es segregado socialmente, se
supone que se le segrega para resocializarlo y reinsertarlo posteriormente a la
sociedad; no tenemos pena de muerte ni cadenas perpetuas; por tanto, el sujeto
eventualmente deberá ser puesto en libertad nuevamente, y lo ideal sería que salga
resocializado para que así se abstenga de incurrir en delito. Pero desde hace mucho tiempo hemos venido
escuchando insistentemente que nuestras cárceles funcionaban más bién como una
especie de adiestramiento criminal, pues el sujeto al recobrar la libertad
mostraba mayor destreza y pericia al delinquir; ya había pasado el tiempo aquél
dónde las cárceles permitían al individuo obtener hasta una mejor cultura, al
compartir conocimientos con los compañeros de infortunio, al estilo de "La muerte de Honorio",
o "El Conde de Montecristo";
pero también pasó ya el tiempo dónde la cárcel era el coto cerrado de autoritarios
y prepotentes funcionarios que pisoteaban literalmente al infeliz que cayese
preso: Hubo un cambio de administración. Quienes abusan ahora de quién cae
preso, son otros presos.
Hobbes
afirmó que el hombre es un lobo para los propios hombres, y parece bastante
acertada. Afirmó asimismo que con anterioridad a la existencia del Estado, el
hombre vivía en constante guerra y que el respeto sólo se obtenía mediante el
temor al poder ajeno, circunstancias éstas que le infundía gran temor y miedo respecto
a su propia integridad y que le obligó a pactar para vivir en paz, cediendo
parte de su libertad a cambio de obtener seguridad de no ser atacado ni
agredido en lo sucesivo. Pero ocurre que
nuestras cárceles existen con posterioridad al propio Estado, y no obstante
ello pareciera o que son territorios extraterrestres o que fuesen anteriores en
existencia al Estado mismo, pues allí toda noción de Estado deja de existir:
Son los propios internos quienes se autogobiernan, quienes se imparten orden y
disciplina, quienes deciden quién vive y quién muere.
Empero,
sí están presos, deberían estar sujetos a la autoridad del Estado; no tanto
bajo interdicción, pero sí bajo la autoridad del Estado; sin embargo, todas las
semanas del mundo ocurren hechos sangrientos, pues semanalmente todo recluso
debe pagar contribución por mantenerse vivo, y cuyo monto es calculado en base
al uso de espacios o instalaciones, a las ganancias por venta de bienes o
prestación de servicios, a la posesión y detentación de determinados bienes o artículos,
o por la simple pertenencia a subgrupos; pero también semanalmente debe “pagar” las
deudas insolutas, sean dinerarias o de honor:
Son los llamados “Coliseos”, enfrentamientos no exentos de toda la
ferocidad y saña de los antiguos gladiadores romanos, y dónde en vez de leones
y tigres para devorar a los caídos en la arena, a veces se encargan de hacerlo
cerdos y marranos criados dentro de los muros de la propia cárcel, así como
perros. De allí la saña mostrada al desmembrar: En Sabaneta, durante la guerra
entre reclusos por el control del recinto, arrancaron el corazón y los ojos a
los vencidos; pero ya venían practicando, decapitando a sus adversarios, y desmembrándolos.
Mientras tanto, nos debatimos febrilmente por dilucidar por qué delinque
el Hombre, pregonando incansablemente que la violencia escolar es una nueva
faceta del fenómeno criminal, y tratamos de hacer entender que el mobbing es el
núcleo de todo el quid del fenómeno criminal, pero el mobbing al cual se
refiere Lorenz; en tanto que la Criminología pareciera estar interesada más en
tópicos criminalísticos, y persistir atribuyendo la etiología criminal a los
mismos factores de siempre: pobreza, maltratos sufridos durante la niñez, etc.
Sin embargo, allí, en esa arcaica y feudal violencia carcelaria, es en dónde se
encuentra el fundamento hasta de un nuevo paradigma criminológico: ¿Cuál
es la función social de la cárcel? ¿Permitir que los individuos adquieran mayor
destreza y pericia criminal? ¿Permitirles que obtengan un mejor manejo de sus
propios músculos y armas? ¿Facilitarles crear y reforzar nexos y lazos dentro
de su propia subcultura criminal? ¿Posibilitarles que aprendan el manejo de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación, para que así puedan entonces
cometer fechorías cibernéticamente, o dirigir o coordinar la comisión de
delitos fuera del recinto carcelario estando ellos allí encerrados, disfrutando
de un año sabático?
Es
evidente que la función social de segregar socialmente en recintos carcelarios
o penitenciarios es o debería ser el resocializar al individuo, para que se
readapte a las exigencias que requiere toda convivencia social, reeducándolo
para así entonces reinsertarlo socialmente, una vez rehabilitado. Por supuesto,
a éstos desideratum se contraen las directrices contenidas en las Reglas Mínimas
para el Tratamiento de los Reclusos, dictadas por la ONU, y reflejadas
fielmente en nuestra derogada Ley sobre Régimen Penitenciario de 1981.
Ahora
bién, sí los reclusos deambulan por doquier, portando armas de fuego para
proteger, defender y controlar sus correspondientes territorios dentro del
recinto carcelario, es evidente que ha
dejado de ser cumplida la ya referida función social, pues en modo alguno estarían
siendo resocializados siquiera: No otra deducción podemos extraer sí vemos a un
montón de reclusos blandiendo armas desde la azotea de una cárcel, o jugando fútbol
con la cabeza recién decapitada de algún recluso.
Del
mismo modo, sí percibimos que en esos recintos carcelarios impera el caos y el
desorden, regido por la ley del más fuerte o la “del mejor armado”, resultaría
igualmente evidente que esos reclusos se han retrotraído a épocas anteriores a
la del pacto aludido por Hobbes, convirtiendo en una especie de feudo a la cárcel:
Poseen una especie de señor feudal, con sus lugartenientes y su propio ejército
privado, exigen contribución pecuniaria a quienes “viven” dentro de su feudo cómo
equiparándolos a siervos, a la vez que llegan a acuerdos y convenios con otros
de mayor poder, cómo sería con las autoridades ministeriales o con los
militares encargados de la custodia externa, siéndoles así reconocido implícitamente
ese señorío “feudal”; prueba de nuestro aserto, los comunicados de los lideres
de esos recintos, manifestando que asegurarán la paz dentro de esos recintos
carcelarios, a la vez que celebran acuerdos con esas autoridades; del mismo modo,
también nos podría servir de prueba la absoluta impunidad gozada pese a los
innumerables asesinatos cometidos estando presos. No han sido juzgados por
estos ulteriores crímenes, ni se les ha incrementado la pena ni nada; sólo los
trasladan de una cárcel a otra, en una especie de tour.
Recapitulando, la forma ha prevalecido sobre el fondo. Sí alguién
delinque, se le excluye socialmente, segregándolo en recintos carcelarios; sin
embargo, al segregarlo, no sólo es omitida la aplicación del mecanismo de
control idóneo para resocializarlo sino que además se permite robustezca el
comportamiento socialmente inadecuado o inaceptable. Quizás la sociedad sea
criminógena, pero debido a fallas o deficiencias coyunturales, no
estructurales, qué fue la distinción no advertida por Jean Pinatel, el eximio Criminólogo
de la Escuela Clínica; y aquí la falla coyuntural sería el relajamiento del
orden y la disciplina, causadas por la permisividad derivada de una errónea
apreciación de los DD HH en cuanto a sus contenidos y fines:
Yerran
quienes propugnan que es un derecho de los reclusos dedicarse a practicar las
actividades deportivas de su preferencia, o dedicarse al hobby que más le
agrade; constituye sí un derecho de los reclusos el ser clasificados para ser agrupado
con otros reclusos de características análogas, para así ser sometido al
correspondiente tratamiento y a cuyos efectos me permito transcribir
textualmente la respectiva regla:
"El tratamiento de los
condenados a una pena o medida privativa de libertad debe tener por objeto, en
tanto que la duración de la condena lo permita,
inculcarles la voluntad de vivir conforme a la ley, mantenerse con el producto
de su trabajo, y crear en ellos la
aptitud para hacerlo. Dicho tratamiento estará encaminado a fomentar en ellos el respeto de sí mismos y desarrollar
el sentido de responsabilidad.”
Concluyendo, tenemos entonces en los
reclusos a otra subcultura pugnando por sus propias reivindicaciones, y la más
inmediata es persistir en su propia desviación, cómo reivindican igualmente
todas las otras subculturas, gracias a una especie de estupidez que carcome hasta el sentido común. Cómo quién dice, son diferentes, pero son iguales
a ti; también son humanos, y merecen reconocimiento.
Sin embargo, para nosotros, otra forma más de mobbing: MOBBING CARCELARIO.
Sin embargo, para nosotros, otra forma más de mobbing: MOBBING CARCELARIO.
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