La ceguera social ante la violencia de género
La violencia de género está tan
arraigada y naturalizada en nuestra sociedad que puede ocupar la primera
plana de periódicos, radio, televisión y redes sociales sin ser
percibida ni reconocida por los propios medios de comunicación ni la
mayoría de la gente. ¿Por qué a los medios les cuesta abordar las
noticias de crímenes machistas desde un enfoque educativo de prevención y
sensibilización?
Juan Carlos Alfaro se quitó la vida
luego de cometer un doble crimen, de una niña de 13 años y un vecino del
pueblo,. (foto: Facebook).
Graciela Atencio -- Feminicidio.net --23/10/2012
España, Madrid - El doble crimen de El Salobral, Albacete,
cometido el sábado pasado por un hombre de 39 años, un mecánico
desempleado, que mató a tiros a una niña de 13, con la que supuestamente
había tenido una relación no permitida por la familia de la víctima;
que también acabó con la vida de otro hombre con el que se cruzó en la
línea de fuego e hirió a un tercero, vestido de Rambo -uniforme militar y
cara teñida de negro- es un asesinato machista. Le dimos seguimiento a
la cobertura de la noticia en cuatro periódicos on line: El País, El
Mundo, ABC, La Razón y hasta anoche ninguno lo había considerado un
crimen machista.
Es más: en todas las noticias publicadas se resaltó una
relación trunca o prohibida entre el agresor y la niña y se destacaron
con normalidad los rasgos más peligrosos de un maltratador. se apuntó
con morbosidad la humillación a la que fue sometida la víctima por parte
del victimario y sus alardes de machismo, publicado en uno de los artículos más leídos del día en El País.
Ayer lunes por la mañana, a la hora que el padre del
agresor negociaba con la policía la entrega de su hijo, quien se había
atrincherado con sus armas de caza en una finca familiar, el ABC
titulaba en su noticia más importante de portada, declaraciones de la
madre del asesino: “Esta mujer le volvía loco”. En la noticia acusa a la
madre de la víctima a quien la considera responsable del asesinato de
su hija.
El Mundo
no se queda atrás en un titular: “Estaba deprimido por no ver a la
cría”, también declaraciones de la madre del asesino. El artículo dice:
“La historia de este extraño amor nos muestra a un hombre corriente, ‘el
más normal de los tres hermanos que vivían con los padres’, con una
familia ‘muy querida en el pueblo’, aficionado al tiro olímpico y
obsesionado con las armas”.
La Razón,
por su parte titula en su noticia de fondo: “Amor fatal con 26 años de
diferencia” y el artículo comienza así: “Casi siempre que una mujer
aparece asesinada, el móvil pasional aparece en la investigación
policial como una de las más que posibles causas del crimen. Así sucede
también en el caso de la muerte de Almudena Márquez, de 13 años. La
joven falleció el pasado sábado a manos de Juan Carlos Alfaro Aparicio,
de 39 años, en la pedanía albaceteña de El Salobral, en un crimen donde
todo apunta a un amor fatal, o mejor dicho, a un desamor fatal”.
Culpabilizar a la víctima de su propio feminicidio es
parte del imaginario patriarcal que reproducen los medios de
comunicación. También forma parte de la propaganda misógina señalar que
“ella lo volvió loco” y que la alienación de él era una consecuencia de
la negativa de ella o de su familia a continuar con la relación.
En todas las noticias se abordó sin cuestionamientos o
mayor profundidad su afición a la caza y su colección de armas: ¿cómo es
posible que con esas características psicológicas, ese hombre haya
obtenido un permiso para portar armas de fuego?
Y la pregunta de rigor, dirigida a los periódicos citados:
¿Cuándo van a incorporar un manual de estilo para el tratamiento de la
violencia de género?
Enumero algunas de las características por las que
considero a este caso un crimen machista, asesinato por violencia de
género o feminicidio íntimo (asesinato cometido por un hombre con quien
la víctima tenía o había tenido una relación o vínculo íntimo: marido,
exmarido, novio, exnovio o amante. Se incluye el supuesto del amigo que
asesina a una mujer -amiga o conocida- que rechazó entablar una relación
íntima con este):
1. Cosificación y posesividad: el hombre estaba
obsesionado con la niña y la consideraba “una cosa” que le pertenecía.
Cosificación y posesión son dos rasgos machistas típicos: el agresor que
acaba agrediendo y ultimando a su víctima no ve a una mujer-sujeto,
mujer-individuo ni toma en cuenta su libertad de elegir, su autonomía o
voluntad. Por otro lado, la posesión y posesividad reflejan su
inseguridad y la necesidad de tener bajo control a una mujer.
2. Persecución, insultos y amenazas: el victimario no se
resignaba a aceptar la relación y perseguía a la niña y a su familia.
Según la cobertura del periódico El País y por declaración de testigos,
hasta fue a buscarla a la salida de la escuela y delante de sus
compañeros la trató de “puta” y “zorra” y advirtió a la madre de la niña
que era francotirador: “Os mataré a todos para quedarme con ella”.
3. Manipulación de un pederasta: conoció a la niña cuando
ella tenía 11 años. Se comportó como un pederasta, un perverso clásico
en el patriarcado que escoge a una infante para desplegar su círculo de
dominio y seducción sin que la otra parte pueda ofrecerle mayores
resistencias en esa relación asimétrica.
4. La venganza: suele ser un elemento potenciador y
disparador del asesinato por violencia de género. ¿De quién se venga? En
este caso de la familia de la niña y de la niña misma, responde a un
deseo representado públicamente: “Ahora se van a enterar, sino es mía,
no será de nadie más”. Y lo que es peor, el mensaje dirigido a la
familia y a seres queridos de la niña: “Por no dejarme poseerla, se las
quitó para siempre porque de todas maneras es mía”.
5. Aniquilación femenina y autoaniquilación masculina:
“Tengo tanto poder sobre ti, que hasta puedo ejercer el poder último de
quitarte la vida”. Es un principio de la aniquilación machista ejercida
por el agresor. En muchos casos, como en este, la planificación forma
parte de esa decisión final y va acompañada del suicidio del victimario:
si se acaba el objeto de manipulación, posesividad, persecución,
amenazas y agresión, se termina aquello que le daba el poder de
dominación. La autoaniquilación masculina forma parte de un círculo que
se cierra, la inmolación del terrorista machista ante su último acto de
entrega a sí mismo: la propia vida solo puede acabar con violencia.
6. La cacería de la niña: el cazador y el machista
feminicida comparten rasgos similares cuando ejercen sobre otros seres
la violencia asesina: control, persecución de su presa, en un escenario
en el que llevan a cabo ese deseo con excitación y placer.
El Rambo de Albacete obtuvo su trofeo y nos lo ofreció. El
terrorismo machista busca siempre manifestarse en un contexto de
contemplación colectiva, provoca un estupor aleccionador, intenta
justificar su representación como un hecho a la vez irremediable y
normalizado, inexorable y trágico.
Este crimen patriarcal es horrendo. Pero doblemente
horrendo es que no pueda verse como un crimen machista a través de la
mirada de los medios de comunicación.
Así funciona la ceguera social ante la violencia de género.
_______
Fuente: http://www.feminicidio.net/noticias-de-asesinatos-de-mujeres-en-espana-y-america-latina/editorial-actualidad-opinion/3430-la-ceguera-social-ante-la-violencia-de-genero.html
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