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jueves, 7 de agosto de 2014

Bullying: Abordaje debe involucrar familia, escuela y comunidad











Especialistas recalcan que el tema debe ser debatido en la consulta que hace el MPPE

Abordaje del bullying debe involucrar a la familia, la escuela y la comunidad

Psicólogos, psicoterapeutas, orientadores escolares, docentes y representantes consultados por el Correo del Orinoco señalan que este tipo de violencia escolar ha existido desde siempre, aunque no en las proporciones ni con la misma frecuencia con la que se presenta actualmente

15 de Junio de 2014
Texto: Héctor Escalante
Fotos: Ángel de Jesús y María Isabel Batista


Desde casi un año, el hijo de Yolis Zorrilla ha sido acosado por siete compañeros de clases en la institución donde cursa actualmente el segundo grado de educación básica. “La situación es desesperante”, precisó la madre, quien ya ha tomado medidas para evitar que esto siga sucediendo.

Los maltratos hacia el menor han sido tanto físicos como verbales, describe: “Le clavaron un lápiz en la espalda, le patean la merienda, le quitan sus cosas, le rompen los cuadernos, se los botan, también lo rechazan y le dicen cosas feas”.

Pese a que el acoso ha sido aplicado por parte de este pequeño grupo que, de acuerdo con la apreciación de Zorrilla, funciona a modo de patrulla; “en ocasiones el salón completo ha copiado esa misma conducta”, aunque con la intervención de las maestras se ha retomado el control.

Producto de esta situación, refiere, el niño ha manifestado el deseo de no querer asistir más al colegio, y cuando falta alguno de los que lo acosan “expresa que ese ha sido el día más feliz de su vida, porque el salón ha estado en calma y ha podido trabajar en equipo sin que lo molesten”.

Fuera de la escuela, reseña, el niño no ha tenido ningún tipo de inconvenientes: “Él asiste a un club con otros niños de su edad, también vamos al parque, al campamento, vamos a la iglesia y ahí comparte con otros niños, él es muy espontáneo, pregunta mucho, pero nunca ha tenido problemas”.

Esgrime que su hijo no actúa con violencia porque “ha sido criado bajo los valores cristianos de respeto y tolerancia hacia sus semejantes”. Incluso, sostiene que el hecho de practicar kárate no ha mermado su comportamiento apacible. Actualmente el niño recibe atención psicológica y sus padres han tomado todas las medidas pertinentes para poner fin a esta situación.

Otro caso inquietante fue el reportado por Yulmi Hidalgo, quien es coordinadora de educación inicial y educación primaria en una institución del estado Miranda. Dijo que, en su función de orientadora, fue contactada por un grupo de niñas entre 12 y 13 años que, con urgencia, solicitaron su apoyo.

Estas relataron a la docente que al salir de la institución, una de sus compañeras había sido amenazada por un grupo de estudiantes del turno contrario, que la estuvieron esperando por largo rato para ofrecerle una golpiza. Según lo descrito por las estudiantes, reseña la profesora, “el conflicto responde a situaciones que siempre se dan en las escuelas, como miradas, gestos, insultos, celos por el amiguito, pero que si no son abordadas a tiempo pueden generar consecuencias”.

Hidalgo logró reunir a las dos jóvenes y con ellas estuvo reflexionando sobre la tolerancia y el respeto que debe haber entre las y los estudiantes dentro de toda institución educativa, a fin de solventar el percance que se había presentado horas antes.

Tras la conversación, reseña, “las niñas se pidieron disculpas y aparentemente todo se calmó; incluso, se fueron juntas hablando”, pero al cabo de una semana la golpiza prometida terminó cumpliéndose. “Hubo moretones, rasguños en la cara”, apuntó.

Para Hidalgo es sorprendente que esto suceda pues, la niña acosadora forma parte del grupo de promotores de paz que trabaja en la ciudad de Los Teques, al cual ella también pertenece, porque allí justamente a la estudiante le ha tocado hacer dramatizaciones y carteleras y visitar varias aulas para transmitir valores contra la violencia.

Los representantes de ambas fueron citados y como el percance se presentó fuera de la institución, el caso fue llevado al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, precisó la docente, quien además teme que causa del mismo vaya a motivarse una situación de conflicto entre las familias.

La experiencia le ha hecho pensar que situaciones como estas no se resuelven durante un primer encuentro de intercambio, por lo que las y los docentes deben hacer esforzarse para darle mayor seguimiento a estos casos.

FENÓMENO CRECIENTE
Fernando Pereira, CECODAP
Aunque en Venezuela no hay cifras que den cuenta de esta problemática, la organización Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap) atiende diariamente no menos de tres o cuatro casos en su sede de Caracas, que de inmediato son referidos a las instancias competentes. Esta semana Cecodap realizó una actividad sobre este tema que inquieta cada vez en mayor medida a maestras, maestros, familias y comunidades.

Fernando Pereira, coordinador de este organismo que promociona y defiende los derechos humanos de la niñez y adolescencia, dice que tras recorrer 19 estados del país en el año escolar que transcurre, ha podido constatar que esta es una situación se repite con mucha frecuencia tanto en instituciones públicas como privadas de esas localidades.

Esta hipótesis es confirmada por Anayancy Rodríguez, psicóloga y profesora de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), quien anecdóticamente refiere que ha sabido de varios casos de suicidio por parte de jóvenes “que no aguantaron esa situación”; de otros que han estado hospitalizados “por haber recibido fuertes golpizas” y los que reciben terapia por tener “heridas profundas” en el plano emocional.

SIEMPRE HA EXISTIDO
El fenómeno, que ha sido visibilizado desde hace aproximadamente unos 10 años, “siempre ha existido, aunque no en las proporciones ni con la misma frecuencia con la que se está presentando actualmente en todo el mundo”, agrega.

Anayancy Rodríguez, UPEL
Recordó que, en el año 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró como problema social y de ahí en adelante esto indujo a profesores universitarios e investigadores a ahondar más en el tema. Dada la complejidad del mismo, apuntaló, es necesaria la intervención, además de los docentes, de otros especialistas.

Debe haber ayuda mutua entre docentes, entre psicólogos, entre padres y entre otros especialistas que estén trabajando en el área. Es importante que se unifiquen criterios y se creen grupos, redes de padres y docentes, que puedan trabajar de manera conjunta para tener un solo discurso”, recomendó.

La especialista sostuvo que tanto las niñas y los niños como los adolescentes “requieren respuestas concluyentes y contundentes” y que además necesitan que se les impongan límites, “pero la única manera de poderlos limitar, porque ellos están aprendiendo qué es lo bueno y qué es lo malo, se da a través del modelaje que le ofrecen sus padres”.

FACTORES DE RIESGO
Según la pediatra Tamara Salmen, quien participó en el foro de Cecodap, existen factores de riesgo de origen personal, familiar y social que, de alguna forma, justifican las actuaciones agresivas en las niñas y los niños cuando ejercen el acoso escolar.

Tamara Salmen, Médico Pediatra
Especialista en Conducta y Desarrollo Infantil
Los riesgos personales, explica, tienen que ver con el tipo de temperamento, la predisposición genética o la exposición prenatal antes de nacer, vinculada al consumo de alcohol por parte de la madre durante el embarazo.

Respecto a lo familiar, añade, están propensas a practicar la violencia aquellas niñas o niños que en sus hogares reciben maltrato, son testigos de actos violentos o no reciben trato alguno.

Los factores de riesgos sociales, complementó, vienen dados por situaciones que se presentan en el plano comunitario: “Presenciar en el día a día actos de violencia en el sitio donde se vive, crea en los niños la predisposición a tener conductas violentas”. Refiere que el mismo peligro lo corren aquellos que están expuestos a los videojuegos y películas de contenido violento. 

Para la especialista en conducta y desarrollo infantil, hay otros factores que no necesariamente constituyen un riesgo porque se catalogan como patológicos. Al respecto, comentó que hay una etapa durante el crecimiento de los niños donde las conductas agresivas se toman como normales. De hecho, dice que es algo esperado y nato en todo ser humano.

Así como el niño de dos años es controlador, el niño de cuatro años es oposicionista y no tiende a ver que su conducta se tiende más agresiva, mientras que a los cinco años, el niño se vuelven tramposo, mentiroso”, explicó.

Si por naturaleza ellos desarrollan este tipo de conducta, aclara, nosotros como adultos tenemos que intervenir para hacerles ver que esta no es apropiada ni socialmente aceptada. “Con eso estamos haciendo prevención antes de que aparezcan conductas mucho más difíciles de manejar”, acentuó.

La doctora aseguró que los factores de riesgo son uniformes en todas partes del mundo. “Lo que hace que un niño tenga una conducta agresiva aquí, es lo mismo que hace que la tenga un niño en China, en Suráfrica o en cualquier otro país”, enfatizó.

IDENTIFICACIÓN ENTRE NIÑOS
Los acosadores infantiles normalmente son muy dominantes y por lo general impulsivos, que someten a sus víctimas para tener poder absoluto sobre ellas y lograr que estas les tengan miedo, resalta la experta.

Dice que no sienten mayor responsabilidad por lo que hacen, son transgresores de las normas y casi nunca tienen disponibilidad de sus padres; “es decir, que aun estando en casa, no tienen la disponibilidad emocional de esa persona que supuestamente debe ser su guía”.

Salmen asevera que entre los propios niños es fácil identificar al acosador. “Ellos detectan cuando hay un niño que se comporta como un líder negativo, que promueve la violencia, la exclusión y el mal trato, teniendo éxito, además, porque nadie interviene para frenar ese tipo de comportamiento”, asintió.

Muchas veces, añade la pediatra, los líderes negativos “son vistos con placer porque logran arrastrar a otros niños”, bien sea porque le tienen miedo y no quieren convertirse en víctimas, o porque simplemente anhelan tener ese mismo poder, y por tanto se convierten en sus seguidores.

DESCONOCIMIENTO EN EL HOGAR
Para las maestras y los maestros, la tarea de identificar al acosador o acosadora tampoco es muy dificultosa. “Cuando el maestro se da cuenta o viene algún niño a reportar que este tipo de situación se está dando, tiene a partir de ese momento la disposición para estar mucho más pendiente”.

En cambio, madres y padres no siempre se percatan cuando esto ocurre, contrasta. “A veces cuando uno los cita a la consulta, dicen no estar al tanto de ese tipo de comportamiento en sus hijos”, revela.

Aunque probablemente no lo hagan en sus casas, la doctora manifiesta estar segura de que en los hogares de las niñas y los niños acosadores haya otras personas que si lo están haciendo con ellos, por lo que luego estos buscan imitar esa conducta con algún compañero.

CONSECUENCIAS A FUTURO
La niña o el niño acosador, advierte Salmen, necesita la misma ayuda profesional que se les brinda a las víctimas de acoso, porque muchas veces ellos no reciben la atención necesaria en sus casas y el maestro en el colegio no tiene las herramientas para poderlos orientar.

“Si uno deja que esto evolucione solo, el niño que sigue siendo acosador y crece como acosador, va a ser un transgresor de las leyes, puede verse involucrado en drogas, en delincuencia”, reflexiona la doctora.

Con base en los resultados de una serie de estudios realizados por instituciones extranjeras, indicó que cuando a estos niños no se les ayuda oportunamente, a los 24 años de edad la mayoría de ellos tiene antecedentes penales.

LOS TESTIGOS
Por lo general, las víctimas de la violencia escolar y sus agresores son los únicos visibilizados cuando se aborda esta problemática, pero los espectadores, “que son más y que pueden hacer la diferencia”, terminan siendo ocultados, resalta Alejandra Sapene, psicóloga clínica infantil y de adolescentes, UCAB.

Alejandra Sapene, Psicólogo Clínico, UCAB
A juicio de la especialista, hay que lograr que los espectadores pasivos, “que no hacen nada o que de manera implícita, con su conducta, apoyan y refuerzan la conducta del agresor”, pasen a ser espectadores activos, “que sean capaces de decir o hacer algo para que esa situación se detenga, e influir sobre el acosador, apoyar a la persona acosada y atenuar la relación intensa que se da entre ambos”.

Dice que “el rol del testigo se trabaja”, por lo que no hay que esperar que este lo haga espontáneamente, ya que para el espectador es muy complicada la situación emocional que ahí se genera. “Cuando ve una situación de violencia hacia un compañero, se siente identificado, le da miedo que se la hagan a él, pero a la vez, al no hacer nada, siente queda en complicidad con el agresor”, describió.

Esa sensación de dualidad, detalla, “puede generar una inmovilización y un atrapamiento en el estudiante” que, solo dando herramientas puntuales para trabajarlos de manera sistemática desde la comunidad escolar, con la intervención de docentes, familia, personal administrativo, obrero y especialistas, puede llegar a superar.

 
VISIBILIZAR LA VIOLENCIA
Sapene asegura que, para lograr la activación del testigo, tiene que haber una reflexión permanente en el aula de clases acerca del tema del acoso. Además, las y los docentes “deben preocuparse por que sus niños se estén sintiendo bien en el colegio, dejando a un lado la rutina tediosa del día a día, de objetivo visto, objetivo logrado”.

Darle valor y visibilidad a una situación de violencia, plantea Sapene, hace que no se genere impunidad. “Esta hace que impere la ley del más fuerte, ya que por más reglas que existan, si todos se hacen los locos, se están aliando al agresor y con ello generan líderes negativos con quienes luego se unen para que no les hagan nada”, sintetizó.

Sí eso no se construye en la escuela como un discurso general, difícilmente va a poder frenarse o irse reduciendo la intensidad y la frecuencia de los episodios de acoso escolar, concluyó.

VIOLENCIA ESCOLAR Y BULLYING
Oscar Misle, director de Cecodap, asegura que la escuela es un espejo de lo que ocurre en la sociedad. “Si la intolerancia, el irrespeto y la agresión como mecanismo para resolver los conflictos se da afuera, difícilmente podemos esperar que no se dé en la escuela”, apuntó.
Dijo que se pueden hacer muchas campañas en las instituciones educativas, pero si lo que los muchachos y las muchachas escuchan fuera de ellas es descalificación, humillación y agresión, ese trabajo se pierde.

En ese sentido, señala que es importante que la gente sepa diferenciar el bullying de las otras modalidades de violencia escolar existentes. “El bullying es una forma de violencia mediante la cual un estudiante se mete con otro -a quien considera más vulnerable- de manera sistemática e intencionada para adquirir control, poder y popularidad”, describió.

Para el orientador, eso es distinto de la violencia para solucionar conflictos cotidianos: “Te metiste conmigo, te doy una patada; te me coleaste en la cantina y te insulto”. A su juicio, eso también es violencia, aunque se da de otra manera. También hay formas distintas de violencia escolar, como la exclusión y la apología al odio, que no necesariamente son para solucionar conflictos, añade.

“Todas esas manifestaciones de violencia hacen que se enrarezca el clima escolar, que no es más que la percepción que tienen los estudiantes, las familias y los docentes, y todo el personal que labora en la institución”, puntualizó.

Misle insiste en que se debe impulsar la formación los ciudadanos mediante el conocimiento de las leyes que se han creado sobre esta materia, a los fines de poder identificar los deberes, pero también los derechos que todas y todos tenemos.
Oscar Misle, CECODAP
Asegura que cuando las leyes se utilizan de manera arbitraria o discrecional, dependiendo del nivel de influencia de los implicados en el caso, “el entorno lo percibe y siente que hay privilegios que hacen que la normativa no se aplique”.

De igual forma, sostiene que “si la ley no se aplica porque no hay seguimiento, se genera una sensación de desprotección” y, al no contar con un espacio que brinde seguridad, la comunidad que lo conforma pierde el sentido de pertenencia.

Esa situación, reflexiona el psicoterapeuta, provoca una distorsión: “Para poder sobrevivir en este espacio, las personas utilizan como referente a quienes acosan o a los más violentos”. 

Además, reconoce que la impunidad impulsa a las afectadas y los afectados a retirarse de la institución, lo que deja el camino libre a los agresores para que encuentren nuevas víctimas y sigan acosándolas.

PARTICIPACIÓN CONJUNTA
De acuerdo con el especialista en atención y prevención de la violencia familiar y escolar, la comunidad educativa en pleno debe reconocer la existencia del problema cuando este se presente. “El reconocimiento pasa por la convocatoria de las partes involucradas para opinar y buscar alternativas frente a la situación”, acotó.

El abordaje de esta problemática, sostiene, no puede ser responsabilidad única de las maestras y los maestros. “Eso tiene que ser un trabajo coordinado entre toda la comunidad educativa y el rol del director es clave, para que eso se traduzca en una serie de acciones que permitan que la formación y la participación se hagan de forma continua y permanente, no reactiva”, expresó.

El docente expresa que hay que aprovechar la consulta por la calidad educativa que se está llevando a cabo en este momento, para saber por qué la violencia ha tomado más fuerza en las escuelas. De hecho, afirma que hay una proporcionalidad entre la violencia social y la violencia que se da en la escuela.

“Valdría la pena saber, a pesar de las dudas que muchas personas puedan tener al resultado final de la consulta, cómo estamos entendiendo la convivencia y cuáles son los espacios que las escuelas tienen para participar y hablar sobre estos temas”, acentuó.

En su criterio, cuando dejamos de hablar de un tema este se hace invisible, y en la medida en que se hace invisible, aumentan los riesgos, “porque todo lo que no se reconoce e identifica empieza a tomar fuerza”, y en el caso de la violencia, “se iría legitimando como una forma de relación e interacción”.

INTERACCIÓN FAMILIA-COMUNIDAD
También urge restablecer el puente familia-comunidad, porque está roto, manifestó el orientador. Al respecto, mencionó que los prejuicios que hay entre los docentes con relación a las familias y viceversa, “son muy grandes”, pero alega que eso no es al azar.

“Por lo general, cuando a los padres los llaman desde la escuela es para reclamarles por algo que hicieron sus hijos, pero nunca los llaman para preguntarle cómo los están educando, porque participan en todo o porque han demostrado ser creativos, solidarios”, fustigó.

Lo mismo sucede con madres, padres y representantes, quienes, según Misle, “la mayoría de las veces que van a la escuela es para reclamarle algo al docente, pero nunca para celebrarle una buena actitud”. El problema, lamentó, es que no hay tiempo ni espacio para llevar a cabo estas tareas en la escuela, dado que “lo curricular-académico se traga todos los espacios”.

CAMBIO DE MODELO
Señala Fernando Pereira que hoy día vivimos en una sociedad en las que las niñas, los niños y adolescentes “no aprenden solo por lo que escuchan en sus casas, o por lo que le dicen en las escuelas, sino que disponen de múltiples canales para hacerlo”.

Por tal motivo, considera que las relaciones escolares en este momento no pueden ser normadas de la misma manera. “Somos una escuela concebida en el siglo XIX, con docentes formados en el siglo XX, y no podemos formar a los chamos del siglo XXI con esos mismos parámetros”, criticó.

Estas diferencias, analizó, hacen que los jóvenes se resistan y eso provoca un choque cultural y de intereses que en buena parte es el responsable de los conflictos que se están suscitando.

Ponderó el orientador que la escuela actual valora a los estudiantes por su promedio y espera que todos actúen de la misma manera. También “fomenta la competencia y la sobrevivencia del que saca mejores notas, aunque sea poco solidario, no coopere y agreda a sus compañeros”.

Ante esta situación, estima que nuestras instituciones todavía tienen pendiente la tarea de revisarse, verse hacia adentro y detectar en qué medida sus propias normas explícitas o implícitas pueden provocar agresión y violencia entre la comunidad, así como la de aceptar con normalidad las diferencias.

“Hay que entender que ser diferente es lo normal y que la escuela tiene que ser un espacio de encuentro para los diversos, no exacerbar lo contrario. Muchos docentes, explícita o implícitamente, fomentan el rechazo a los muchachos o a las muchachas que no entran dentro del promedio, a los que no van de acuerdo sus convicciones y creencias morales y éticas”, fustigó.

Más que dar charlas sobre el bullying, que son importantes porque suministran mucha información, Pereira cree que los docentes deben ser cuidadosos con sus comportamientos, y considerar que en todo momento deben mantener el respeto entre sus colegas y hacia los estudiantes.

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Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/abordaje-bullying-debe-involucrar-a-familia-escuela-y-comunidad-2/

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