FUNDAMERCED

lunes, 24 de febrero de 2014

Pacificación en Venezuela

CRIMINOGÉNICA


PACIFICACIÓN EN VENEZUELA

Por Fundamerced


Venezuela vive inmersa en la violencia. Y no precisamente por las protestas estudiantiles; los estudiantes manifiestan públicamente desde hace apenas unos días, específicamente desde el pasado 12 de febrero, debido a actos de violencia sexual ocurridos en un claustro universitario, así como de atracos cometidos dentro de las propias aulas, y de atracos en los vehículos colectivos de transporte terrestre. No recibieron respuesta acorde a sus exigencias; en vez de ello, sus protestas se recrudecieron debido a la muerte de un muchacho que manifestaba en el centro de la ciudad de Caracas, ocurrida ese propio 12 de febrero, por lo cual llenos de ira acudieron en tropel hacia el Ministerio Público, dónde tampoco fueron atendidos; desde ese entonces, ha muerto más de una decena de estudiantes, todos en actos de protesta, abaleados en el rostro o en la cabeza, y diseminados a lo largo y ancho de toda nuestra amplia geografía nacional.  No son focos aislados, hay estudiantes manifestando por doquier.
¿Pero que exigen mediante esas protestas estudiantiles? Simple: Seguridad, para vivir sin temor a ser víctimas de delincuentes, sin que les arrebaten la vida o se la malogren durante asaltos, atracos, secuestros o violaciones; abastecimiento, para poder adquirir alimentos, medicamentos, etc., sin verse afectados por la escasez; mejor funcionamiento de los servicios públicos, en todo lo relativo a luz eléctrica, transporte, etc., para así poder tener una mejor calidad de vida. En realidad, exigen sean cumplidas aquellas condiciones de paz y orden cuya existencia garantiza todo Estado de Derecho.
Sin embargo, en vez de ser cumplida esa función para la cual existe el Estado, ofreciéndole al individuo esas condiciones de paz y de orden para que se desarrolle libremente, el gobierno procedió más bién a denunciar que se estaba en presencia de un Golpe de Estado. Desnaturalizó su función. Y repelió y reprimió esas manifestaciones como un ataque al status quo, al stablishment, como jocosamente bautizaron.
En efecto, desnaturalizó su función como Estado puesto que pretende preservar en sus cargos a quienes actualmente ejercen funciones en esos cargos así aludidos, en vez de preservar los intereses colectivos y difusos de todos los miembros de la sociedad. La función del Estado en la praxis es asegurar el abastecimiento de alimentos a la sociedad, asegurarle la prestación de servicios y asegurar la integridad física y moral de la ciudadanía; no el asegurar que una determinada persona se perpetué en un determinado cargo. De este modo, sí los estudiantes clamaban por mayor seguridad,  a objeto de no ser víctimas de atracos, no estaban exigiendo nada extraordinario. Su exigencia debió ser proveída. En otras sociedades, el funcionario habría renunciado; en la nuestra, denunció la existencia de un Golpe de Estado (y así lo declaró en cadena de radio y televisión, durante un Desfile Militar, y prosiguió sin más celebrando una conmemoración patria).
Empero, retrocedamos un poco en el tiempo. ¿Cuántas muertes cobró la delincuencia en Venezuela durante el año 2013? ¿Cuántos hechos delictivos ocurrieron en Venezuela durante el año 2013? Cuándo nuestra querida ex-Miss Venezuela Mónica Spear fue asesinada, la delincuencia ya tenía exasperado al ciudadano común. Atracos, secuestros, extorsiones, crímenes atroces: Decapitados, desmembrados, incinerados, etc.  Fue en relación a estos hechos a cuyo respecto sería implementado un plan de pacificación. 
A tales efectos altos personeros del gobierno se habían reunido con bandas hamponiles, y hasta suministraron espacios geográficos como “zonas de paz”, una especie de zonas francas. No los desarmaron, pero toleraron actuación; aún más, liberaron otros 14.000 individuos, que estaban segregados en cárceles, aduciendo retardo procesal. Tampoco los resocializaron, para que así al menos reformasen conducta y procurar impedirles delinquiesen en lo sucesivo; los reinsertaron a la sociedad, sin rehabilitarlos previamente.
Sin embargo, el problema es mucho más complejo; va más allá de la simple resocialización: ¿En que van a trabajar? ¿Dónde van a trabajar? El aparato productivo del Estado está en proceso de reseteo.
Tenemos así entonces que sí no nos agarra el chingo, nos agarra el sin nariz.  Parafraseando a Francisco de Miranda: Venezuela es como un cuero seco, lo pisas de un lado, y se alza por otro.
Pero eso sí, a los estudiantes sí los van a domar, les van a aplicar la Ley, así como a todos aquellos que osen exigir sean cumplidos sus derechos. Y serán capturados y perseguidos: Pero a los delincuentes, Discoteca y Coliseo. Así estén plenamente identificados como peligrosos asesinos, libertad.  
Nuestra percepción: No puede haber diálogo entre ambas partes; una de ellas exige sean satisfechas determinadas necesidades básicas; la otra sólo está ocupada en mantener una posición política. Carecen de un denominador común. 
De allí que vislumbremos entonces cuál pudiese ser la génesis de una especie de violencia, muy conocida históricamente: La violencia política, una variedad del mobbing. Consistiría en la imposición autoritaria tanto de una ideología política determinada, como de los efectos y consecuencias de esa ideología en particular, so pena de ser excluído socialmente, por lo menos, y que se manifestaría entre otros por el apartheid, el genocidio y la segregación social.
Desde luego, desnaturalizando las funciones del Estado, resurgiría entonces en el individuo la necesidad de defenderse por sí mismo, resurgiendo el "homo hominis lupus est" descrito por Hobbes; desafortunadamente, en una batalla entre tigres y burros, perderían indfefectiblemente los últimos; en este caso, los más débiles: Ancianos, mujeres y niños, como siempre. No resurgiría la desobediencia civil, resurgiría el caos, la lucha de todos contra todos,  y el derramamiento de sangre. Y todo gracias al egocentrismo, la agresividad, la labilidad emocional e indiferencia afectiva de quienes deben velar por los derechos colectivos y difusos de la ciudadanía en general: Evitar que los delincuentes delincan, asegurarles abastecimiento de bienes de consumo y asegurarles suministro de servicios básicos. 
Es a eso a lo que se contraen los Derechos Humanos, a que no maten a nadie a mansalva ni impunemente, y que cada quién pueda dedicarse libremente a desarrollar su propia libertad.  Nadie puede hablar de paz con el estómago vacio y con grave temor a ser asesinado en cualquier momento. Nadie puede hablar de paz sí vislumbra como futuro un infierno.
Por tanto, se ha de comenzar por el principio: Desarmar a los delincuentes, sean violentos o pacíficos; resocializar a los delincuentes, sólo así podríamos socializar a los futuros miembros de la sociedad; reducir la impunidad, imponiendo sanción tendiente a la reforma de la conducta criminal y la minimización de la peligrosidad social; y asegurarle a todo miembro de la sociedad el ejercicio de alguna función social, generando fuentes de empleo, preferiblemente en los sectores primario y secundario del circuito económico: A partir de esa base comenzaría a ser percibido el clima de paz.




Resocialización Social del Delincuente





CRIMINOGÉNICA
DE LA RESOCIALIZACIÓN SOCIAL DEL DELINCUENTE

Por FUNDAMERCED


 
Recientemente nos recordaron que la resocialización no se logra mediante palabrería, mucho menos enseñando a tocar flauta.  A quién delinque se le ha de someter a proceso de resocialización, para que internalice las pautas culturales en cuya virtud habrá de comportarse socialmente de modo aceptable. Sin embargo, fracasaremos como sociedad sí suponemos que lo resocializaremos uniformándolo y obligándolo a practicar orden cerrado, como los soldados. Empero, ¿qué es resocialización?
Para responder a esta interrogante he de recordar qué comenzamos por advertir que la violencia escolar es una faceta del fenómeno criminal; a tales efectos presentamos e inscribimos programa para atacar ese nuevo fenómeno, pero fue desestimado: Los niños, niñas y adolescentes, son niños, niñas y adolescentes; surgieron voces condenándonos al infierno, y estimando que esas pobres criaturas eran unas simples víctimas, seres manipulables y que en su respectivo futuro debíase tener en cuenta los abusos a los que habían sido sometidos, mentales, psicológicos, físicos. Siendo así, comenzamos a recolectar entonces material respecto a la violencia. Ya no se trataba del bullying, de la violencia escolar, sino del mobbing, de la violencia.   
Mientras tanto, advertimos que tanto la resocialización como la socialización son dos fases de un mismo proceso, y que ambas debían poseer idéntico sustrato: Posibilitar que el individuo interaccione socialmente de modo socialmente aceptable. Siendo así, para que el proceso de socialización fuese apto y eficiente, al sujeto debería resocializarsele sí incurría en comportamiento inaceptable socialmente. Dos fases de un mismo proceso; sí el primero fallaba, el segundo lo remendaba. Simple.
Sin embargo, en la práctica, sí alguien incurre en comportamiento socialmente indeseable, en vez de procurar su enmienda, se le protege en cuanto a sus derechos humanos: Se le dota de piscina, de wifi, la mamá le lleva frutas mientras permanezca segregado socialmente, y goza de la compañía de la mujer y la de otras amiguitas: ¿Reformará así el comportamiento qué lo condujo a la cárcel? En el caso de un estudiante, sí perturba y altera el orden social requerido para el normal desarrollo y desenvolvimiento de las actividades docentes y académicas, no se le aplica sanción alguna; ni siquiera existe algo equivalente a un régimen disciplinario estudiantil; sí incurre en violencia, irrespetando el derecho de terceros, a lo sumo avisarán del hecho a los padres y representantes de ese estudiante, quienes discrecionalmente resolverán sí recriminar el hecho o no.
Vale decir, la disciplina es inexistente, e inaplicable; en otras palabras, que el proceso de socialización carece del mecanismo apropiado para corregir comportamiento de aquellos quienes muestren y manifiesten conducta distinta a la socialmente inculcada como socialmente aceptable.

DE LA FUNCIÓN RESOCIALIZADORA DE LA PENA
 Vivimos desviviéndonos por las formas, en vez de por la esencia; suponemos erróneamente que por encarcelar a quién delinque lo reformaremos, y ocurre que a quién encarcelamos más bién le posibilitamos adquiera mayores destrezas y conocimientos para seguir delinquiendo; aún más, reforzamos su pertenencia a una subcultura criminal, comenzando por dispensarle defensa gratuita, incondicional, en aras de unos derechos humanos que ni a la víctima reconocemos; y tolerando que en vez de permanecer bajo “aislamiento celular”, agrupado conforme a categorías netamente discriminadas conforme a parámetros internacionalmente aceptados, deambule libremente y a su propio arbitrio por todas las instalaciones del recinto penal, portando consigo a su discreción potentes armas de fuego, drogas y psicotrópicos de toda especie, así como especies alcohólicas, y agrupándose a su libre antojo con quién quiera. Así sólo  reforzará su propia desadaptación social.
Así pues, la pena conservará su función punitiva y expiatoria sólo para aquél quién al ingresar a un recinto carcelario no haya pertenecido anteriormente a ninguna subcultura delincuente, pues pagará y expiará con creces el haber caído preso; de lo contrario, estará como pez en el agua, compartiendo con el resto de los compinches.
Empero, sí un sujeto es segregado socialmente por haber irrespetado el derecho de un tercero, matándolo, robándolo, extorsionándolo, etc., el Estado al menos debería velar por reeducarlo y resocializarlo, para así reducir la posibilidad incurra nuevamente en delito una vez deba liberarlo, rehabilitándolo socialmente antes de reinsertarlo nuevamente en la sociedad. Sin embargo, esta función resocializadora es inobservada.
Los árboles no nos dejan ver el bosque: Encerramos por algún tiempo a quién delinque, y al cabo de cierto lapso lo dejamos en libertad; poco importa sí modificó o no su conducta; poco importa sí agravó o no durante el encierro su proclividad criminal. Nos importan más sus supuestos derechos humanos: Que pueda comunicarse libremente; que goce de actividades recreativas y de esparcimiento; que goce de los servicios de una defensa pública gratuita; y que no permanezca más de dos años sin obtener sentencia condenatoria. De ser víctima de retardo procesal, libertad; otra vez en el ruedo, dándole rienda suelta a sus más bajos instintos.
 Sólo bajo esta absurda concepción fueron últimamente liberados unos 14 mil procesados. Por supuesto, la violencia se incrementó: Homicidios, asaltos, secuestros, extorsiones, violaciones sexuales, etc., pero lo más notable fue el incremento no de la cantidad de los hechos delictivos en sí, sino de la saña con la cual fueron cometidos esos hechos, característico del cruel envilecimiento, propio de psicópatas: Balaceras en copiosas ráfagas concentradas en una sola parte del cuerpo de los occisos, desmembramiento de las víctimas de asesinato, decapitaciones y ulterior colocación de lo cercenado en las entrañas de la víctima, extracción de órganos para portarlos como trofeos, consumo de sangre y carne humana apenas perpetrado el asesinato, conservación de carne humana para posterior consumo del propio asesino, asesinato e incineración de cadáveres, profanación de tumbas impulsados por el deseo de vejar coprofílicamente al cadáver, filmación de escenas reales de asesinatos para su ulterior distribución y venta como simples películas comerciales: El colmo.
Conclusión: Sí vivimos en sociedad es para que el Estado resocialice a aquellos cuyo comportamiento sea manifiestamente proclive al crimen, denotando peligrosidad social. De este modo, un Estado garantiza el efectivo goce de los derechos y garantías de todos aquellos quienes ajusten su comportamiento manifiesto a las pautas socioculturales requeridas para coexistir pacíficamente y convivir socialmente en paz y orden: Segrega socialmente a aquellos cuya conducta daña y perjudica al tejido social, para así impedir que perturben y alteren las condiciones de vida del resto de los miembros de la sociedad, caracterizadas por la coexistencia pacífica y la convivencia social pacífica; pero los segrega no para que reforcen su propia inadaptación o desadaptación social, sino para que la modifiquen y se ajusten en lo sucesivo a las pautas socialmente aptas para coexistir y convivir en sociedad pacíficamente.

PELIGROSIDAD SOCIAL, RESOCIALIZACIÓN SOCIAL Y SISTEMA DE JUSTICIA
Vivimos como en la época de las cavernas, en la barbarie, quizás en el feudalismo. Unos merodeando, cazando y recolectando; y otros, agazapados, para evitar ser violentados por esos modernos cazadores y recolectores que en gavillas armadas recorren a sus anchas nuestras calles y carreteras. Y pareciera ser como un experimento controlado: Próximamente, a la población se le prohibirá portar armas; acatará esa restricción la mayoría, con excepción de los delincuentes, quienes así podrán delinquir sobre seguro, a sabiendas que sus víctimas están desarmadas y sin protección. O una especie de macabro juego: Ayudemos a las pobres víctimas del sistema a que disfruten y gocen detentando dinero y poder. O una estrategia hábilmente diseñada por un enemigo de nuestra sociedad: Fomentemos la violencia y la impunidad, sólo así desarticularemos y desmantelaremos todo vestigio, arruinándola y haciéndola perecer.
Desde luego, es inexplicable que se pretenda controlar las armas imponiendo restricciones para su uso a la población: Estaba prohibido portarlas dentro de restaurantes, bancos, locales que ofrecieran espectáculos públicos, etc., pero aún así el hampa hacia caso omiso de la restricción y entraba armada a esos sitios y asaltaba a mansalva; todos los civiles estaban desarmados, por acatar la ley. En todo caso, lo lógico es que desarmen a los delincuentes, que los aprehendan y los desarmen, no que desarmen a los ciudadanos debidamente autorizados por el Estado para portar un arma; pero no, ilógicamente celebran reuniones con los denominados líderes negativos, se toman fotografías en grupo tipo “Kodak” y hasta allí: Eso sí, les piden que se pacifiquen.  Me recuerda a las viejitas alcahuetas rezando día y noche para que la oveja negra de la familia se encarrile, regañándolos luego cuando les sirven un rico desayuno a las tres de la tarde, cuando la pobre ovejita descarrilada al fin se despierta por haber llegado apenas en la mañana a su casa, tras haber estado de farra toda la noche y toda la madrugada, día tras día.  Ni que lo fajen chiquito.

Internos en un recinto penitenciario, adquiriendo y reforzando técnicas de ataque y defensa
Del mismo modo, luce totalmente inexplicable que sí alguién delinque, no se procure impedir que siga delinquiendo: Sí se le segrega en un recinto penitenciario, se le permite posea y use armamento, al extremo de llegar a accionar ametralladoras punto 50 para abrirse paso derribando paredes y eliminar a sus contrincantes, retándolos a entregarse desarmados y desnudos, para finalmente matarlos atrozmente y hasta extraerle órganos a los cadáveres para exhibirlos como trofeo. ¿Es que acaso los crímenes cometidos estando encarcelados no están tipificados como delitos, o estándolo gozan de alguna causal de inimputabilidad o de exención? 
Desde los inicios de la Criminología, el estado de peligrosidad social del sujeto implicaba la aplicación de medidas de seguridad, para así impedir persistiese dañando y perjudicando a la sociedad. Hasta el año 1997 estuvo vigente un texto legal en cuya virtud era sometido a medidas de seguridad todo aquel sujeto cuyo comportamiento manifiesto denotase proclividad criminal: Sujetos de carácter pendenciero, sujetos sin oficio ni ocupación conocida, proxenetas, rufianes, tahúres, sujetos con varios antecedentes policiales, o con antecedentes penales deambulando sin ton ni son.  Esa ley fue anulada por la ahora extinta Corte Suprema de Justicia: Era violatoria de los derechos humanos; y sí, violaba la presunción de inocencia, violaba el control de tutela por cuanto el procedimiento era aplicado por autoridades administrativas y no por autoridades del Poder Judicial, implicaba restricciones a la libertad, violaba el derecho a la defensa y, en fin, era preconstitucional pues fue promulgada con anterioridad a Nuestra Carta Magna de 1961, razón está por la cual debía entonces ajustarse a su espíritu, propósito y razón, dado que aparentemente la finalidad de ese texto legal preconstitucional era distinta a la reeducación social: Propugnaba la defensa e incolumidad de la sociedad, sometiendo a segregación a determinada clase de sujetos, pero sin reeducarlos socialmente en la práctica.
Aún así, la Fiscalía General del Ministerio Público de la época solicitó se mantuviese en vigor mientras fuese promulgado el nuevo instrumento jurídico que sustituiría la oprobiosa Ley sobre Vagos y Maleantes. Abro comillas:
“El Ministerio Público estima conveniente mantener la vigencia de la Ley impugnada, hasta tanto el Congreso de la República legisle sobre las medidas de interés social aplicable a los sujetos en estado de peligrosidad y la normativa que regirá su reeducación, para que de tal manera la materia no quede totalmente sin reglamentación alguna.  El Ministerio Público (…) solicitará del Congreso de la República la pronta discusión y análisis de los diferentes proyectos que cursan en ese órgano legislativo nacional, para obtener la sanción definitiva de uno de ellos, que sea el producto de un estudio serio y ajustado a los requerimientos de la actual sociedad venezolana, adaptado plenamente a nuestro ordenamiento constitucional.” (Cierro comillas)
Ya todos conocemos la Historia. No mucho tiempo luego juraron como Presidente de la República sobre una moribunda constitución, fue convocada una Constituyente Nacional, el Congreso Nacional fue disuelto, asumió sus funciones sustituyéndola un Congresillo Nacional y finalmente fue promulgada la Constitución Bolivariana de la República Bolivariana de Venezuela, vigente en la actualidad.  Mientras tanto, los malhechores se reprodujeron a ritmo exponencial; el Estado comenzó a perder el control de las cárceles, y en vez de chuzos comenzaron a aparecer armas de fuego en las cárceles; y bien, fueron desmanteladas innumerables cárceles y las pocas que albergan internos, ofrecen todas las comodidades para que desde allí pueda ser hasta coordinada la ejecución de acciones delictivas extramuros: Secuestro, extorsión, tráfico de armas y de drogas, asesinatos, etc. Es evidente entonces que ni resocializamos, ni aplicamos medidas de seguridad alguna en contra de aquellos que denoten peligrosidad social; del mismo modo, que tampoco tenemos control alguno de las cárceles: Se rigen autónomamente.
A quién podríamos responsabilizar de todo este desastre. Nosotros responsabilizaríamos al Poder Judicial. Fue el Poder Judicial quién torpemente eliminó la dichosa Ley de Vagos y Maleantes, sin sustituirla previamente por otro instrumento jurídico que cumpliese la función así aludida, sustituyéndola por otra que no vulnerase derechos y garantías constitucionales de aquellos a quienes les aplicase medidas de control social. Al anular esa Ley de Vagos y Maleantes, comenzó la debacle. Surgió la clase delincuente como una clase social más, legitimada de algún modo su subcultura, una subcultura de impunidad; sin embargo, al anular esa Ley de Vagos y Maleantes, vulneró los derechos y garantías de todos los miembros de la sociedad, pues los expuso al riesgo de ser atacados y perjudicados por aquellos cuya peligrosidad social dejó de ser regulada y hasta controlada por la ley así anulada.
Asimismo, los responsabilizamos igualmente por cuanto corresponde al Poder Judicial velar por la ejecución de las sentencias penales, velar por la situación de los procesados, velar por las víctimas y por la ciudadanía. Son garantes de la existencia de las condiciones de vida requeridas para coexistir pacíficamente y convivir socialmente en paz. No es el Gobierno, el Poder Ejecutivo; tampoco lo es el Poder Legislativo.
 Es el Poder Judicial quién me garantiza a mí como ciudadano que podré vivir en paz, toda vez que esa garantía viene dada en virtud del carácter coercitivo de la norma penal. Por supuesto, sí en vez de velar por los derechos y garantías constitucionales de la ciudadanía muestran mayor interés por las estadísticas para así preservar el cargo y sus prebendas, las ínfulas podrán mantenerlas y hacerlas crecer pomposamente liberando delincuentes a sabiendas retornaran tras cometer otro delito apenas queden libres. Justificarán así la necesidad de la existencia del cargo, más no justificarán en modo alguno eficiencia ni inidoneidad en la ejecución de la función social que le ha sido encomendada por la sociedad: Impedir que quién delinca, siga delinquiendo.
Concluiríamos afirmando es de capital importancia legislar respecto a las medidas de defensa social, reeducando a quién delinque, resocializándolo. Nuestro destino como sociedad pareciera depender de autómatas, seres sin iniciativa, borregos. Y estando ya al borde del precipicio, es propicio reaccionar,  resolviendo este enojoso dilema: Los derechos humanos de todos los miembros de toda una sociedad no pueden ser relegados para que prevalezcan el de aquellos que delinquen y denotan peligrosidad social. Es necesario que quienes delincan u observen proclividad criminal sean segregados, y sometidos a resocialización.

ACCIÓN CRIMINOGÉNICA: BASE PARA FORMULACIÓN DE UNA POLÍTICA CRIMINAL CRIMINOGENICIDA
Carlos Marx afirmó que sí no existían delincuentes, no podría haber sistema de justicia, con jueces, agentes del orden público y demás. Nosotros afirmaríamos que dado que existen, la Justicia debería ser administrada entonces las 24 horas de los 365 días del año, pues el hampa ni descansa ni da tregua. Justicia ininterrumpida debería ser el lema, el “hashtag”.
Propongámonos un pequeño ejercicio, a modo de estudio de caso: El libre tránsito; pero no ese  etéreo “libre tránsito” al cual se refieren los textos constitucionales, sino ese “tránsito” más prosaico y pedestre al cual todos estamos habituados a ejercer cotidianamente: Salir de nuestro hogar para dirigirnos a nuestro sitio de trabajo, estudio, esparcimiento, adquisición de víveres, o para visitar familiares o allegados, acudir a servicios religiosos, efectuar diligencias, etc.; en fin, deambular, caminar, andar por doquier, independientemente de la hora del día, o de la zona o sector recorrido, e independientemente sí vamos como peatones, viandantes, conduciendo un vehículo o transportándonos en colectivos; por supuesto, regresar o retornar a nuestros respectivos hogares. Sería sandez suponer que jamás seremos víctimas del hampa, pero agobiarnos por saber que en cualquier momento nos atacarán sería igualmente sandez sí no obligamos al Estado a que proteja nuestra integridad física de los desmanes del hampa. A eso es a lo que nos referimos por libre tránsito: Transitar por las calles, caminar, pasear, andar por la calle; trasladarnos en vehículo de un sitio a otro, a la hora que sea, independientemente de la distancia a ser recorrida.
Sin embargo, sí la excepción fuese ser víctima del hampa, esa excepción se convirtió en regla: Es casi seguro ser atracado, asaltado, extorsionado, sea dónde sea, en la acera, en la calzada, a la salida del Banco, comiendo en el restaurante, vacacionando en una posada, viendo hacia arriba dentro de una iglesia, viajando en un bus o colectivo, viajando en moto, viajando en automóvil o coche
Y tratándose del libre tránsito, no podría entenderse que la policía cese en funciones al ocaso de cada día, para descansar, pues el hampa no descansa; tampoco podría entenderse que el Ministerio Público cese en sus funciones al atardecer, dado que sí afirman que son únicos e indivisibles, deberían ser omniscientes y omnipresentes también, las 24 horas de los 365 días del año. El hampa no cesa en sus funciones; no deberían cesar tampoco quienes tienen el deber de combatirla, y perseguirla.
¿Qué queremos decir? Queremos decir que sí alguien conduce por cualquier vía, a la hora que sea, debería estar resguardada siempre por las fuerzas de seguridad del Estado, y en caso de sufrir algún percance ser auxiliada por estas mismas fuerzas de seguridad: Ello supone existencia de óptimas condiciones de seguridad en las calles,  carreteras y autopistas, auxilio vial las 24 horas del día, etc.  Supongamos que a un conductor le obstaculicen el paso, y que obstaculizándoselo lo asalten y lo maten: ¿Para qué vive en sociedad? ¿Cuál es el objeto de vivir en una “sociedad”?
Supongamos igualmente que un conductor sea víctima de la confabulación de quienes viven al borde de las carreteras y de aquellos encargados de prestar auxilio o asistencia en esas carreteras: Al “gruero” lo llamará no la víctima, sino quién lanzó el obstáculo a la vía; supongamos igualmente que la víctima no tiene dinero para pagarle  al “gruero”, o qué al “gruero” se le antoje cobrar no en metálico sino en “especie”, o qué al “gruero” se le ocurra extorsionar o aprovecharse de la víctima…¿Dónde está la policía? ¿Quién hace Justicia? ¿Quién lleva un control de quienes se accidentan en las vías, y quién hace seguimiento a cómo dejan de estar accidentados esas víctimas? ¿El “gruero”? ¿Y quién es el “gruero”? Posiblemente sea pariente de aquél quién arrojó el obstáculo a la vía, o estén confabulados para provocar accidentes y aprovecharse de las víctimas, robándolos y extorsionándolos en medio del descampado, en plena autopista, en plena carretera, a los ojos de otros conductores que pasan rauda y velozmente sin detenerse siquiera a cerciorarse acerca del percance ocurrido.
Y sí atracan un vehículo, tras conducirlo a un paraje remoto y poco transitado: ¿Dónde está la policía? Y sí lo atracan en plena vía, con otros vehículos transitando por la vía, ¿Porqué no se aparece la policía a cerciorarse del por qué ese vehículo está detenido en plena vía?
Estamos acostumbrados a vivir según las formas: Fulanito es Juez; prencejo es Fiscal del Ministerio Público; zutanito es militar, o policía.  Ninguno de ellos cumple las funciones asignadas a su rol. Todos ellos salen despavoridos de sus escritorios apenas culmina su respectiva jornada laboral. Todos están pendientes únicamente de sus salarios, y de sus respectivas prebendas. ¿Quién de todos ellos está pendiente del “Estado” como ente? Ninguno ¿Quién de todos ellos está pendiente de que nadie sea atracado impunemente? Ninguno ¿Quién de todos ellos está pendiente de que nadie sea vulnerado impunemente en sus derechos y garantías constitucionales? Ninguno, sólo están pendientes del sueldo y los cesta tickets.
Entonces, vivimos la forma, más no la esencia. Estamos en el mundo no para vender papas ni empanadas, pero eso hacemos; deberíamos trascender, pero vendemos chucherías para subsistir; deberíamos elevar nuestra condición humana, pero incurrimos en perversiones y hasta en el crimen; deberíamos centrar nuestra atención en las estrellas y en el firmamento para así elevar nuestro espíritu, pero andamos pendiente del quehacer de nuestros vecinos y allegados, para chismear.   
Carretera, a oscuras. En una de éstas, sin iluminación, fue asesinada Mónica Spear.
Disgregamos de nuevo. Concluyamos. Para combatir el crimen será menester formular programa tendiente a afrontarlo en todas y cada una de las circunstancias en las cuales sea menester, estableciendo el correspondiente protocolo de actuación, por ejemplo: En las vías terrestres; discriminando sí son vías rápidas, o carreteras; sí son urbanas, extraurbanas o intraurbanas; discriminar sí existen o no centros poblados aledaños a esas vías, y su característica, invasiones, poblados estables, etc.; discriminar cantidad de puestos de control de seguridad existentes en esa vía, así como los de auxilio vial, incluyendo “grueros”; y, por supuesto, discriminar cuáles son las condiciones de visibilidad y de circulación de la vía en cuestión. Se pretende efectuar diagnóstico respecto a  la seguridad del usuario de la vía; no de sí la inseguridad es responsabilidad de un régimen o de otro; tampoco se pretende responsabilizar a nadie sí ocurre algún percance en esa vía.  Ese diagnóstico servirá para efectuar los correspondientes correctivos que se ameriten: Alumbrado  pleno de la vía, óptima señalización vial, creación y dotación de  puestos de control y de asistencia vial, etc. Por supuesto, alguien habrá de controlar todo este sistema, y nadie mejor que los propios tribunales, quienes deberán “trabajar” las 24 horas del día. Justicia ininterrumpida.
Mutandis mutandi, para combatir el crimen en otras áreas, habrán de ser formulados los correspondientes programas y protocolos de actuación.  Evidentemente, la anterior conclusión sólo sería válida en un Estado de Derecho.


sábado, 1 de febrero de 2014

La agresividad en los niños. Necesidad de controlarla en función de la convivencia social








Mi hijo...pega, muerde y mucho más!

Lunes, 24 de Octubre de 2011





LO QUE EMPIEZA SIENDO UN JUEGO INOCENTE: Un pequeña historia: la niña Maria está jugando en el suelo, Cuando su mamá se agacha para sentarse a su lado la pequeña le agarra un mechón de pelo y tira con fuerza... No es la primera vez que hace algo así. A veces, cuando está en sus brazos, Maria le pega en la cara o le muerde los hombros. Y en cierta ocasión hasta le hizo un arañazo en el cuello. Su mamá es paciente y comprensiva, soporta impasible todas las agresiones, aunque le asaltan muchas dudas cada vez que su hija le hace daño. ¿Es normal que sea tan agresiva? ¿Debería comportarme con ella de otro modo?

Adecuando los términos según la edad: “El concepto de agresividad, tal como lo entendemos nosotros los adultos, no se puede aplicar a los niños pequeños. La agresividad supone una intención de dañar al otro y eso no existe a esta edad”,

Pegar y tirar del pelo son comportamientos normales que se dan con bastante frecuencia y que no se deben interpretar como un auténtico “ataque” a la madre, sino más bien como una manera de llamar su atención y, sobretodo, como una incitación al juego. “El niño espera ver la reacción del adulto, provoca la situación para ser espectador: “pego a mamá y observo”, explica la especialista.

Quieren provocarnos y lo consiguen: Curiosamente, son los propios padres los que suelen incitar este juego, a veces casi sin darse cuenta. Poco a poco los pequeños van adquiriendo un mayor control sobre el divertimento y terminan manejando la situación.

El primer día que Maria J. dio un tirón de pelo a su mamá, ésta se tapó la cara con las manos y simuló que se largaba a llorar desconsolada. A los pocos segundos se descubrió el rostro y sonrió a su hija. A la niña le divirtió mucho la actuación. Desde entonces, provoca a su mamá constantemente. En cuanto tiene ocasión vuelve a tirarle el pelo y se queda quieta, mirando, expectante, con los ojos muy abiertos.

Un juego al que hay que poner fin: “En la repetición el niño consigue un goce, un placer. Pero estos juegos tienen que terminar ya que no conducen a nada”. Cuando las agresiones dejan de ser una excepción y se convierten en actos recurrentes y molestos (los tirones de pelo suelen ser especialmente dolorosos), hay que dejar de ser permisivos.

“Si el chico tira permanentemente del pelo, debemos decirle “Basta ya!”. Por una parte, porque todas las cosas tienen un límite. Por otra, porque también debe probar otros juegos. Al frenarlo, se propicia la posibilidad de que investigue en otros caminos, de que pruebe y progrese”.

Para evitar que continúe pegando y tirando del pelo, su mamá no tiene que darle demasiados porqués. El exceso de explicaciones puede denotar que el adulto busca una justificación porque se siente culpable al tener que decir “no”. “Los límites son necesarios y existen normas que no tienen explicación”, puntualiza. A menudo es suficiente con un mensaje simple, directo y escueto, como por ejemplo, “Eso duele”, “No es divertido” o “Me hace mucho daño”.

Es importante ser consecuentes: En un primer momento, a Maria J. puede sorprenderle el inesperado cambio de actitud de su madre. Durante un tiempo, es posible que intente provocarla una y otra vez, tanteando los límites, tratando de comprobar si la prohibición rige de verdad. Por eso, para que entienda bien el mensaje – “Ya no voy a tolerar más que me tires del pelo ni que me pegues”*, es imprescindible que la madre se mantenga firme.

A los chicos no los confunde que los padres les pongan límites ni que lo hagan de repente, pero sí que vacilen en su postura y, por encima de todo, que prohíban o consientan dependiendo de sus estados de ánimo (“Ayer mamá estaba de buen humor y el juego le gustaba, hoy está enojada y le molesta”).

Si una vez que los padres ponen límites, el niño persiste en su actitud, ¿a qué se debe? En opinión de muchos, el hecho de que un chico pegue o tire del pelo a la madre no es, en principio, alarmante. Sin embargo, “cuando ese comportamiento se intensifica y llama la atención por su repetición, es señal de que el niño tiene una sobreexcitación”.


El niño es espejo de la casa: Las agresiones infantiles constantes son actos de descarga. Habría que preguntarse entonces qué es lo que motiva que el niño esté tan alterado. Generalmente, el origen de ese nerviosismo está en el entorno en el que vive el pequeño. “En el niño no hay nada patológico, lo patológico es la situación que vive el pequeño”. Y existen muchas situaciones que pueden generar en él sobreexcitación, desde un ambiente familiar tenso o una vida desordenada y sin horarios.

Morder, una llamada de atención: También debemos hablar de sobreexcitación cuando un niño araña y, sobre todo, cuando muerde. “Morder es el caso más llamativo. Es algo excepcional y, de entrada, es una manifestación que siempre hay que tener en cuenta”. Hay dos situaciones típicas en las que el niño recurre a los mordiscos. Cuando muerde a la madre por amor (pensemos en la expresión que usamos los adultos para manifestar cariño a los niños: “te comería a besos”) y también cuando muerde a un hermanito porque está celoso de él (simbólicamente, lo muerde porque quisiera tragárselo y hacerlo desaparecer).

Lo llamativo no es que el chico ame a su madre o que esté celoso de su hermano, sino su forma de expresarlo. Todos los niños sienten cariño hacia sus padres, pero no todos muerden. “Hay muchas maneras de manifestar ese amor o esos celos, y cabe preguntarse por qué elige ésa.. Cuando un niño pequeño muerde, es señal de que está sobreexcitado”.

Mucho más importante que proponerse eliminar el hábito de morder es solucionar esa tensión que vive el pequeño (si hace falta, con la ayuda de un especialista).

Al hacerse más grandes, pierden interés: Pasará un tiempo hasta que M.J deje de “martirizar” a su madre. Afortunadamente, hacia los tres años, el hábito de pegar suele desaparecer porque los niños se concentran en otras actividades. Por ejemplo, se entretienen imitando a papá y mamá., y muestran más interés en relacionarse con otros chicos.

Mientras, hay que tener calma y mucha paciencia, ya que se trata de algo pasajero. La etapa evolutiva que atraviesan ahora (algunos autores la denominan “los terribles dos años”) es sumamente delicada. A esta edad se enfurecen con facilidad y, como su vocabulario es aún muy limitado, a veces tiene que recurrir a las manos para descargar su rabia.

Cómo reaccionar a sus ataques: No pasa nada si alguna vez el niño pega o tira del pelo a su madre. Si deja de ser ocasional y pasa a ser una conducta cotidiana, hay que tomar medidas:

1.- La madre debe ponerse seria y decir “¡Basta! Eso duele”, cuando su hijo le haga daño.

2.- Si insiste, debe apartarlo enseguida de su lado (si fuera preciso, deberá abandonar la habitación conducir al niño a su cuarto).

3.- La madre tiene que ser consecuente y repetir los pasos anteriores cada vez que el pequeño vuelva a agredirla.

4.- Cuando el chico está enojado o furioso, es mejor esperar a que se haya calmado. Si está nervioso, debe tratar de apaciguarlo. Si llora, necesita consuelo.

Después de unos minutos, y una vez que el niño se haya tranquilizado, es conveniente hacer las paces, por ejemplo, invitándolo a leer juntos un cuento. “Pegar está mal, pero te he perdonado.”

¿Y si el niño no quiere parar? Si el chico pega a todas horas o empieza también a morder, hay que cambiar de estrategia.

Analicemos fríamente la situación. ¿Qué motivos tiene el niño para actuar así? ¿Por qué está tan nervioso? ¿Hay algún problema familiar que lo pueda estar afectando?

Reflexionemos también sobre nuestros malos comportamientos: ¿Solemos recurrir a la cachetada cuando se porta mal? ¿Le pegamos en la boca cuando muerde? ¿Le damos en la mano cuando pega? Si es así, no le estamos dando un buen ejemplo.

Cuando los ataques son insistentes y no se vislumbran los motivos, no está de más solicitar la opinión de un psicólogo de niños.

Por qué hay que frenar al niño que golpea. Y por qué se debe hacer cuanto antes.

Hay muchas razones por las que no debemos seguir tolerando sus agresiones. Entre otras:

1.- Porque, con el tiempo, estas actitudes pueden terminar convirtiéndose en una mala costumbre, difícil de erradicar.

2.- Porque, desde pequeños, los chicos deben aprender a respetar una regla básica imprescindible para la buena convivencia: NO HACER DAÑO A LOS DEMÁS.

3.- Porque, si el chico puede pegar en casa, también lo hará fuera de ella. Y eso será un obstáculo en su relación con otros niños de su edad (el grupo suele rechazar y dejar a un lado al que pega).

4.- Porque los niños necesitan límites a los que atenerse. Cuando nadie se los impone de pequeños, es difícil que aprendan a soportar las frustraciones y que los demás los contraríen.


AUTOR: Dr. Pedro Barreda  

________

FUENTE:   http://mundofili.blogspot.com/2011/10/mi-hijo-pega-muerde-y-mucho-mas.html