En
nuestro tiempo es común hablar, sobre todo entre los adolescentes, del
‘bullying’, término inglés que traducido al español significa
‘intimidación’. En su acepción más concreta, implica el acoso que se
produce al interior de la escuela por parte de un estudiante contra otro
estudiante, o de un grupo de estudiantes contra un determinado
estudiante.
Desde la óptica de las relaciones
humanas, se trata de un estado competitivo interpersonal, de uno contra
uno, o de unos contra uno, en el que se dejan ver los factores del
revanchismo, resentimiento y discriminación, que a la luz de la
psicología social son producto del aprendizaje primario, dado en los
hogares, y que maduran hasta convertirse en afecciones de la niñez o de
la adolescencia, con expresiones conductuales de signo negativo.
Entre
esas expresiones se apuntan las distorsiones sociales, que
malinterpretan lo que cada individuo es, como miembro de una familia, de
una generación, de una clase social, económica o intelectual. Tales
distorsiones impiden el desarrollo de los valores que configuran la
sociabilidad. Aflora el acoso y de este se pasa a la agresión, que puede
generar frustración, dolor, desesperanza y hasta el suicidio de los
estudiantes afectados.
El ‘bullying’ por
consiguiente entraña una serie de insultos, humillaciones, ataques
físicos, que lesionan psicológica y materialmente a las personas, con un
sentido de intencionalidad para ultrajar y causar daño. Es el típico
ejercicio del poder, por medio del cual un ser humano destruye a otro
ser humano. Frente a casos de esta naturaleza, los consejos de
familiares o de amigos en poco o nada inciden. Es necesaria la inmediata
participación del profesional en psicología, a la que debe sumarse el
apoyo de la familia, con el fin de ‘salvar’ a la víctima del ‘bullying’ e
impedir -por ejemplo- el suicidio.
En definitiva, ninguna agresión
es aceptable, además no podemos justificarla ni siquiera por la edad de
los niños y adolescentes que la generan, ni por las condiciones en las
que se dan. El ‘bullying’ no es un juego y su práctica deja secuelas de
carácter físico y psicológico, que en muchas ocasiones no pueden ser
superadas, NO LO PERMITAMOS. La información adecuada, y los mecanismos
de afrontamiento ante los problemas, deben ser concebidos por los
padres, maestros e integrantes familiares para establecer un referente
de actitud hacia los niños y jóvenes, y garantizarles protección,
frente a este trastorno de carácter social. Además, conviene atender
debidamente el accionar de los menores y exigir a las instituciones
educativas y a los organismos de control social incluir en los planes de
seguridad ciudadana y estudiantil, estrategias para combatir el
‘bullying’. Lo más importante en estos casos es afrontar la realidad y
el conflicto en el momento adecuado.
“No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”
Mahatma Gandhi
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