Ayotzinapa: Cuna de la conciencia social y moral mexicana
Fundamerced
Caracas, Venezuela. 26-11-2014
Ayotzinapa somos todos. Ya me canse #43x43 from FUNDAMERCED on Vimeo.
La masacre de Iguala despertó en México
el ansía de Justicia. Años y años sometida por las atrocidades del crimen,
agravadas por la impunidad, la desaparición de 43 estudiantes normalistas arrancó
desde sus mismas entrañas un doloroso grito que la hizo exclamar: “Ya me
cansé.”
Agobiada por el crimen, las
instituciones mexicanas parecieran haber sido permeadas, penetradas y
corrompidas por los criminales, hasta por el narcotráfico; existen, las
instituciones están allí, pero entre el burocratismo, la desidia, la apatía y
la colusión con criminales, las instituciones se limitan a lo meramente formal
al ejercer sus correspondientes funciones, sin resolver el fondo; actúan
hipócritamente, aparentando actuar, sin hacer nada; en el peor de los casos, actúan
desviando su poder, o abusando. Pero México ya esta harta: Esta harta de la
impunidad, de la corrupción, de los crímenes que a diario son cometidos.
Hace años, un antropólogo
norteamericano realizó un estudio de campo en México, y resultó impactante:
Refería que existe una cultura de la pobreza, y que ésta cultura no implica
necesariamente el empobrecimiento en sí mismo considerado, sino a la percepción
que tiene el sujeto de sí mismo: Un sentido de marginalidad, de exclusión, de
abandono, de no pertenecer a nada.
Este antropólogo, Oscar Lewis, plasmó sus investigaciones en su
obra “Antropología de la Pobreza” (FCE, 1961), un notable y concienzudo estudio
etnográfico respecto a la pobreza en México; posteriormente escribió “Los hijos
de Sánchez”, dónde retrata con mayor lujo de detalles las penurias que acarrea
la pobreza; y fue ésta obra en la cual se basó Hollywood para hacer un film, “The
Children of Sanchez”, dirigida por Hall Bartlett y estelarizada por los
mexicanos Anthony Quinn, Dolores del Río y Katty Jurado, así como por la
venezolana Lupita Ferrer; su banda sonora, de Chuck Mangione, ganó un Grammy,
al igual que
la canción “Feel so good”, magistralmente interpretada con un fliscorno, un instrumento semejante a una trompeta, y que lo catapultó a la fama mundial; es a éste soundtrack al cual pertenece la canción “Los Hijos de Sánchez”, que hemos empleado como fondo musical para nuestro video, presentado en este mismo post, y que antecede estas líneas.
la canción “Feel so good”, magistralmente interpretada con un fliscorno, un instrumento semejante a una trompeta, y que lo catapultó a la fama mundial; es a éste soundtrack al cual pertenece la canción “Los Hijos de Sánchez”, que hemos empleado como fondo musical para nuestro video, presentado en este mismo post, y que antecede estas líneas.
En “Los hijos de Sánchez”, Oscar Lewis
se vale de las ahora denominadas historias de vida como un método cualitativo
etnográfico, y nos presenta la realidad desde la perspectiva de aquellos a
quienes entrevista en su investigación; y nos ofrece así cinco biografías, las
de cinco miembros de una misma familia, tras haber registrado sus voces
mediante grabadora, “transmitiéndonos de sí mismos lo suficiente para que nos
sea permitido ver sus vidas desde adentro y para permitirnos enterarnos de sus
posibilidades y talentos desperdiciados.”
La pertinencia de estas obras radican
en haber plasmado mediante datos científicos cómo se interrelacionan entre sí
la cultura y la personalidad, conforme se interrelacionan éstas en la vida
real, pues los datos recogidos versan sobre la cultura material, la vida
económica, las relaciones sociales, el sentimiento religioso y, en fin, las
relaciones interpersonales entre los distintos miembros del grupo bajo estudio.
Por supuesto, los datos se refieren a un intervalo histórico específico, pero
aún así nos permite utilizarlos para efectuar comparaciones interculturales:
Son retratos de la vida en México, entre los miembros de familias de
determinados estratos sociales; y nos presenta cómo se van modificando las
normas culturales, cómo se modifican las pautas culturales; pero, mucho más
importante que todas estas cuestiones, las descripciones etnográficas de Lewis
nos permiten inferir igualmente que la pobreza en sí no es factor criminógeno,
pues la pobreza material no implica
necesariamente proclividad al crimen. Implica sí antagonismos de clase, graves
problemas sociales y necesidades de cambio para resolver esos problemas, pero
no implica en modo alguno qué por ser pobre se habrá de convertir en
delincuente; ese es un cliché, un
prejuicio.
Y para establecer la pertinencia de la
obra de Lewis sobre el incidente criminal que provocó los ataques y la ulterior
desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, nosotros
podríamos invocar numerosas razones pero la más evidente es que se deja de
formar parte de la cultura de la pobreza cuando se adquiere conciencia de
clase, cuando se adquiere el conocimiento y la visión y la ideología para
advertir las semejanzas entre sus problemas y los de sus pares en otras partes
geográficas, cuando se deja de ser mentalmente un marginal y se deja de
subsistir con miras sólo en el presente y dentro del propio entorno social y se
comienza a vivir para vivir hacia el futuro, trascendiéndose a sí mismo. Es por
ello que, a nuestro entender, Ayotzinapa es la cuna de la conciencia moral
mexicana: Los estudiantes normalistas protestan no por protestar; se rebelan no
por rebeldía; protestan y se rebelan como modo de enfrentarse a las
circunstancias que los mantienen sometidos a paupérrimas condiciones de vida
tanto a ellos mismos como a una buena parte del pueblo mexicano, pero
canalizando la fuerza y energía de su protesta y rebeldía adquiriendo destrezas
y conocimientos, así como formándose moralmente a sí mismos, para luego
inculcar en otros esa necesidad de alcanzar mejores niveles de vida mediante el
esfuerzo honesto del trabajo diario: Son maestros, son docentes de aula.
Una razón menos evidente respecto a la
obra en referencia es qué los jóvenes normalistas desaparecidos, en vez de
haber ingresado a la escuela normalista, pudieron haber ingresado al mundo
criminal, incrementando así aún más el número de delincuentes: Habrían vivido y
subsistido en un efímero presente, llenos quizás sus bolsillos con riquezas mal
habidas, pero arriesgándose día tras día para lucrarse ilícitamente para así
obtener dinero con el cual sufragar su propia subsistencia material.
De haber sido así, de haber ingresado
al mundo criminal, se habrían cumplido las previsiones estipuladas por diversas
teorías criminológicas, todas ellas indicando proclividad criminal cuándo sé es
pobre, o el individuo está inserto en un entorno caracterizado por el
predominio de las subculturas criminales, o caracterizado por conflictos
culturales o, simplemente, por la discrepancia entre las expectativas
individuales de alcanzar mayor prosperidad material y las posibilidades de alcanzarlas,
generadoras de una presión que lo impulsaría a satisfacerlas por vías ilícitas
y vituperables: Pareciera que el actual México es como la Chicago del gánster Al
Capone, la Chicago de la década de los veinte del pasado siglo XX, con sus grotescos
asesinatos, el crimen imperando por doquier y los funcionarios públicos
cobrando nómina a los criminales, quienes gobernaban por mampuesto, y casí toda
la población dedicadas a aupar al crimen; empero, los estudiantes normalistas optaron
por prepararse, para conducir a su pueblo por las sendas del bien,
inculcándoles desde las aulas pautas culturales cónsonas con la recta coexistencia
social.
Así pues, dado que los estudiantes
normalistas rurales mexicanos no optan por la vida fácil del crimen, sino por
la fatigosa de conducir a otros por las sendas del bien, inculcándoles desde
las aulas pautas culturales que les permitan desarrollarse y desenvolverse bajo
los principios de la honestidad, la rectitud y el respeto al derecho ajeno, no
nos quedaría más sino expresar:
¡Estos son los héroes a quienes hemos
de erigir en modelo de conducta…! ¡…Los
normalistas rurales mexicanos han de ser erigidos en dechados de virtud, en
patrones de conducta…!
Para Oscar Lewis, el obtener bienes
materiales no implica dejar de ser pobre, así como tampoco implica apartar de
sí la cultura de la pobreza; aún más, para el citado autor, la mera posesión de
bienes materiales no implica que se haya dejado de ser pobre, y lo ejemplifica
con casos verídicos en su obra.
Ahondemos más sobre esta cuestión: Desde
la época misma cuándo fue escrita la obra en alusión, a finales de la década de
los ’50 del siglo pasado, hace poco más de 50 años, se hizo notar que la
pobreza persiste, pues pese al progreso y al aparente incremento de bienestar
social, la desigual distribución de la riqueza provocó aún en esas épocas
grandes movimientos migratorios hacia los Estados Unidos de Norteamérica:
Braceros o agricultores temporales, así como “espaldas-mojadas” y otros
inmigrantes ilegales, que preferían arriesgarse a atravesar la frontera, para
ganar mayor sustento y obtener mejor calidad de vida. La economía mexicana no
podía proporcionar trabajo a toda su gente. Y esta era la perspectiva para el año
1961, cuándo fue publicado en versión castellana el libro de Lewis: “Five
Families, Mexican Case Studies in the Culture of Poverty”.
Ahora bién… ¿Qué dijo Jesús Sánchez, el
personaje principal de “Los Hijos de Sánchez"? ¿Qué dijo de memorable?: “En los treinta años que llevo en Ciudad de
México, la vida de los pobres ha cambiado muy poco.”
En su época, el trabajo de Lewis fue
ampliamente criticado tanto en círculos académicos por razones metodológicas,
así como por el propio gobierno mexicano, por razones de orden política, quién lo tildó de calumnioso y obsceno. Pero
en sí, desde aquella época: ¿cambió la vida de los pobres en México? ¿Mejoró acaso
su nivel y calidad de vida? Es más: ¿Cómo es la vida de los pobres en México en
la actualidad?
Por lo tanto, sería burdo acusar a los
estudiantes normalistas de revoltosos sin más, o de izquierdistas, o de
comunistas; etiquetándolos,
estigmatizándolos socialmente.
Los estudiantes normalistas rurales
mexicanos provienen de los estratos socioeconómicos más bajos de la sociedad mexicana,
saben lo qué es pasar hambre, penurias…y estas mismas deficiencias las viven
cuándo se están formando en las escuelas normalistas: ¿Han visto cómo viven
durante su formación?
Quisiéremos proseguir, pero esto es un
blog. Nos duele lo ocurrido con los estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
evidente caso de violencia política. Invito a los criminólogos a estudiar
concienzudamente el caso, aún apartándose de las reglas APA: Esto es la realidad, no es literatura,
ni ficción, ni “crimificción”, cómo alguien denominó. Demostremos que la
ciencia puede aportar una solución práctica, aplicable en la realidad, y que
solucione los problemas y cuestiones planteados.
Ayotzinapa,
cuna de la conciencia social
Los estudiantes de la escuela
normalista de Ayotzinapa querían viajar a la Ciudad de México, para asistir a las
manifestaciones conmemorativas de la Masacre de Tlatelolco, ocurrida el 2 de
Octubre de 1968, en la llamada Plaza de las Tres Culturas, reprimida por
fuerzas policiales y militares, con fuego de
ametralladoras, y un saldo de muertes incierto, que fluctúa entre los 60
y los 1.500 muertos, según sea la fuente, y que en su época causó gran
indignación y repudio a nivel mundial, pese a coincidir con la celebración de
las Olimpiadas ’68 en el propio México: Las manifestaciones estaban inspiradas
en el mismo espíritu del Mayo Francés, provocada
por la irrupción de la generación nacida en la postrimería de la segunda
postguerra mundial, por no compartir ni tolerar los valores de la generación
que le antecedió, rebelándose, protestando a nivel de calle, pero a nivel
mundial: La primavera de Praga, la revolución hippie y su Festival de Woodstock,
así como los movimientos de emancipación feministas, de la gente de color, de
los gays, de los movimientos ecologistas y pro-ambientalistas, etc. Todos
guardaron como signo común el aupar un cambio social y generacional, reflejado
y repotenciado en los movimientos culturales, literarios y hasta académicos; de
aquella época es el movimiento de la antipsiquiatría de David Cooper y Ronald
D. Laing, pero también la permisividad pregonada por el
Dr. Benjamin Spock en la crianza de los niños, el descontrustivismo de Derrida, la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire, la teología de la liberación de Leonardo Boff, el nihilismo de Sartre, el pensamiento complejo de Edgard Morin, el realismo fantástico de Louis Pauwels y Jacques Bergier y, por supuesto, todo ello enmarcado por la Cortina de Hierro, la Guerra Fría y las andanzas del Che Guevara por el Congo y las selvas bolivianas.
Dr. Benjamin Spock en la crianza de los niños, el descontrustivismo de Derrida, la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire, la teología de la liberación de Leonardo Boff, el nihilismo de Sartre, el pensamiento complejo de Edgard Morin, el realismo fantástico de Louis Pauwels y Jacques Bergier y, por supuesto, todo ello enmarcado por la Cortina de Hierro, la Guerra Fría y las andanzas del Che Guevara por el Congo y las selvas bolivianas.
Ahora
bién, por carecer de dinero para sufragar sus gastos, los estudiantes normalistas
de Ayotzinapa estaban en Iguala ese fatídico y trágico día 26 de octubre,
recolectando fondos, pidiéndole dinero a los transeúntes.
Según testimonios de los estudiantes
sobrevivientes a los hechos de ese día, el grupo fue objeto de dos ataques, uno
a las 21:30 y el otro a las 23:00 horas. Ambos fueron perpetrados por
funcionarios de la policía local, quienes dispararon en contra de los
estudiantes, falleciendo 6 personas producto de esos ataques, aparte de los
heridos; a saber, un estudiante de la escuela normalista en el primer ataque; y
otros dos estudiantes normalistas en el segundo ataque, más el chófer de un
autobús, una transeúnte y un atleta del equipo de fútbol de Chilpancingo. En
ambos ataques, fueron detenidos policialmente muchos de los estudiantes: Desde
los inicios, fue reportada la desaparición de 57 estudiantes normalistas,
atacados y secuestrados por los policías de Iguala; está cifra disminuyó, al
aparecer 14 de los estudiantes, quedando finalmente el saldo en 43 estudiantes
desaparecidos.
Coincidencialmente, el día de los
hechos, ese fatídico y trágico 26 de septiembre, la esposa del Alcalde de
Iguala presentaría en un evento especial su memoria y cuenta como directora
local del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF);
pretendía suceder a su esposo en el
cargo de Alcalde, y entre
ambos pretendían sucederse indefinidamente uno al otro, alternándose sucesivamente en el cargo. Sin embargo, a poca distancia del sitio dónde se celebraría ese evento, se encontraban apostados los estudiantes normalistas de Ayotzinapa.
ambos pretendían sucederse indefinidamente uno al otro, alternándose sucesivamente en el cargo. Sin embargo, a poca distancia del sitio dónde se celebraría ese evento, se encontraban apostados los estudiantes normalistas de Ayotzinapa.
Allá, los estudiantes normalistas están
etiquetados como revoltosos, izquierdistas, revolucionarios; los de Ayotzinapa,
aún más: Es conocida como semillero de guerrilleros, luchadores sociales y disidentes.
Se autoproclaman como la “cuna de la conciencia social”.
Y esta fama los condujo a la muerte. El
12 de diciembre de 2011, un enfrentamiento con la policía de Chilpancingo,
capital de Guerrero, dejó un saldo de dos estudiantes muertos. Es conocido como el “Conflicto de
Chilpancingo”:
Los estudiantes normalistas exigían del
gobierno la reparación de las instalaciones de la escuela normalista, el
aumento de los recursos asignados para el propio sustento de los estudiantes
así como la garantía de existencia de puestos de trabajo en el sector público
para todos los egresados de las escuelas normalistas. Sus peticiones no fueron
escuchadas ni cumplidas, y los responsables de esas muertes tampoco fueron
castigados penalmente.
De modo pues, ese 26 de septiembre,
deseosos de asistir a las manifestaciones conmemorativas de la Masacre de
Tlatelolco a ser realizadas el 2 de Octubre, optaron por recolectar fondos
pidiendo dinero en las calles de Iguala, coto del Cartel de narcotraficantes “Guerreros
Unidos”, coludido con el Alcalde y su esposa, familiar directo de miembros de
otro cartel de narcos…lo demás es harto conocido.
Tenemos así entonces que la
desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa no podría explicarse
afirmando meramente que son unos revoltosos izquierdistas; en nuestra opinión,
el incidente criminal es mucho más complejo y profundo. Por allí llegue a
escuchar que sí seguían cavando, encontrarían hasta el cadáver de Jimmy Hoffa,
cuya desaparición está asociada a la Mafia, en la época del presidente Richard
Nixon…jocoso, tétrico, pero no muy inverosímil: Buscando a los 43 estudiantes
desaparecidos, han sido halladas un sin número de fosas clandestinas,
conteniendo igualmente un sin número de cadáveres.
No nos queda más que reafirmar lo ya
expresado: Ayotzinapa es cuna de la conciencia social y moral mexicana; quienes se
dedican a formarse como normalistas en esas escuelas rurales lo hacen para servir a quienes cómo ellos están
sumidos en precarias condiciones de existencia, y lo hacen por luchar por un
ideal, no por afán de figurar en la política ni en la farándula, carecen de ansias de poder, sólo tienen corazón para servir a quienes como ellos están contra el suelo. Debemos erigirlos como un dechado de virtud, en vez de estigmatizarlos
socialmente y perseguirlos criminalmente.