La hora de la Resistencia
El ciclo de protestas que comenzó en febrero no tiene precedentes en Venezuela y se perfila como un movimiento social de alcance nacional. Las formas de expresar el descontento frente al gobierno se han diversificado y multiplicado bajo las premisas de la no violencia y la creatividad
El 31 de marzo al mediodía estaban terminando de confeccionar
el pendón de diez metros con el cual rebautizaron la plaza Alfredo
Sadel como “Plaza de la Resistencia”. No eran más de 10 y parecían unos
niños dibujando en el suelo, en medio de un campamento que, 3 días
después de la toma del lugar, sumaba 14 carpas.
Marco
Guillén, un flaco de 17 años de edad, explicó el sentido de la
ocupación: “Yo no soy estudiante, yo trabajo en un matadero de gallinas
en Mérida. Me puse en contacto con unos panas de Carabobo y Zulia y nos
vinimos para acá, a luchar contra la dictadura. Vamos a resistir, y
resistir significa mantenernos firmes en la protesta hasta recuperar la
democracia en Venezuela”
El manifiesto suscrito por los
líderes estudiantiles Abzara Gómez (UPEL), Eusebio Costa (Ucsar) y
Sairam Rivas (UCV) está ubicado cerca de los mástiles que distinguen la
plaza y tiene el respaldo de cientos de firmas: “Llamamos a nuestros
compañeros y al pueblo a convertir esta plaza en el centro del debate,
organización, expresión y participación. Que vengan todos los que
quieren un cambio para la libertad en Venezuela”.
Gómez tiene
26 años de edad, estudia Educación Especial y está dispuesta a alejarse
de su familia todo el tiempo que sea necesario. Identifica la
resistencia como un objetivo en sí mismo: “Necesitamos una protesta 24
por 24. Que las plazas sean los lugares de encuentro y la reflexión
permanente.
La solidaridad que hemos recibido es inmensa. Ayer dos niñas de quinto y sexto grado vinieron a cantarnos una canción”.
Los dirigentes estudiantiles aseguran que han logrado un pacto de no agresión con la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana. Están apostados al otro lado de la avenida principal de Las Mercedes, en otra carpa, la más grande del lugar. “Esto es absolutamente pacífico y así se los hemos hecho entender. La convivencia con ellos ha sido armoniosa. Hasta hemos intercambiado agua y comida”, asevera Abzara Gómez.
Estrategia
En
casi dos meses de protestas el ímpetu de algunas manifestaciones
ocurridas durante las primeras semanas se ha ido transformando en
formatos más incluyentes y menos volátiles, que surgen con la velocidad
de la sorpresa en distintas zonas de las ciudades, incluso en los
sectores populares donde salir a la calle tiene un costo más alto.
2.177
detenciones, 1.764 expedientes abiertos y 39 muertos, así como la
militarización de los lugares más conflictivos, ha obligado a muchos de
los manifestantes que insisten en no abandonar la protesta a reinventar
las formas de hacer llegar sus mensajes. Una idea, asociada a la
capacidad orgánica de aguante pero también a la tensión entre dos
fuerzas opuestas, se repite cada vez con más frecuencia: resistencia
pacífica.
El concepto estratégico ha tenido referencias
emblemáticas con el movimiento del sindicato polaco Solidaridad, en
1981; la “campaña del poder popular” en Filipinas, en 1986; la
“revolución del terciopelo” en Checoslovaquia, en 1989; la “campaña del
desafío” en Suráfrica, en 1990; y la cruzada serbia para derrocar a
Slobodan Milosevic en 2000. También tuvo expresiones en casos más
recientes como los de Egipto, Ucrania y Siria. En todas quedó demostrada
la eficiencia de llegar sistemáticamente hasta la raya de la
confrontación sin cruzarla para detener la opresión de los gobiernos y
lograr las reivindicaciones comunes acordadas por los ciudadanos como
objetivos de lucha.
Mikel las Heras, director de la
organización no gubernamental Conflictove, percibe que la ola de
protestas que comenzó en febrero se ha ido afinando: “La protesta
creativa emerge para desmarcarse de la violencia. Cada vez más, se es
consciente de que la protesta, como forma de resistencia, tiene que ser
inclusiva. Los hechos van demostrando que la guarimba que desmoviliza
no tiene sentido, pero sí la que está animada por la gente en la calle”.
La
protesta pacífica se ha multiplicado y diversificado en formas y
proporciones. Además de marchas, concentraciones y cacerolazos, la
molestia se ha expresado con volanteo en varias ciudades, partidas de
dominó en la plaza Brión de Chacaíto para hablar sobre el país con los
transeúntes convertidos en jugadores, un sancocho de leña frente a una
distribuidora de gas para denunciar la escasez del combustible,
volanteos en el Metro, el "recalentazo" de los carros accidentados en
plena vía, llegadas imprevistas a instituciones públicas de estudiantes
que se organizan en susurros e intervención de las estatuas con
burbujas que las ponen a repetir consignas opositoras.
Conflictove
y el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social han establecido
que 98% de las protestas en Venezuela son pacíficas y que la violencia
del otro 2%, en la mayoría de los casos, surge después de la
intervención de los cuerpos de seguridad del Estado. Las Heras recuerda
que en 2013 hubo 4.410 protestas, y 5.843 el año anterior. Las
principales razones para salir a la calle fueron demandas laborales y de
vivienda. La protesta política, excepto en abril de 2013, no fue una
porción significativa. Hoy, sin embargo, 74% de los venezolanos
considera que el país está mal y 55% que el gobierno de Maduro ya no es
democrático, según la más reciente encuesta del IVAD.
El
sociólogo considera que ahora la motivación es mayoritariamente política
y, de este modo, la protesta se ha convertido en resistencia. Sin
embargo, advierte que la resistencia implica claridad de objetivos, y en
la actual coyuntura son muy diversos dependiendo de los actores que
protestan. Hay quienes repiten la consigna “Maduro, vete ya” y otros que
están más enfocados en metas intermedias, como el cese de la represión,
el desarme de los colectivos oficialistas, la liberación de los presos
políticos o la recuperación de la independencia de los órganos del Poder
Público.
Punto de inflexión
El cese
de la represión fue, precisamente, lo que impulsó a los vecinos de
Chacao a oponerse a la militarización del municipio. El gesto de
irreverencia de los manifestantes, la mayoría mujeres, que encararon a
los piquetes de la Guardia Nacional Bolivariana el 17 de marzo en la
noche en la plaza Francia de Altamira fue un punto de inflexión en el
proceso de maduración de la protesta que tiende a resistencia civil.
La historiadora Margarita López Maya, que desde mediados de los años ochenta se ha dedicado a estudiar las modalidades de participación popular, considera que lo que ocurrió en Altamira corresponde a la llamada protesta confrontacional, las que se acercan a la desobediencia y producen inquietud en la autoridad: “La gente no tuvo miedo y se confrontó con los GNB. Se estaba a tirito de que hubiera violencia, pero no la hubo. Ello produce una gran sensación de solidez de los actores que están en la calle. Las grandes marchas y concentraciones implican mucha organización, mientras que las protestas confrontacionales son más efectivas y requieren menos recursos”.
La historiadora Margarita López Maya, que desde mediados de los años ochenta se ha dedicado a estudiar las modalidades de participación popular, considera que lo que ocurrió en Altamira corresponde a la llamada protesta confrontacional, las que se acercan a la desobediencia y producen inquietud en la autoridad: “La gente no tuvo miedo y se confrontó con los GNB. Se estaba a tirito de que hubiera violencia, pero no la hubo. Ello produce una gran sensación de solidez de los actores que están en la calle. Las grandes marchas y concentraciones implican mucha organización, mientras que las protestas confrontacionales son más efectivas y requieren menos recursos”.
La historiadora
destaca particularidades de la coyuntura: “Lo nuevo e interesante es que
este ciclo de protestas ha sido continuado, masivo y con demandas muy
claras. En general, los ciclos terminan en represión o consecución de
las demandas. El presente ha sido tan largo y sostenido que no tiene
precedentes en la historia reciente de Venezuela. Ha pasado a
convertirse en un verdadero movimiento social. Se están dibujando
demandas políticas concretas. Por el cierre de los espacios
institucionales, la gente tiene que tomar la calle”.
La
perseverancia ha marcado la diferencia con protestas de años anteriores.
El mismo día en que Chacao fue militarizado, un grupo de mujeres inició
un novenario para detener la violencia en la plaza Francia. El último
día de oración, a 20 metros de la manifestación religiosa, los
estudiantes de Medicina de la UCV recibían una clase muy particular del
profesor Raimundo Cafruni sobre la atención que requiere un paciente
politraumatizado. La primera diapositiva de la presentación era la
imagen y el pensamiento de Platón: “El precio de desentenderse de la
política es el ser gobernado por los peores hombres”. Las siguientes se
referían a ejemplos concretos de los excesos en la represión durante las
últimas semanas: los impactos de perdigones que le causaron la muerte a
Geraldine Moreno, el desangramiento por el cual falleció Jesús Acosta,
entre otros casos.
Cafruni se permitió algo de humor:
“Tienen apenas dos minutos para hacer la evaluación del paciente y es
imprescindible auscultar su respuesta ocular, neurológica y oral. Pueden
preguntarle dónde nació. Si les dice que fue en El Valle, luego en
Candelaria y luego en Valle Abajo, tienen que tomar nota de la
incoherencia, porque, finalmente, el hombre pudo haber nacido en
Colombia”.
Un municipio, dos visiones. El forcejeo entre
manifestantes y la GNB, entre piedras y lacrimógenas, se asentó. La
protesta violenta de Altamira Sur ya no tiene la misma fuerza que a
principios de febrero, pero persisten algunas escaramuzas, como las que
ocurrieron el 2 de abril en la noche, luego de las manifestaciones
contra la destitución de la diputada María Corina Machado.
El
enfrentamiento entre un reducido grupo de manifestantes y la GNB
alcanzó el campamento instalado desde el 23 de marzo frente a la sede
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Más de 200
personas agrupadas en Jóvenes Venezolanos permanecen en el lugar día y
noche con el objetivo de que una comisión de la ONU visite Venezuela y
verifique las violaciones de los derechos humanos.
“Los más
radicales que están en la plaza Francia empezaron a guerrear con la
Guardia. Los persiguieron hasta acá. Nosotros comenzamos a cantar el
himno y a rezar el Padre Nuestro, pero los militares dispararon,
entraron en las carpas y se llevaron detenidos a 13 de los nuestros.
Parte de nuestros esfuerzos ha sido mantenernos alejados de los
violentos”, afirmó José Gregorio Fadoul, un abogado de 24 años que se
identificó como representante del campamento. Los campistas provienen de
14 estados y ocupan las aceras y dos de los tres canales de la avenida
Francisco de Miranda en sentido oeste; dejan uno abierto para evitar el
colapso del tránsito.
Como Las Heras, López Maya rechaza la
satanización de la guarimba, aunque muchos fiscales y jueces la
equiparen con el delito de obstrucción de vía pública: “Aunque implica
una tensión entre el derecho a protestar y el derecho al libre tránsito,
el bloqueo de vías se utiliza muchísimo en América Latina.
Los indígenas bolivianos se lo hacen a cada rato a Evo Morales y en Argentina los llaman ‘cortes de vías ’”.
El
embotellamiento del tránsito implica ganancias y pérdidas: 65% rechaza
los cierres de vías, determinó Datanalisis a finales de febrero. Los
vecinos de las barricadas se quejan en las redes sociales de que la
táctica los encierra en sus propias calles. Sin embargo, guarimbas que
son desmontadas por las fuerzas de seguridad son montadas de nuevo por
los manifestantes. Desde el gobierno se busca descalificar a todos los
que están protestando con el término “guarimberos”.
¿Refinamiento o domesticación?
El
8 de marzo “El Grito Silente” llegó a la Plaza de los Museos a pesar de
que el gobierno ha convertido el municipio Libertador en coto vedado
para la protesta opositora. Un grupo de 50 personas decidió protestar en
completo silencio por los 24.763 venezolanos que murieron a manos del
hampa en 2013 y los más de 2.481 homicidios que han ocurrido en lo que
va de año.
No hacía falta hablar, sino vestir de negro y
llevar un cartel con el nombre de la víctima a la que cada quien daría
cuerpo. A través de las redes sociales –instrumento que ha ayudado al
engranaje de las iniciativas y a visibilizarlas en un contexto en el que
los medios radioeléctricos no las transmiten– un grupo de jóvenes
egresados de la Universidad Católica Andrés Bello asignan a los
interesados el nombre de la persona asesinada.
Un contingente
de 10 GNB con equipos antimotines se apostó en el lugar. Parecían no
entender lo que ocurría y se fueron a los pocos minutos. En la entrada
del parque Los Caobos dos mujeres discutían. “Ellos no se deben ir,
ellos tienen derecho a estar aquí, nos están matando”. Otra –vendedora
de dulces– replicaba: “Que se vayan, aquí somos chavistas, gente de
paz”. Pero los participantes permanecían en silencio. “¡Qué viva,
Chávez!”, gritó la trabajadora, y otra mujer que salía del parque le
respondió: “Chávez está muerto, igual que él (señalando el cartel) y
ella (apuntando otro), a mí todos los muertos me duelen igual”. La
candela se había encendido en el silencio.
El historiador
Elías Pino Iturrieta está convencido de que la resistencia civil,
pacífica o no violenta constituye un “refinamiento” de la protesta, que,
en su opinión, no tuvo lugar antes del ascenso del chavismo al poder:
“La resistencia existe cuando una sociedad se mira en el espejo y se
repugna. En el siglo XX no la hubo en estos términos. Durante la
dictadura de Pérez Jiménez la sociedad venezolana no se mira en el
espejo, sino solo los adecos y los comunistas. La resistencia en ese
período se reduce al murmullo en las casas de familia. Eso no es
resistencia, sino miedo o indiferencia. Desde el año 1958 hasta Chávez
nadie había retado a la sociedad venezolana colectivamente. Ahora sí.
Toda la sociedad se siente agredida y comienza a reaccionar”.
La
articulación de las protestas que se han desarrollado en forma
simultánea en todo el país es el reto de la resistencia: “La Junta
Patriótica Estudiantil y Popular es solo parte de la maduración de un
movimiento que se comienza a amalgamar desde lo sociopolítico. Los
líderes de los partidos de oposición también están tratando de
domesticar la protesta para convertirla en una propuesta democrática que
enamore a la mayoría de la población”, indica López Maya.
“Antes,
AD y Copei escogían hasta los integrantes de las juntas directivas de
los clubes y se iba a un mitin porque se era adeco o copeyano; los
partidos tradicionales ahogaron el civismo. Ahora no hay partidos
fuertes y la alevosía del chavismo nos empujó a ser ciudadanos. La
resistencia tiene etapas que no pueden calcularse de antemano. Puede
conducir a negociaciones y no necesariamente a un cambio de gobierno. El
riesgo es no tener certeza de la proximidad de la meta. Cando no
encuentras quién te guíe, cada quien hace historia desde su estatura”,
agrega Pino Iturrieta. Como los vecinos de Los Palos Grandes que todas
las noches, desde hace dos semanas, pasean una inmensa bandera nacional
por las calles de la urbanización; como los habitantes del barrio La
Bombilla de Petare que trancaron el distribuidor Metropolitano de la
autopista Francisco Fajardo por falta de agua; como los residente de
Santa Fe Norte y de Las Minitas que coincidieron en un trancazo contra
el gobierno, en la autopista del Este.
Es posible, por
ejemplo, ver a dos mujeres que caminan juntas por Colinas de Bello Monte
con pequeños carteles con mensajes escritos a mano sobre hojas de papel
bond. La estudiante, de 21 años de edad, exhibe una pregunta
provocadora: “¿Le decimos dictadura o todavía no?”. La contadora, 17
años mayor, interpela a los transeúntes: “Ser indiferente no resolverá
tus problemas. ¡Únete!”. Sacan esas diminutas pancartas cuando van al
trabajo o la universidad, o cuando regresan de ellos. Parece que no
hicieran nada mientras caminan, pero la verdad es que los gestos de
simpatía son palpables, tanto como la tensión de quienes se sienten
cuestionados. “Nos han insultado, pero seguimos adelante porque es una
manera pacífica de protestar”, dice la más joven.
La
psicóloga social María Teresa Urreiztieta, especialista en movimientos
sociales, considera que la protesta es el lugar de la ciudadanía y no de
los héroes.
“En este momento los anhelos democráticos no
corresponden a una lucha heroica, según la cual los estudiantes van a
estar en la vanguardia, sobreexpuestos a la violencia. Esa visión épica
es perversa. Lo que se impone es consolidar una ciudadanía activa. Ya lo
dijo el padre de Roberto Redman: ‘Mi hijo no quería ser un héroe ni un
mártir’. Y es que la resistencia pacífica frente a un gobierno opresor
no es cosa de héroes, sino de ciudadanos”.
___
Noticias relacionadas:
____
Fuente: http://www.el-nacional.com/siete_dias/hora-resistencia_0_385761489.html
No hay comentarios :
Publicar un comentario