La violencia y la droga acorralan al gobierno K
01/04/14 - 06:24hs
EN FOCO
Una vez más, la presidenta Cristina Kirchner volvió a hablar en
cadena nacional para anunciar acciones y pronunciar frases que no hacen
más que demostrar el fracaso de su gobierno. En esta ocasión, la primera
mandataria presentó centros de tratamientos para jóvenes adictos a los
estupefacientes.
Ahora bien, si luego de 11 años de gobierno K proliferan los adictos
en la Argentina, llevando a que sea el segundo país del continente
americano de mayor consumo de cocaína, es porque existe un contexto
económico y social que posibilita el desarrollo de este flagelo. De
hecho, uno de los pocos sectores que realmente ganaron en la llamada
“década ganada” son los carteles de la droga –provenientes de Colombia,
México y Perú- que han encontrado amplias facilidades para instalarse en
nuestro territorio y producir estupefacientes a gran escala
“Los que tienen plata consumen de la buena”, le dijo la presidenta a
sus aplaudidores y militantes rentados reunidos en el patio de la Casa
Rosada, luego del discurso transmitido en cadena nacional. Y agregó:
“"la gran diferencia es que los pobres utilizan drogas de bajísima
calidad, que les rompen la cabeza”.
Lo que se olvidó de decir CFK es mencionar cómo hacen, tanto los
ricos como los pobres, para tener acceso a los estupefacientes. Y la
realidad indica que las fronteras de nuestro país y los puertos son
coladores. Nunca existió la decisión política de ir a fondo en el
combate contra las drogas, al punto que de forma permanente el
kirchnerismo se negó a radarizar las fronteras y aumentar el número de
scanners en los puertos, lo que hubiese permitido combatir con más
eficacia los vuelos ilegales y las embarcaciones que transportan los
estupefacientes. Peor aún, los gendarmes y prefectos, que deberían estar
custodiando las fronteras, los ríos y el mar, fueron castigados con
recortes presupuestarios y salarios de hambre, a lo que se sumaron
traslados a distintas zonas del país para cumplir funciones que nada
tienen que ver con su preparación.
En la Argentina se están pagando las consecuencias de la destrucción
del aparato productivo, que trajo aparejado la pérdida masiva de
trabajo genuino. De esta forma, la cultura del trabajo, que es el gran
ordenador social, fue perdiendo espacio ante el clientelismo, que
condena a que el pobre siga siendo pobre. Peor aún, producto de la
inflación descontrolada, los pobres ya se están convirtiendo en
indigentes, es decir, marginales sin posibilidad alguna de poder
insertarse en el sistema. En tanto, sectores que en algún momento
aspiraban a ser clase media, como consecuencia del incremento del costo
de vida, pasaron a engrosar las filas de la pobreza que, actualmente,
alcanza a 12 millones de personas, en un país de 40 millones de
habitantes.
Este proceso de deterioro trajo aparejado la ruptura de los lazos
comunitarios y la consecuente proliferación de la inseguridad que afecta
a todas las clases sociales, sin distinción. Lejos de hacerse cargo de
la situación, el gobierno negó sistemáticamente la problemática,
considerando el impacto de la ola delictiva como una “mera sensación”
creada por los medios de comunicación.
Estado ausente
Ante un Estado ausente que no da respuestas, y que no garantiza en lo
más mínimo el derecho a la seguridad ciudadana, comenzó a imponerse la
ley de la selva. Es decir, la lucha donde sólo triunfa el más fuerte y
donde hay personas que hasta están dispuestas a hacer justicia por mano
propia, sin importar las consecuencias. Es lo que estamos viendo en los
episodios ocurridos en Rosario, en el Conurbano y en Capital Federal,
donde turbas de vecinos indignados matan o hieren de gravedad, en
linchamientos públicos, a presuntos delincuentes por haber robado
pequeños objetos de valor (Ver Trama Urbana)
“Cuando alguien siente que su vida no vale dos pesos para el resto de
la sociedad, no le podemos reclamar que él sienta que la vida de los
otros no valga dos pesos", reflexionó ayer la presidenta, como una mera
relatora de la realidad, sin hacer ningún mea culpa.
Hay un dato contundente, que destruye el discurso K: en el último
año, creció de forma alarmante la cantidad de delitos cometidos por
menores. De esta manera, si un joven de 13, 14 o 15 años
hoy se anima –o no tiene otra alternativa- a portar un arma y salir a
robar, cabe preguntarse: ¿ qué hizo el gobierno K para rescatarlo,
teniendo en cuenta que cuando Néstor llegó al poder ese joven que hoy
delinque tenía 2 o 3 años?, ¿qué ha hecho el gobierno para que los
padres de este chico no hayan tenido un trabajo que les asegurara la
contención necesaria para evitar que ese menor caiga en el delito?
El peor pecado que cometió este gobierno es haber desaprovechado una
oportunidad histórica para modificar la historia del país. El contexto
favorable para el intercambio económico con otros países, que le generó
recursos extraordinarios al Estado, se desperdició de forma atroz en
clientelismo y corrupción. Ahora estamos pagando las consecuencias.
“Algunos adictos se han convertido en militantes”
Suele decirse que a confesión de parte, relevo de pruebas. Ayer, la
presidenta Cristina Kirchner, sostuvo que "a todos los argentinos nos
conmueve el problema de las adicciones". Fue, lo que se dice, una frase
hecha. Pero lo más llamativo vino después cuando, al hablar de los
supuestos logros de su gestión en materia de lucha contra el
narcotráfico, algo que no tiene el más mínimo sustento, la Presidenta
sostuvo: "hay algunos adictos que hoy se han convertido en militantes".
¿Se habrá referido a los que actualmente conforman La Cámpora, Kolina,
Movimiento Evita y el resto de las agrupaciones que se sostienen con
fondos del Estado, es decir, con los impuestos que pagan todos los
ciudadanos?
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Fuente: http://diariohoy.net/politica/la-violencia-y-la-droga-acorralan-al-gobierno-k-23958
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