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jueves, 21 de noviembre de 2013

Bullying: Un fénomeno de exclusión

 Noticias de Monterrey, Nuevo Leon, Mexico, Periodico El Porvenir

Bullying: un fenómeno de exclusión
 


Por: Camilo Ramírez Garza, Miércoles 20 de noviembre de 2013
 
Se le utiliza preferentemente para nombrar las agresiones que tienen lugar dentro de los planteles educativos
(1ª parte)

Actualmente se habla de Bullying, también llamado acoso escolar, incluso se utilizan los anglicismos buleador, aquel que maltrata y agrede, física o verbalmente a un compañero de clases; y buleado, aquel que padece, directa o indirectamente, la agresión.

Quedando identificados los polos: agresor y agredido; víctima y victimario. Se le utiliza preferentemente para nombrar las agresiones que tienen lugar dentro de los planteles educativos o en relación con los vínculos que se suscitan en ellos, como es el caso del cyber-bullying el cual se lleva al contexto de la inagotable e irregulable red, la internet, tomando por objeto de burla a algún compañero, maestro o directivo, posteando una foto o video y abriendo una ventana para comentarios.

Recientemente la noción de bullying también se ha empleado para referirse a las agresiones que acontecen dentro del ámbito empresarial o de cualquier oficina, bajo la noción de mobbing o acoso laboral.

Quizás no se llama bullying porque quienes acosan en la oficina no quieren ser tildados de “niños que molestan a otros” ¡Por favor, somos adultos, necesitamos nuestros propios conceptos que describan lo que agredimos por envidia, celos o coraje! De tal forma, vemos como la noción de bullying se ha ido transmitiendo a diversos ámbitos sociales, surgió en la escuela pero va permeando otras estructuras de convivencia.

Podríamos decir, de entrada, intentando abordar algo del sentido que introduce la noción de Bullying, que éste solo existía en EUA, y que a América latina, como al resto del mundo, ha llegado como producto de importación.

Por lo que una de las tareas a investigar consiste en seguir las pistas al surgimiento y transmisión de dicha noción, en tanto elemento significante de algo que sucede en el ámbito escolar, parte de la estrategia de lo que hemos nombrado Psicologización y psiquiatrización del ámbito escolar, el cual “…consiste en el proceso de codificación de lo que el niño o joven –e incluso el adulto- hacen y dicen, de acuerdo a coordenadas de medición, diagnóstico y tratamiento psicológico, neurológico y/o psiquiátrico.

Donde cada cosa que acontece debe de ser codificada en términos (variables, rasgos) presentes en un trastorno” (Ramírez-Garza, C. La psicologización y psiquiatrización del ámbito escolar, Osorio, F. Ejercer la autoridad: un problema de padres y maestros, Buenos Aires: Noveduc, 2009) En México, hasta hace algunos años existían todavía, en el ámbito escolar, las burlas, algunas jocosas y divertidas, como la carrilla, el carro, las madreadas, la botana, los apodos, etc, hasta las bromas pesadas.

Sin embargo éstas tienden a desaparecer ante la noción única de bullying o de violencia en general.

Si antes los alumnos buscaban defenderse de quienes los agredían, darse a respetar mediante la reciprocidad en los insultos y golpes, formas de integrarse al grupo, ahora tales actos son adscritos a una cierta “psicopatología escolar” denominada conductas bullying, en donde a “victimas” y “victimarios” se les excluye mediante esta nueva clasificación, poniéndolos en la mira de necesitar tratamiento médico y/o psicológico.

Quizás en unos años, a la lista de especialistas que son consultados por recomendación de la escuela, médico psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, psicopedagogo, neurólogo, se añada al genetista, en un exceso del deseo preventivo de erradicar anticipadamente eso intolerable; transformándose así, el lugar de alumno en paciente, y el de la escuela en pseudo-clínica de salud mental.

Dicho pasaje puede apreciarse en el remake de una película mexicana clásica del género de terror, dirigida originalmente por Carlos Enrique Taboada Hasta el viento tiene miedo (México, 1967) La trama original tenía lugar en un instituto femenino – con lo angelical e inocentemente demoniaco que puede tener dicho lugar- dirigido por una rígida y estricta maestra.

En el pasado una alumna se ha suicidado aventándose del campanario. En la versión más nueva, el instituto es sustituido por un hospital psiquiátrico, así como el lugar de la directora y alumnas, en psiquiatra y pacientes, respectivamente.

Juntas todas, en vez de tener clases, tienen sesiones de psicoterapia grupal. Justamente en eso se han convertido algunas escuelas, los maestros y alumnos, en buscar la sintomatología y referir para su curación.

Con lo cual asistimos a la suspensión, cuando no a la desaparición total de la educación y la docencia como las conocíamos; ahora, regida por otras lógicas, más del lado de la industria y el hospital, que da la escuela y la docencia.

En esa misma línea, se han producido otros excesos: el sobre diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención, bajo el cual -como en cajón de sastre (¡Desastre!) se incluyen un sinfín de problemáticas de diversa índole, desde problemas de conducta, dificultades académicas y de disciplina.

De tal manera que la noción de niños chiflados, mal portados, que simplemente requieren límites en casa y escuela, ha dejado casi de existir, para dar lugar a un solo sujeto: el alumno con TDAH, cuando no trastorno de conducta oposicionista desafiante, depresión y ansiedad, adicciones, entre otros. Produciéndose una verdadera “persecución psi” por el “bien” de los niños y jóvenes.

He de señalar que el problema no radica en el diagnóstico en sí mismo, sino en su exceso, pues en el caso de lo psíquico, los diagnósticos constituyen lo mismo que querer medir el agua o tatuar el humo, son formas de darle forma a algo, el problema es creer que se está retratando la realidad, cuando más bien se le está creando.

Al acomodar experiencias tan diversas bajo un mismo diagnóstico, la diversidad que produce la intersubjetividad se ve aplastada en unas pocas nociones, el caso único se pierde ante el aplastante universo estadístico, que describe, codifica, diagnostica, y lo que es peor, plantea un tratamiento igualmente único para el niño o el joven.

Dicho formato es el modelo de muchas dependencias gubernamentales y privadas. Sucede lo mismo en el caso de los asesinatos masivos en las escuelas, eso que irrumpe cruentamente en la escuela, pareciera la única posibilidad de hacer escuchar un clamor, algo que no llegó a ser, del orden de lo no realizado. Pero lamentablemente no es escuchado por el exceso de diagnósticos psicopatológicos antes y después.
Con lo cual eso que quería manifestarse, el centro del asunto, cae en el olvido. Y todos sabemos que sucede con eso que es rechazado en el orden simbólico -como diría Jacques Lacan- reaparece en lo real, con más ímpetu, con más fuerza.

(Continuará 1 de 2) http://columncamilo.jimdo.com Twitter: @CamiloRamirez_

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Fuente: http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=716328

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