CRIMINOGÉNICA
III.4.- Sublimación de
la esencia pedófila: Pedófilos buenos, castos y virtuosos, máscara de los pedófilos
pederastas.
III.4.1.- Definición diagnóstica del pedófilo según el
DSM.
Según el DSM, será pedófilo aquél sujeto
cuyos actos o actividades de carácter sexual involucren a prepúberes, siempre
que esos actos o actividades duren como mínimo seis meses, y le provoquen
malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de algún área
importante de su actividad como individuo, conforme a los criterios “A” y “B” del
DSM para diagnosticar existencia de pedofilia.
Los referidos criterios expresan:
Criterio “A”: Durante un período de al menos 6 meses, fantasías
sexuales recurrentes y altamente excitantes que involucre a prepúber; o
impulsos sexuales o comportamientos que impliquen actividad sexual con
prepúber.
Criterio “B”:
Que las fantasías sexuales, los impulsos sexuales o los comportamientos que
impliquen actividad sexual con prepúberes provoquen “malestar clínicamente
significativo”, o provoque “deterioro” social, laboral o de alguna otra área
importante de la actividad del individuo.
Así pues, resultará forzoso colegir entonces
que será considerado pedófilo todo aquél quién sienta atracción sexual por los
niños, y se excite sexualmente con éstos y hasta obtenga satisfacción sexual
con ellos, aún cuándo se abstenga siempre y en todo momento de exteriorizar y
manifestar ese impulso sexual, y jamás ni nunca llegue siquiera a tener ningún
tipo de contacto libidinoso o lujurioso con un niño, ni siquiera mediante
exhibición de partes pudendas, ni dirigiéndole expresiones sugestivas,
restricciones todas éstas que en algún momento irrespetará: Sin embargo, aún
cuando observe y cumpla estas restricciones, será un pedófilo; y será un
pedófilo por cuanto involucra a niños en sus actos y comportamientos sexuales, cumpliéndose
cabalmente con lo establecido en el ya referido criterio “A” de diagnóstico del
DSM.
III.4.2.- Delimitación del concepto de pedófilos
buenos, castos o virtuosos.
A este último respecto también hemos
de acotar lo siguiente: A los pedófilos que aparentemente se abstienen de hacer
contacto físico con niños se les conoce en la literatura especializada como “pedófilos
buenos”, en razón de sus propósitos deliberados por resistirse a sus propios impulsos
sexuales y evitar el contacto sexual con infantes; también se les conoce como “pedófilos
castos” o “pedófilos virtuosos”, en alusión al hecho de mantenerse “vírgenes”,
debido a que supuestamente se mantienen “célibes” puesto que evitan tener
relaciones sexuales con niños; asimismo, que algunos suponen que los denominados
pedófilos “buenos”, “castos” o “virtuosos” no son delincuentes ni criminales
por el mero hecho de no haber abusado de un niño o niña, atribuyéndoles esa
condición de delincuentes y criminales sólo a los pederastas; del mismo modo,
que estos pedófilos “buenos”, “castos” o “virtuosos”, aún cuando no tengan
contacto sexual real con prepúberes, para sus fantasías amorosas es probable
mantengan contacto con niños virtuales a través de Internet, provocando los
denominados “child grooming” y “bullycidios”, además de fomentar la industria
de la pornografía infantil, consumiendo material pornográfico que a su vez
habrá de ser “elaborado”, registrando el abuso sexual al que sea sometida y
victímizada alguna ignota criatura: El pedófilo “bueno”, “casto” y “virtuoso”
no habrá tenido contacto sexual con estos niños “virtuales”, pero igualmente es
responsable del abuso y la corrupción, por fomentarla y mantenerla, consumiendo
material sobre pornografía infantil.
Así pues, curiosamente, formándonos un modelo para conocer cómo es en
realidad un pedófilo “bueno”, “casto” o “virtuoso”, la imagen que visualizamos fue
la de un tigre que decidió por propia voluntad alimentarse con paja, en vez de comer
carne, lo cual es totalmente ridículo e inaudito; empero, esa fue la imagen que acudió a
nuestra mente al querer aprehender la imagen de un pedófilo que no es pedófilo.
La relación entre ambas realidades es
evidente, uno y otro ente poseen predisposición para depredar, y esa misma
predisposición impele y determina su conducta y sus respectivos comportamientos
manifiestos.
De manera pues, aún cuándo nuestra comparación pareciera ser absurda, es
la más acertada, por inverosímil: Un tigre ni siquiera posee un sistema digestivo
que le permita digerir paja y posibilite mantenerlo vivo con una dieta
herbívora; carecen de molares y ni siquiera pueden mover la mandíbula de un
lado a otro, por lo cual no podrían moler el alimento, conformado por paja y no
por carne, que desgarran y tragan en trozos; además, su tubo digestivo es
cuatro veces más corto que el de los herbívoros, imposibilitándole así la
absorción y asimilación de alimentos del orden vegetal. El tigre de nuestro modelo, en el supuesto
negado de que exista, deberá cambiar de dieta, so riesgo de perecer por
inanición; y habrá de retornar al uso de sus garras y colmillos, abatiendo
presas, depredándolas, sí pretende mantenerse con vida.
Por tanto, mutatis mutandis, el pedófilo es un depredador cuyo impulso
sexual está dirigido a infantes; en la conformación de su personalidad
psicológica existe la predisposición a mantener contacto sexual con criaturas,
sea por el motivo que sea, inmadurez social, complejos edipícos no superados, traumas
infantiles por abusos de los que fuese víctima cuándo niño, retardo mental, tamaño
y volumen de su órgano genital, necesidad de asimetría física y hasta
psicológica para dominar al objeto sexual, sadismo, etc. Siendo así, dado que
es un depredador, operará en un nicho específico, el de los niños como objeto
sexual; por tanto, lo más probable entonces es que pase al acto criminal, y que
siendo pedófilo incurra en pederastia, en abuso sexual a niños.
III.4.3.-
Reflexividad de los actos vs impulsividad.
Los pedófilos buenos, castos y virtuosos aseguran que
resisten a sus impulsos sexuales, y se abstienen de mantener contacto sexual
con prepúberes; de ser así, actúan de modo reflexivo, reprimiendo sus impulsos
sexuales. Sin embargo, cómo ya quedó asentado, la naturaleza de la personalidad
del pedófilo aflorará indefectiblemente, para satisfacer sus deseos sexuales.
Sin embargo, hay que concederles el beneficio de la duda, la buena fe se
presume, la esperanza es lo último que se pierde. Seguros estamos, y constituye un postulado
propugnado por la Fundación Mercedaria, qué es el individuo quién deliberada y
reflexivamente puede evitar el paso al acto criminal; siendo así, debería
procurarse entonces robustecer y reforzar en todo individuo las pautas en cuya
virtud evitará delinquir e incurrir en delito. De manera pues, la cuestión
radicaría no tanto en convertirnos en una especie de arqueólogos, rastrillando
en el pasado psicológico de cada quién, para indagar por qué en nuestro actual
fenotipo tenemos o no determinado carácter o condición; no, radicaría más bién
en centrarnos más en el tiempo presente en función del tiempo futuro, ejerciendo
un pleno dominio de nuestra personalidad, mediante el auto-control de sí mismo,
para así entonces actuar reflexivamente en vez de actuar impelidos por impulsos
y hormonas.
Descubrir el por qué alguién actúa o se comporta de un modo determinado
en nada resolverá el fenómeno criminal, ni tampoco impedirá el paso al acto
criminal.
En razón de lo anterior, y haciendo nuestro el pragmatismo de William
James, en cuya virtud se presupone qué es verdadero sólo lo útil, qué es
verdadero aquello que funciona y qué es válido sólo lo verificable en la praxis
o mundo real; hemos de señalar entonces qué sí un pedófilo, consciente de su
condición pedófila, decide libre y voluntariamente abstenerse de mantener todo
tipo de contacto sexual con niños, incluyendo los contactos virtuales o
cibernéticos, resistiéndose a sus impulsos pedófilos, estará entonces llevando
a la práctica el máximo desideratum del Derecho: Que los individuos coexistan pacíficamente,
conviviendo armónica y ordenadamente en sociedad, sin lesionar ni perturbar los
derechos e intereses de ningún otro miembro de la sociedad; y así la solución
al problema del fenómeno criminal salta a nuestra vista: Hallar el elemento
etiológicamente eficiente del fenómeno criminal no resolverá el fenómeno mismo;
será resuelto una vez que cada quién individualmente se abstenga reflexivamente
de pasar al acto criminal.
III.4.4.-
Sublimación pedofílica, máscara de la pedofilia pederástica.
Toda regla tiene su excepción; asimismo, toda presunción puede
ser desvirtuada por prueba en contrario. En la cuestión bajo análisis,
suponiendo que un pedófilo afirma que reprime sus impulsos sexuales, inhibiéndolos
y absteniéndose de ejecutar actos o comportamientos de carácter sexual con prepúberes,
sólo cabría suponer que lo así afirmado es verdadero o falso.
De ser verdadero, estaríamos en
presencia de una sublimación, por lo menos, de la condición pedófila, como
mecanismo de defensa psicológica; por el contrario, de ser falsa, estaríamos en
presencia de un criminal que ha borrado todo rastro de sus tropelías.
Por consiguiente, suponiendo que lo afirmado sea verdadero, sí un
pedófilo resiste a sus impulsos pedófilos y se abstiene de abusar sexualmente
de niños, evitando así incurrir en actos pederásticos, en acto contrario a la
Ley; es indudable entonces que habrá sublimado su propia condición, sublimación
ésta que no acarreará consecuencias patológicas ni afectará áreas fundamentales
de la personalidad del sujeto, y que respecto al orden social será deseable.
Empero, atención, convenir en que es loable, útil y deseable socialmente
el que un sujeto proclive al crimen se abstenga reflexivamente de pasar al acto
criminal no implica en modo alguno que estemos fomentando su apología. Nada más
lejos de nuestra intención.
Apologizar la existencia de pedófilos “buenos”, “castos” y “virtuosos”
implicaría legitimizarlos como sub-cultura, e implicaría qué hasta por
televisión comenzaremos a ver cómo se interrelacionan social y sexualmente un
niño y su amante adulto, sin desparpajo alguno; no obstante, independientemente
de nuestra opinión, ya el movimiento pedófilo tiene bastante adelantadas sus reivindicaciones
civiles: Tienen sus propios lobbys allanándoles el camino, han exigido la
rebaja y hasta la eliminación de la edad mínima para consentir legalmente
relaciones sexuales o contraer matrimonio, etc. Nuestra opinión en nada los
afectará como movimiento. Progresiva y paulatinamente emergerán en nuestras
sociedades exigiendo tolerancia y respeto, y por efecto de la entropía social terminarán
por ser aceptados, tras relajar aún más nuestro caótico y casí anómico sistema
social.
Por otra parte, tampoco estamos muy convencidos respecto a la genuinidad
y veracidad de las declaraciones de los pedófilos que afirman ser “buenos”,
“castos” y “virtuosos”; y nuestras dudas emergen al ver cómo día tras día desaparecen
numerosos niños y adolescentes, así como
el gran número de desaparecidos que luego aparecen muertos; además, en las cifras
negras de la criminalidad deben estar comprendidos los niños y adolescentes
asesinados tras ser abusados sexualmente.
En nuestra opinión, esa pretendida virtuosidad sólo podría existir
mientras no sea destruida a causa de la ejecución de un ilícito de carácter
sexual en contra de un menor; y evidentemente nadie va a incriminarse a sí
mismo, vociferando que asesinó a una víctima para evitar denuncia, mucho menos
sí ha sublimado un impulso cuya ejecución puede conducirle ante la Justicia, y
mucho menos sí también está afectado por alguna psicopatía.
Valga acotar que lo anterior aplica igualmente a quienes practican
turismo sexual o están implicados en la producción de material pornográfico
infantil, pues la virtuosidad del pedófilo tampoco se verá resquebrajada en sus
círculos sociales, a no ser que se difunda de algún modo que cometió abuso
sexual contra niños: Podrá pregonar a los cuatro vientos que es casto y
virtuoso, aún cuando al otro lado del mundo sea el líder de quienes explotan
sexualmente a menores, siempre y cuándo mantenga oculto y en secreto que
cometió abuso.
III.4.5.-
Inexistencia de la pretendida virtuosidad pedófila.
Entonces, es de suyo evidente la precariedad de la existencia como clase
de los pedófilos “buenos”, “castos” y “virtuosos”;
no dependerá de la fortaleza de ánimo para resistir al impulso sexual que los
empuja a tener contacto sexual con prepúberes, y evitarlo, absteniéndose;
dependerá más bién del azar, dependiendo no de la voluntad del pedófilo sino de
la circunstancia de que nadie se entere que ha cometido un abuso sexual a un menor,
que nadie sepa o tenga conocimiento respecto a un acto pederasta suyo. En cuanto se sepa, adiós aureola: Pedófilos
comunes y silvestres para psiquíatras y psicólogos, vulgares pederastas para Jueces y Abogados.
Por consiguiente, hemos de acotar igualmente que ni siquiera es
necesario que el pedófilo elimine físicamente a su objeto sexual, para mantener
en secreto que ha cometido abuso sexual; la propia víctima podría encubrirlo,
por amor, por interés, por vergüenza, por sinverguenzüra, etc., cómo de hecho ocurre
cotidianamente. El meollo del asunto
radica en qué será bueno, casto y virtuoso mientras la víctima no lo delate, o
no sea revelado que cometió pederastia.
Finalmente, reiteraremos nuestra afirmación: El pedófilo es un pederasta
en potencia, un depredador sexual. Aristóteles nos hablaba de la existencia de
una relación entre lo qué es y lo qué puede ser, entre la potencia y el acto, entre
la posibilidad y la realidad; y Jean Pinatel también se refería a la misma
relación, cuándo para establecer la personalidad criminal nos hablaba de la
proclividad criminal y de la peligrosidad social, conjugándolas; no hay nada
nuevo bajo el Sol. Pero es que hasta por sentido común podemos deducir que sí
la substancia y la esencia de un sujeto se caracterizan por excitarse
sexualmente con prepúberes, tenderá entonces a excitarse sexualmente con prepúberes,
inexorablemente, pues esa es su naturaleza; es algo así como ocurre con las
mujeres, todas son madres en potencia, desde que nacen; algunas quedaran
embarazadas y darán a luz, otras no; pero su naturaleza es la de ser madres,
las de quedar embarazadas y dar a luz; que unas sean buenas, castas y
virtuosas, no implica que no puedan llegar a ser madres, pues aún siendo buenas, castas y
virtuosas pueden quedar embarazadas y dar a luz; en su naturaleza está el
gestar y parir, para eso es su fisiología; de allí que podamos convenir en que pudiésemos
distinguir de entre las “mujeres” a las “mujeres embarazadas”, cómo también
podemos distinguir a las nulíparas de las moníparas y hasta de las multíparas;
y, del mismo modo, que convengamos igualmente en que el hecho de quedar embarazadas
o de dar a luz no las despojará de su condición de mujer, sino que las
reafirmará y fortalecerá aún más en esa condición de mujer. Todas son mujeres, madres en potencia, pero
algunas están embarazadas otras no, algunas han dado a luz una vez, o nunca o
muchas veces; pero siguen siendo mujeres, y el que queden o no embarazadas, o
paran o no, en nada afectará su condición de mujer.
De modo similar, los pedófilos son pederastas en potencia, y cuándo
ejecutan actos pederastas deberían ser denominados o clasificados como
“pedófilos pederastas”, pues al sujeto ya lo estaríamos calificando; sin
embargo, mientras no incurran en acto pederasta, o no sean divulgados éstos
actos pederastas ejecutados clandestinamente, simplemente serán “pedófilos”, y si así quieren podrán
autoproclamarse con la denominación que quieran, “buenos”, “castos”,
“virtuosos” o lo que sea; pero seguirán siendo pedófilos, por más que los
encubran, y poseerán proclividad criminal así como peligrosidad social: Serán
delincuentes en potencia; incurrir en acto pederasta sería simplemente como una
liberación de sus impulsos, la exteriorización de su parafilia y de su
trastorno, la exteriorización de una naturaleza reprimida; empero, una
exteriorización dañina y perniciosa, no sólo socialmente, sino también a nivel
individual, pues estará sometiendo a abuso a un niño, perjudicándolo.
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