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lunes, 1 de julio de 2013

CRIMINOGENICA. Sublimación de la esencia pedófila: Pedófilos buenos, castos y virtuosos, máscara de los pedófilos pederastas.








CRIMINOGÉNICA

III.4.- Sublimación de la esencia pedófila: Pedófilos buenos, castos y virtuosos, máscara de los pedófilos pederastas.

                                                        

III.4.1.- Definición diagnóstica del pedófilo según el DSM. 
       Según el DSM, será pedófilo aquél sujeto cuyos actos o actividades de carácter sexual involucren a prepúberes, siempre que esos actos o actividades duren como mínimo seis meses, y le provoquen malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de algún área importante de su actividad como individuo, conforme a los criterios “A” y “B” del DSM para diagnosticar existencia de pedofilia.  Los referidos criterios expresan:
Criterio “A”: Durante un período de al menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes que involucre a prepúber; o impulsos sexuales o comportamientos que impliquen actividad sexual con prepúber.
Criterio “B”: Que las fantasías sexuales, los impulsos sexuales o los comportamientos que impliquen actividad sexual con prepúberes provoquen “malestar clínicamente significativo”, o provoque “deterioro” social, laboral o de alguna otra área importante de la actividad del individuo.
         Así pues, resultará forzoso colegir entonces que será considerado pedófilo todo aquél quién sienta atracción sexual por los niños, y se excite sexualmente con éstos y hasta obtenga satisfacción sexual con ellos, aún cuándo se abstenga siempre y en todo momento de exteriorizar y manifestar ese impulso sexual, y jamás ni nunca llegue siquiera a tener ningún tipo de contacto libidinoso o lujurioso con un niño, ni siquiera mediante exhibición de partes pudendas, ni dirigiéndole expresiones sugestivas, restricciones todas éstas que en algún momento irrespetará: Sin embargo, aún cuando observe y cumpla estas restricciones, será un pedófilo; y será un pedófilo por cuanto involucra a niños en sus actos y comportamientos sexuales, cumpliéndose cabalmente con lo establecido en el ya referido criterio “A” de diagnóstico del DSM.

III.4.2.- Delimitación del concepto de pedófilos buenos, castos o virtuosos.
         A este último respecto también hemos de acotar lo siguiente: A los pedófilos que aparentemente se abstienen de hacer contacto físico con niños se les conoce en la literatura especializada como “pedófilos buenos”, en razón de sus propósitos deliberados por resistirse a sus propios impulsos sexuales y evitar el contacto sexual con infantes; también se les conoce como “pedófilos castos” o “pedófilos virtuosos”, en alusión al hecho de mantenerse “vírgenes”, debido a que supuestamente se mantienen “célibes” puesto que evitan tener relaciones sexuales con niños; asimismo, que algunos suponen que los denominados pedófilos “buenos”, “castos” o “virtuosos” no son delincuentes ni criminales por el mero hecho de no haber abusado de un niño o niña, atribuyéndoles esa condición de delincuentes y criminales sólo a los pederastas; del mismo modo, que estos pedófilos “buenos”, “castos” o “virtuosos”, aún cuando no tengan contacto sexual real con prepúberes, para sus fantasías amorosas es probable mantengan contacto con niños virtuales a través de Internet, provocando los denominados “child grooming” y “bullycidios”, además de fomentar la industria de la pornografía infantil, consumiendo material pornográfico que a su vez habrá de ser “elaborado”, registrando el abuso sexual al que sea sometida y victímizada alguna ignota criatura: El pedófilo “bueno”, “casto” y “virtuoso” no habrá tenido contacto sexual con estos niños “virtuales”, pero igualmente es responsable del abuso y la corrupción, por fomentarla y mantenerla, consumiendo material sobre pornografía infantil.


                                 



         Así pues, curiosamente, formándonos un modelo para conocer cómo es en realidad un pedófilo “bueno”, “casto” o “virtuoso”, la imagen que visualizamos fue la de un tigre que decidió por propia voluntad alimentarse con paja, en vez de comer carne, lo cual es totalmente ridículo e inaudito;         empero, esa fue la imagen que acudió a nuestra mente al querer aprehender la imagen de un pedófilo que no es pedófilo.  La relación entre ambas realidades es evidente, uno y otro ente poseen predisposición para depredar, y esa misma predisposición impele y determina su conducta y sus respectivos comportamientos manifiestos.
         De manera pues, aún cuándo nuestra comparación pareciera ser absurda, es la más acertada, por inverosímil: Un tigre ni siquiera posee un sistema digestivo que le permita digerir paja y posibilite mantenerlo vivo con una dieta herbívora; carecen de molares y ni siquiera pueden mover la mandíbula de un lado a otro, por lo cual no podrían moler el alimento, conformado por paja y no por carne, que desgarran y tragan en trozos; además, su tubo digestivo es cuatro veces más corto que el de los herbívoros, imposibilitándole así la absorción y asimilación de alimentos del orden vegetal.  El tigre de nuestro modelo, en el supuesto negado de que exista, deberá cambiar de dieta, so riesgo de perecer por inanición; y habrá de retornar al uso de sus garras y colmillos, abatiendo presas, depredándolas, sí pretende mantenerse con vida.        
         Por tanto, mutatis mutandis, el pedófilo es un depredador cuyo impulso sexual está dirigido a infantes; en la conformación de su personalidad psicológica existe la predisposición a mantener contacto sexual con criaturas, sea por el motivo que sea, inmadurez social, complejos edipícos no superados, traumas infantiles por abusos de los que fuese víctima cuándo niño, retardo mental, tamaño y volumen de su órgano genital, necesidad de asimetría física y hasta psicológica para dominar al objeto sexual, sadismo, etc. Siendo así, dado que es un depredador, operará en un nicho específico, el de los niños como objeto sexual; por tanto, lo más probable entonces es que pase al acto criminal, y que siendo pedófilo incurra en pederastia, en abuso sexual a niños.


                  


III.4.3.- Reflexividad de los actos vs impulsividad.
         Los pedófilos buenos, castos y virtuosos aseguran que resisten a sus impulsos sexuales, y se abstienen de mantener contacto sexual con prepúberes; de ser así, actúan de modo reflexivo, reprimiendo sus impulsos sexuales. Sin embargo, cómo ya quedó asentado, la naturaleza de la personalidad del pedófilo aflorará indefectiblemente, para satisfacer sus deseos sexuales.
         Sin embargo, hay que concederles el beneficio de la duda, la buena fe se presume, la esperanza es lo último que se pierde.  Seguros estamos, y constituye un postulado propugnado por la Fundación Mercedaria, qué es el individuo quién deliberada y reflexivamente puede evitar el paso al acto criminal; siendo así, debería procurarse entonces robustecer y reforzar en todo individuo las pautas en cuya virtud evitará delinquir e incurrir en delito. De manera pues, la cuestión radicaría no tanto en convertirnos en una especie de arqueólogos, rastrillando en el pasado psicológico de cada quién, para indagar por qué en nuestro actual fenotipo tenemos o no determinado carácter o condición; no, radicaría más bién en centrarnos más en el tiempo presente en función del tiempo futuro, ejerciendo un pleno dominio de nuestra personalidad, mediante el auto-control de sí mismo, para así entonces actuar reflexivamente en vez de actuar impelidos por impulsos y hormonas. 
         Descubrir el por qué alguién actúa o se comporta de un modo determinado en nada resolverá el fenómeno criminal, ni tampoco impedirá el paso al acto criminal. 
         En razón de lo anterior, y haciendo nuestro el pragmatismo de William James, en cuya virtud se presupone qué es verdadero sólo lo útil, qué es verdadero aquello que funciona y qué es válido sólo lo verificable en la praxis o mundo real; hemos de señalar entonces qué sí un pedófilo, consciente de su condición pedófila, decide libre y voluntariamente abstenerse de mantener todo tipo de contacto sexual con niños, incluyendo los contactos virtuales o cibernéticos, resistiéndose a sus impulsos pedófilos, estará entonces llevando a la práctica el máximo desideratum del Derecho:  Que los individuos coexistan pacíficamente, conviviendo armónica y ordenadamente en sociedad, sin lesionar ni perturbar los derechos e intereses de ningún otro miembro de la sociedad; y así la solución al problema del fenómeno criminal salta a nuestra vista: Hallar el elemento etiológicamente eficiente del fenómeno criminal no resolverá el fenómeno mismo; será resuelto una vez que cada quién individualmente se abstenga reflexivamente de pasar al acto criminal. 

III.4.4.- Sublimación pedofílica, máscara de la pedofilia pederástica.
     Toda regla tiene su excepción; asimismo, toda presunción puede ser desvirtuada por prueba en contrario. En la cuestión bajo análisis, suponiendo que un pedófilo afirma que reprime sus impulsos sexuales, inhibiéndolos y absteniéndose de ejecutar actos o comportamientos de carácter sexual con prepúberes, sólo cabría suponer que lo así afirmado es verdadero o falso.
    De ser verdadero, estaríamos en presencia de una sublimación, por lo menos, de la condición pedófila, como mecanismo de defensa psicológica; por el contrario, de ser falsa, estaríamos en presencia de un criminal que ha borrado todo rastro de sus tropelías.
    Por consiguiente, suponiendo que lo afirmado sea verdadero, sí un pedófilo resiste a sus impulsos pedófilos y se abstiene de abusar sexualmente de niños, evitando así incurrir en actos pederásticos, en acto contrario a la Ley; es indudable entonces que habrá sublimado su propia condición, sublimación ésta que no acarreará consecuencias patológicas ni afectará áreas fundamentales de la personalidad del sujeto, y que respecto al orden social será deseable.
      Empero, atención, convenir en que es loable, útil y deseable socialmente el que un sujeto proclive al crimen se abstenga reflexivamente de pasar al acto criminal no implica en modo alguno que estemos fomentando su apología. Nada más lejos de nuestra intención.
      Apologizar la existencia de pedófilos “buenos”, “castos” y “virtuosos” implicaría legitimizarlos como sub-cultura, e implicaría qué hasta por televisión comenzaremos a ver cómo se interrelacionan social y sexualmente un niño y su amante adulto, sin desparpajo alguno; no obstante, independientemente de nuestra opinión, ya el movimiento pedófilo tiene bastante adelantadas sus reivindicaciones civiles: Tienen sus propios lobbys allanándoles el camino, han exigido la rebaja y hasta la eliminación de la edad mínima para consentir legalmente relaciones sexuales o contraer matrimonio, etc. Nuestra opinión en nada los afectará como movimiento. Progresiva y paulatinamente emergerán en nuestras sociedades exigiendo tolerancia y respeto, y por efecto de la entropía social terminarán por ser aceptados, tras relajar aún más nuestro caótico y casí anómico sistema social.
        Por otra parte, tampoco estamos muy convencidos respecto a la genuinidad y veracidad de las declaraciones de los pedófilos que afirman ser “buenos”, “castos” y “virtuosos”; y nuestras dudas emergen al ver cómo día tras día desaparecen numerosos niños y adolescentes,  así como el gran número de desaparecidos que luego aparecen muertos; además, en las cifras negras de la criminalidad deben estar comprendidos los niños y adolescentes asesinados tras ser abusados sexualmente.  En nuestra opinión, esa pretendida virtuosidad sólo podría existir mientras no sea destruida a causa de la ejecución de un ilícito de carácter sexual en contra de un menor; y evidentemente nadie va a incriminarse a sí mismo, vociferando que asesinó a una víctima para evitar denuncia, mucho menos sí ha sublimado un impulso cuya ejecución puede conducirle ante la Justicia, y mucho menos sí también está afectado por alguna psicopatía.
         Valga acotar que lo anterior aplica igualmente a quienes practican turismo sexual o están implicados en la producción de material pornográfico infantil, pues la virtuosidad del pedófilo tampoco se verá resquebrajada en sus círculos sociales, a no ser que se difunda de algún modo que cometió abuso sexual contra niños: Podrá pregonar a los cuatro vientos que es casto y virtuoso, aún cuando al otro lado del mundo sea el líder de quienes explotan sexualmente a menores, siempre y cuándo mantenga oculto y en secreto que cometió abuso.

III.4.5.- Inexistencia de la pretendida virtuosidad pedófila.
         Entonces, es de suyo evidente la precariedad de la existencia como clase de los pedófilos “buenos”,  “castos” y “virtuosos”; no dependerá de la fortaleza de ánimo para resistir al impulso sexual que los empuja a tener contacto sexual con prepúberes, y evitarlo, absteniéndose; dependerá más bién del azar, dependiendo no de la voluntad del pedófilo sino de la circunstancia de que nadie se entere que ha cometido un abuso sexual a un menor, que nadie sepa o tenga conocimiento respecto a un acto pederasta suyo.  En cuanto se sepa, adiós aureola: Pedófilos comunes y silvestres para psiquíatras y psicólogos,  vulgares pederastas para Jueces y Abogados.
         Por consiguiente, hemos de acotar igualmente que ni siquiera es necesario que el pedófilo elimine físicamente a su objeto sexual, para mantener en secreto que ha cometido abuso sexual; la propia víctima podría encubrirlo, por amor, por interés, por vergüenza, por sinverguenzüra, etc., cómo de hecho ocurre cotidianamente.  El meollo del asunto radica en qué será bueno, casto y virtuoso mientras la víctima no lo delate, o no sea revelado que cometió pederastia.
         Finalmente, reiteraremos nuestra afirmación: El pedófilo es un pederasta en potencia, un depredador sexual. Aristóteles nos hablaba de la existencia de una relación entre lo qué es y lo qué puede ser, entre la potencia y el acto, entre la posibilidad y la realidad; y Jean Pinatel también se refería a la misma relación, cuándo para establecer la personalidad criminal nos hablaba de la proclividad criminal y de la peligrosidad social, conjugándolas; no hay nada nuevo bajo el Sol. Pero es que hasta por sentido común podemos deducir que sí la substancia y la esencia de un sujeto se caracterizan por excitarse sexualmente con prepúberes, tenderá entonces a excitarse sexualmente con prepúberes, inexorablemente, pues esa es su naturaleza; es algo así como ocurre con las mujeres, todas son madres en potencia, desde que nacen; algunas quedaran embarazadas y darán a luz, otras no; pero su naturaleza es la de ser madres, las de quedar embarazadas y dar a luz; que unas sean buenas, castas y virtuosas, no implica que no puedan llegar a ser  madres, pues aún siendo buenas, castas y virtuosas pueden quedar embarazadas y dar a luz; en su naturaleza está el gestar y parir, para eso es su fisiología; de allí que podamos convenir en que pudiésemos distinguir de entre las “mujeres” a las “mujeres embarazadas”, cómo también podemos distinguir a las nulíparas de las moníparas y hasta de las multíparas; y, del mismo modo, que convengamos igualmente en que el hecho de quedar embarazadas o de dar a luz no las despojará de su condición de mujer, sino que las reafirmará y fortalecerá aún más en esa condición de mujer.  Todas son mujeres, madres en potencia, pero algunas están embarazadas otras no, algunas han dado a luz una vez, o nunca o muchas veces; pero siguen siendo mujeres, y el que queden o no embarazadas, o paran o no, en nada afectará su condición de mujer.
         De modo similar, los pedófilos son pederastas en potencia, y cuándo ejecutan actos pederastas deberían ser denominados o clasificados como “pedófilos pederastas”, pues al sujeto ya lo estaríamos calificando; sin embargo, mientras no incurran en acto pederasta, o no sean divulgados éstos actos pederastas ejecutados clandestinamente, simplemente  serán “pedófilos”, y si así quieren podrán autoproclamarse con la denominación que quieran, “buenos”, “castos”, “virtuosos” o lo que sea; pero seguirán siendo pedófilos, por más que los encubran, y poseerán proclividad criminal así como peligrosidad social: Serán delincuentes en potencia; incurrir en acto pederasta sería simplemente como una liberación de sus impulsos, la exteriorización de su parafilia y de su trastorno, la exteriorización de una naturaleza reprimida; empero, una exteriorización dañina y perniciosa, no sólo socialmente, sino también a nivel individual, pues estará sometiendo a abuso a un niño, perjudicándolo.                                                                                                                          
          
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