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jueves, 25 de julio de 2013

CRIMINOGÉNICA: La gata en la batea





CRIMINOGÉNICA




La gata en la batea




          En el folklore venezolano, para señalar una situación inesperada, expresamos: “Ahora sí que se montó la gata en la batea.”  Vivimos inmersos en la violencia, y en vez de resolverla nos dedicamos a contemplarla de brazos cruzados desde atrás de los barrotes colocados en nuestras puertas y ventanas; y contemplándola,  la atizamos, cómo echándole más leña al fuego, comportándonos violentamente en todas nuestras interrelaciones sociales, e impidiendo absurdamente por todos los modos posibles que la disciplina impere y reine al menos en el seno de nuestros hogares y escuelas, pues la corrección se ha convertido en tabú; curiosamente, aupamos la violencia, excitándola y hasta facilitando los medios para que se produzca, y la toleramos hasta con resignación; y todo este desastre viene por preocuparnos más de la forma que del fondo.
         En condiciones ideales, al sujeto se le socializa; socializándolo, se le disciplina, pero es opinión generalizada que el disciplinar contraría derechos individuales, además ser sostenida esa opinión en un innumerable cúmulo de falacias, prejuicios y supercherías, y ocurre que en nuestros hogares y escuelas la violencia campea, vertiendo sangre y lágrimas a raudales.  Socializando al individuo, se le deberían inculcar valores que le permitan tanto reconocer la dignidad humana como a respetarla y a trascenderla por sí mismo, pero los valores inculcados más bién lo impelen a despreciar esa dignidad humana, degradándolo como persona y es así como en aras de sus fines egoístas y narcisistas arremete, agrede y pisotea a otros inescrupulosamente; no podría esperarse otra reacción. Socializando al individuo, se le suministrarían las herramientas necesarias para que desarrolle competencias y destrezas idóneas hasta para convivir pacíficamente en sociedad, pero socializamos inadecuada y torpemente, además de omitir el suministro de esas herramientas así aludidas; para colmo de males, ni siquiera son adecuados los referentes culturales utilizados actualmente, pues en vez de escoger como dechado a personalidades históricas que hayan descollado en la ciencia, por ejemplo, escogemos figuras del hampa y de la prostitución cuyas historias nos transmiten incansablemente a través de la televisión, y hasta nuestras mujeres mueren como moscas implantándose artificios y sustancias extrañas en el cuerpo, pagados quizás con dinero proveniente del delito.
         Tenemos así entonces que nuestra cultura y nuestras costumbres se han venido modificando, pero no para mejorar; hemos estado incorporando a nuestras pautas culturales el contenido de pautas pertenecientes a un sinnúmero de subculturas, no tanto foráneas sino de subculturas delincuentes autóctonas así como de otras subculturas de desviados que hasta ahora se mantuvieron agazapados, al acecho de una oportunidad propicia para salir a la luz pública: Al incorporarlas como aceptables, sin embargo, nos degradamos hasta como humanos.
         Resultado: Nos atracan cuando oramos en nuestras iglesias; nos atracan cuando salimos a trabajar; nos atracan dentro de los vagones del Metro; nos atracan dentro de las escuelas; nos atracan bañándonos en la playa; nos atracan cuando llegamos temprano a casa; nos atracan cuando llegamos tarde a casa; nos atracan cuando salimos a recrearnos al cine; nos atracan a plena luz del día en las calles; nos atracan en los estacionamientos y garajes; nos atracan…; nos atracan… Usamos otro verbo, son varios: Matar, asesinar, secuestrar, raptar, violar, robar, hurtar, estafar, chantajear, golpear, insultar, vejar, acosar, hostigar, etc., y sería redundante toda esa prolijidad casuística.
         Recientemente un diario de circulación nacional publicó unos reportajes sobre la violencia que se vive en nuestras calles, fueron 67 los reportajes publicados.  Leyéndolo en la edición impresa es el único modo de aprehender en su totalidad los nefastos efectos que ha provocado el fenómeno criminal en nuestra población, pues su contenido es mucho más extenso que el de la edición digital. Parece jocoso, pero los bandoleros acechan en motos a los ciudadanos para arrebatarles bolsas con víveres y comestibles, dinero en efectivo y hasta la propia vida; viajar en transporte colectivo es toda una aventura, pues atracan a los pasajeros después de pasearlos en busca de un oscuro paraje, y hasta en ocasiones han hasta violado a unas cuántas pasajeras; los presos deambulan libremente por las azoteas de los recintos penitenciarios, blandiendo armas de fuego; tras los motines carcelarios, son los presos y no las autoridades quienes aseguran a la ciudadanía que será acordado un cese de hostilidad; son los presos mismos quienes mantienen el control interno de las cárceles, no quienes los mantienen presos, y todas las semanas sancionan a aquél que infringió alguna de las normas de su peculiar código carcelario; además, los presos se dan el tupé de dirigir desde la cárcel, vía telefónica y hasta internet, las fechorías que sus secuaces ejecutaran extramuros; sí aprehenden a alguién, los policías son cercados e inmovilizados dentro de los destacamentos policiales; sí conducen herido a un delincuente a un centro de asistencia médica, sus compinches presencian amenazantes toda la intervención quirúrgica, para asegurarse sobreviva y sea dado de alta el paciente, apuntando y amedrentando al personal del servicio médico; los malhechores son sometidos a un cobro de vacuna, en vez de ser conducidos a los tribunales; sí el delincuente llega a tribunales, quizás algún alma caritativa se ofrezca a liberarlo rápidamente, a cambio de dinero, sin defenderlo, sino traficando influencias; pero sí es presentado en tribunales, con toda probabilidad salga en libertad, cómo salió todas las anteriores veces: La privación de libertad es de carácter excepcional.
         Cómo demostración de nuestros anteriores asertos, nos permitiremos suministrar a continuación algunos de los enlaces de los reportajes aquí aludidos:



      Recapitulando, como corolario de toda la grave situación planteada, y que merma hasta la fortaleza anímica de la ciudadanía, sometida continuamente a la acción del hampa, no nos queda más que preguntarnos:  ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?


        Es evidente que sí nos mantenemos inertes, sucumbiremos socialmente en un pandemoniun, la capital del infierno o sí se quiere, en un aquelarre de brujas. ¿Qué vamos a aguardar?
         Por tanto, siendo que es necesario socializar adecuada y eficazmente, hacerlo; sí es necesario impartir disciplina, disciplinar; sí no socializamos a los futuros miembros de nuestra sociedad ni los disciplinamos, cómo entonces podríamos resocializarlos cuándo debamos segregarlos por haber delinquido, sí no los habíamos socializado previamente, elemental; es como un circulo vicioso: Debemos avanzar cómo sí estuviésemos aprendiendo a caminar, paso a paso.
        Así pues, hemos de señalar que carece de todo valor práctico llevar estadísticas del fenómeno criminal u observarlo contemplativamente, así como carece de utilidad social el excusar conductas desviadas aduciendo que el delincuente es una víctima más para así justificar su dañino comportamiento, o permanecer indolentes a sabiendas que en los recintos carcelarios el interno está como pez en el agua y no eliminarles siquiera la posibilidad de comunicarse con el exterior, sin colocarles siquiera una simple antena bloqueadora de llamadas de telefónos móvil celular , e impedirles así al menos que delincan estando presos, organizando y dirigiendo actos delictivos que serán ejecutados por los secuaces y cómplices que tienen fuera de prisión. Se requiere actuar, ejecutar acciones ya no profilácticas, por la metástasis del mal, sino que lo ataquen:

  • Implementar programas tendientes a la implantación de regimenes disciplinarios en los recintos escolares, conforme a lo previsto en la LOPNNA;
  • Implementar programas tendientes a la resocialización de la población carcelaria;
  • Implementar programas aplicables a la población carcelaria que adolezca de patologías psiquiátricas, así como destinar un inmueble para recluirlos, dotándolo de los recursos necesarios para su funcionamiento, inexistente actualmente; 
  • Regular y controlar el contenido de los programas difundidos por televisión, para impedir sea transmitido material contentivo de pautas que inciten a la violencia, el sexo, el consumo de alcohol y drogas, la obtención del dinero a través del crimen o la prostitución, etc.; 
  • Crear nuevas fuentes directas de trabajo en el sector primario y secundario de la economía; 
  • Implementar mecanismo de control para impedir el ocio y la vagancia, obligando al trabajo, so pena de relegarlos a la realización de faenas de utilidad pública.

      Nada perdemos enfrentándonos al crimen, ganaremos: Podríamos impedir ser tragados por la terrible vorágine criminal que nos arrastra día tras día; podríamos impedir que se siga recrudeciendo cada vez más, y evitaríamos que se tornen rutinarios y cotidianos los hasta ahora esporádicos eventos de descuartizamientos, los acribillamientos con saña, los linchamientos, etc.; empero, debemos proseguir atacando el bullying, la violencia escolar, pues seguros estamos que es una nueva faceta del fenómeno criminal.


      Fundamerced, en víspera de Santíago Apostol, año 2013.                   

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