UN GRAVE FLAGELO SOCIAL
Guatemala: los chicos, presa fácil del crimen organizado
Hijos de la pobreza y la violencia, muchos menores son tentados para ingresar a pandillas que se dedican a la extorsión, al tráfico de drogas y armas, y tienen un promedio de vida de 21 años. Claves del fenómeno
A
los 14 años Andrea no iba al colegio ni soñaba con lo que sería de
grande: manejaba miles de dólares de extorsiones, traficaba cocaína y
fusiles AK-47 como miembro de una de las violentas pandillas que
reclutan niños en Guatemala, incluso como sicarios.
Hace poco que
esta chica de 20 años bajita, de ojos pardos y cabello negro azabache,
cumplió su pena de tres años por extorsión. Sentada en una cafetería, en
una de tarde lluviosa en la capital de Guatemala, cuenta una historia
que se repite en miles de menores pobres de su país.
“Cuando
estaba en la pandilla Barrio 18 no tenía sueños, no vivía a futuro, sino
en el momento, porque allí uno no sabe si al día siguiente va a
amanecer”, dice quien eligió llamarse “Andrea” para preservar su
seguridad. Tenía 17 años cuando fue detenida mientras cobraba la “renta”
-extorsión sistemática- de un comerciante amenazado de muerte. “Si no
me hubieran agarrado, seguiría en la pandilla o estaría muerta”, deduce
con frialdad.
Ella entregaba a colectiveros, taxistas y dueños de
comercios de celulares desde donde caía la llamada de la extorsión. “Si
no los aceptan, no contestan y no pagan, los matan. A veces, aunque
paguen también”, explica. “Los sábados hacía cuentas, manejábamos de las
rentas hasta 90.000 quetzales (12.000 dólares) en una semana.
Distribuía cocaína y marihuana; y compraba y guardaba 9 mm, mini Uzis,
muchos (rifles) AK-47”, relata.
Desde prisión, su “homie”
-cabecilla-, condenado a 60 años de cárcel por asesinatos, controlaba a
las clicas (células de la pandilla) y sus pasos. “Estoy segura que sabe
lo que hago hoy”, afirma.
Andrea creció en una barriada del sur
de la capital, territorio de Barrio 18, que disputa con la Mara
Salvatrucha el control de vecindarios en ciudades y aldeas. Su madre era
encargada de un edificio; su padre, un mecánico alcohólico.
HIJOS DE LA POBREZA Y LA VIOLENCIA
“La
niñez guatemalteca es presa fácil del crimen. El 95% de los menores en
delitos son pobres, con poca educación y familia desintegrada. Las
pandillas han hecho de ellos un brazo de la criminalidad”, advierte el
subsecretario de Bienestar Social de la Presidencia, Enrique Leal. Unos
820 niños y adolescentes -un alarmante crecimiento de casi 150% desde
2008- están en cuatro centros de menores, 17% por asesinato.
“Las
prisiones están llenas; unos salen, como yo, pero más entran. Hay
muchos niños, fáciles de manipular y con mucha necesidad, con 100
quetzales (12 dólares) hacen lo que sea”, lamenta Andrea, cuyo único
hermano escapó a la presión de las pandillas.
El representante de
Unicef en Guatemala, el sueco Christian Skoog, expresa que “es más
fácil para las pandillas convencer a los niños pobres, que no van al
colegio y no tienen oportunidades”, en un país con 50% de los menores de
cinco años con desnutrición crónica y el que dos de cada tres
adolescentes no van a la secundaria.
Y es que los delitos de los
menores en Guatemala son de alto impacto, coincidieron Skoog y Leal. Un
“niño sicario”, de 12 años, fue captado por una cámara en febrero cuando
mataba, de dos tiros en la cabeza, a un taxista. Hace poco más de un
mes, uno de 14 años mató a balazos a dos mujeres y un bebé en una
barriada del oeste de la capital.
Para Leal, la apuesta está en
llevar la educación a los centros. Andrea terminó su secundaria
encerrada pero, como muchos, cuando salió, volvió al mismo entorno
hostil. Aunque sin tatuajes visibles, está marcada. “Los nuevos de la
pandilla me miran. Los vecinos, los colectiveros me conocen; a los que
no, les oculto mi pasado”, confiesa.
Unos 50 homicidios por año
en Guatemala son atribuidos a niños, según Unicef. De enero a junio
fueron detenidos 889 “reclutados” por el crimen organizado, según el
ministro del Interior, Mauricio López. “A estos niños les fallaron sus
figuras primarias y ejemplos en la sociedad, pasaron de víctimas a
victimarios”, explica Jacqueline Díaz, psicóloga de menores reclusos,
incluida Andrea.
“PRESOS O MUERTOS”
Sectores
de la sociedad y del gobierno creen que las bandas reclutan a niños
para sicariato y extorsiones, porque la ley guatemalteca impone a los
menores un máximo de seis años de privación de libertad. Hay
legisladores que proponen juzgarlos como adultos. “Eso viola
convenciones internacionales de la niñez. La solución no es castigar
penalmente, sino rehabilitar, generar oportunidades para los jóvenes”,
opina Skoog.
En Guatemala, que sufrió 36 años de guerra, la
cultura de la violencia está arraigada, coinciden Skoog y Leal. A diario
hay 16 homicidios y en 2012 murieron violentamente 592 menores.
Jonathan,
de 16 años, de la pandilla Barrio 18, murió recientemente en un campo
de fútbol bajo las balas de “salvatruchos”, en la guerra por territorios
en el norte de la capital. “Tratamos de hacerles ver que en la pandilla
su promedio de vida es de 21 años pero, si logran escapar, pueden tener
futuro”, asegura Díaz.
Andrea ve a los nuevos niños pandilleros
en su colonia y sabe cómo van a terminar. “Presos o muertos”, sentencia.
Mientras lee en su celular un mensaje de texto de su hermano que
pregunta si está bien, reflexiona que aunque está libre no tiene
libertad. Sólo sale de su casa para ir a la Iglesia y a la Universidad.
“Ahora veo el daño que hice; mi mamá se rompe el lomo para darme
estudio: voy a ser abogada”, dice convencida, cerrando la conversación.
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Fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20130707/Guatemala-chicos-presa-facil-crimen-organizado-septimodia10.htm
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