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jueves, 1 de enero de 2015

Un mundo feliz



UN MUNDO FELIZ

Fundamerced
Caracas, 1-01-2015
Este es nuestro primer post del año 2015, y quisiéramos primeramente agradecer la deferencia de quienes nos siguen y que con sus comentarios nos animan a proseguir en nuestra labor, así sea criticándonos para que enmendemos errores y deslices. Así pues, reciban nuestro más caluroso saludo, así como nuestros más sinceros deseos para que este nuevo año que recién comienza sea pleno de paz y prosperidad para todos.

Siendo que hoy entre los católicos celebramos el Día Mundial de la Paz, instituido por Pablo VI, distinto al Día Internacional de la Paz instituido por la ONU, nos pareció pertinente referirnos entonces a la utópica búsqueda de la paz, perseguida desde todos los tiempos, y desde todas las latitudes, por miríadas y miríadas de personajes históricos; sin embargo, el tema es bastante extenso. La paz ha sido buscada desde diversas perspectivas y desde diversos campos: políticos, religiosos, académicos…Y recordé entonces que en mi ya lejana juventud leí con gusto un par de obras cuyo contenido describe el desenvolvimiento de las relaciones interpersonales en dos sociedades distintas; se trata de “El mundo feliz” de Aldoux Huxley, y “Yo visité Ganimedes” de Josip Ibrahim, cuyas lectura recomiendo.

En "Un mundo feliz" de Huxley, coexisten dos sociedades, una controlada totalmente por el Estado, y la otra en estado salvaje, totalmente fuera de ese control, a la que llaman “La Reserva”; en la sociedad controlada, los individuos disfrutan de unas magnificas condiciones de vida, tanto así que ni siquiera existen enfermedades, dado que éstas han sido totalmente erradicadas; pero disfrutan de esas condiciones en la misma medida de su respectivo rango social, pues esa sociedad está estratificada y conforme a ese rango es que son asignadas desde las funciones sociales a ser cumplidas por el individuo dentro de la estructura social de esa sociedad, así como los respectivos roles sociales a ser asumidos y observados. Empero, no existe en esa sociedad lo que denominaríamos la “libre determinación”, el “libre albedrío”; es el Estado quién aún antes de la concepción del propio individuo, determinará sí éste será un Alfa, soberbio y arrogante, o un Épsilon, sumiso y arrastracueros.  Pero, en esa sociedad, todos son felices. Es una sociedad altamente jerarquizada y organizada en estrictos estratos sociales, caracterizada por la homogeneidad de conducta de los individuos en orden a su respectivo rango social, todos totalmente felices, todos seguros de jamás ser víctimas de acto criminal alguno, pues no existía tampoco allí el fenómeno criminal, pero esa invariabilidad de comportamiento los convertía en una especie de marionetas, en seres carentes de personalidad propia, carentes de dignidad humana. 

Contrariamente a lo qué ocurre en esa sociedad controlada hasta en sus más mínimos detalles, coexiste la otra sociedad no sujeta a control, la de los salvajes, los de la Reserva: Subsisten como pueden, viven como quieren, poseen su propia determinación como individuos, pero son víctimas de la violencia y de las enfermedades, están agobiados por las carencias y el dolor, y son todos víctimas de sus impulsos y de sus propias pasiones, irrefrenables de por sí pero acá en la Reserva exacerbados por estar obligados a satisfacer por sí mismos sus propias necesidades, debido a que el Estado no se las proveía en modo alguno: alimentos, viviendas, fuentes de trabajo, servicios sanitarios y de salud, etc. 

Estos salvajes vivían inmersos en la violencia, plagados de miseria, víctimas de las enfermedades; eran felices, a su modo, pero no tan “felices” como los de “El mundo feliz”.  Sin embargo, debido a un error, en ese mundo feliz un individuo bajito, de tez no muy clara, como perteneciente a una “casta” inferior, se supuso erronéamente que era perteneciente a la casta dominante, a la de los alfa. En vez de centrarse en el estricto cumplimiento y observación de las pautas asignadas a los alfas, este raro individuo varió su comportamiento, distinguiéndose así por sus “excentricidades”: Recitaba constantemente versos de Shakespeare en vez de cumplir sus funciones, cuestionaba y criticaba el status quo, exigía que se le respetase su propia autonomía moral, evitando así ser encasillado en virtud de las normas culturales de esa sociedad controlada férreamente por el Estado.

Esta obra, “Un mundo feliz”, constituye para nosotros, más que ciencia ficción o una simple sátira, una utopía que pudiese ser alcanzada, en parte: La función del Estado es proveer al individuo de todas las condiciones que le permitan desenvolver y desarrollar plenamente su propia personalidad, cuestión ésta en la cual subyace total y absolutamente la noción de los derechos humanos.

Por otra parte, cómo contraste, "Yo visité Ganimedes" refiere las experiencias vividas debido al fenómeno OVNI, el de los llamados “platillos voladores”. Obviando este “pequeño” punto, ocurre qué el autor nos describe cabalmente a  una sociedad exenta del crimen.

Olvidémonos por breves instantes de nuestros conocimientos científicos acerca de sí existen o no los ovnis o sí se les ha de denominar platillos voladores o UFO's, o sí el satélite de Júpiter alberga o no vida; concentrémonos en el mensaje de esa obra: Una sociedad exenta de crimen, exenta de violencia.  

En síntesis, en esa fabulosa sociedad de Ganimedes, al individuo se le inculcan pautas culturales que impiden la proclividad criminal, al propio tiempo que gracias a unos poderes especialmente poseídos por los miembros de esa sociedad, todo individuo conoce de antemano toda acción que vaya a ser ejecutada por cualquier otro individuo, algo así como una especie de un don telepático que les permite leer las mentes: De este modo, se anticipan a la ejecución de todo hecho criminal, frustrándolo, evitándolo; pero no al modo usual entre nosotros, con patrullas ululando sus sirenas y despidiendo por doquier sus luces multicolores y centelleantes, sino reprendiendo entre todos a todo aquel que ose incurrir en hecho criminal. Consecuencia: El sujeto tiende a reprimir y controlar sus propios impulsos, tal y cómo es preconizado por la teoría de la contención social, formulada en el campo criminológico.

Ahora bién, esas pautas culturales son inculcadas mediante proceso de socialización muy semejante al de la antigua cultura espartana, desde el seno del propio hogar, transmitidas fielmente en el propio seno materno; y en una segunda fase, en forma sistemática por vía pedagógica mediante método muy parecido al propugnado por J. J. Rousseau en su "Emilio", cuya lectura también recomiendo. Atención: Los enlaces a los tres textos aquí recomendados conducen a archivos en formato PDF, de descarga libre y gratuita.  
  
Prosiguiendo: ¿Implica entonces que erradicaremos el crimen sí proveemos al sujeto de todo aquello que requiere para satisfacer sus necesidades, al propio tiempo que le inculcamos como contener su propio ánimo, reprimiendo sus propios impulsos y pasiones? Seguro estoy que Sócrates estará interesado en conocer nuestra respuesta. 

Ahora bién, ¿cómo responderíamos a esta cuestión? ¿Se abstendrá de delinquir todo aquél cuyas necesidades no existan por estar éstas constantemente satisfechas, siempre que le hayamos inculcado abstenerse de delinquir? Podríamos comenzar por contestar diciendo que necesidades siempre habrá por satisfacer; recuerdo la fábula de aquel perro que teniendo un gran trozo de carne entre sus fauces ve su propia imagen reflejada en las aguas de un río, y soltando la pieza que tiene en su propio hocico, se arroja al río para arrebatarle al otro la pieza que aparentemente sostenía con la mandíbula, perdiendo así ese perro la suya propia entre las aguas; recuerdo así mismo a las cabras, que paciendo tranquilamente en un prado, ansían pacer en otro prado mucho más alejado, por percibir aquellos pastos más apetecibles que los que tiene a su alcance. 

Nuestra respuesta: El ser humano posee una condición cuya naturaleza y complejidad imposibilita afirmar qué se abstendrá de delinquir aún cuándo todas y cada una de sus necesidades estén cubiertas y totalmente satisfechas, así se le hayan grabado a fuego qué debe abstenerse de delinquir.

A tales efectos podríamos traer a colación un hecho histórico, para así corroborar nuestro anterior aserto: En 1879 ocurrió un celebre motín a bordo de una nave británica, el motín del Bounty, y debido a ese hecho a la final buena parte de los amotinados arribaron a una isla para ese entonces deshabitada, desconocida y que no figuraba ni en los mapas de la época: Pitcairn.  

Réplica del HMS Bounty en el Museo Marítimo  
Nacional Australiano, en Sídney, Australia.
Ateniéndonos a la versión de los hechos que nos suministra un reconocido autor de esa época, Julio Verne, un grupo de sujetos es obligado a desembarcar en la isla Pitcairn, situada en la Polinesia, en medio del Océano Pacífico, al sureste de Nueva Zelanda; todos los desembarcados en esa remota isla se exterminaron entre sí, sobreviviendo apenas las mujeres, unos niños y un solo hombre. Verne no nos refiere cómo ni por qué se mataron entre sí, pero nosotros suponemos que la pugna por el poder, la avaricia y las apetencias sexuales influyeron decisivamente para que un puñado de marineros se matasen a mansalva entre sí, pese a hallarse en medio de alta mar, en una paradisíaca isla tropical sólo habitada por ellos mismos, pródiga en alimentos y con un excelente y saludable clima, absolutamente exenta de imposiciones fiscales o de orden religioso. Desde luego, determinar qué provocó ese sangriento conflicto podría arrojar luces que nos permitan establecer la diferencia neta entre un delincuente y un no-delincuente, pero por los momentos ese episodio histórico nos sirve cómo clara y evidente prueba de nuestro anterior aserto, que podríamos formular pesimistamente así: Nadie está exento de proclividad criminal.

¿Quiere adentrarse en la psicología de los personajes históricos aquí aludidos? Podría comenzar por leer a Julio Verne, aquí está el enlace: "Los amotinados del Bounty".

De manera pues, nos parece que la violencia está en nosotros mismos; el crimen no es aquello que propalan por allí, qué es una constelación multicausal de factores; esa es vana palabrería, vacua, sin sentido, falaz.
Por lo tanto, siendo congruentes con lo expuesto en este post, y qué igualmente constituye parte de los postulados de la Fundación Mercedaria, deberíamos más bién ocuparnos en robustecer la voluntad de aquellos quienes han delinquido, para así evitar que reincidan, al propio tiempo que inculcamos en las generaciones de relevo cuáles son las pautas de conducta socialmente aceptables cuya observación y estricto cumplimiento es requerido por la sociedad para coexistir pacíficamente y convivir socialmente en paz, orden y sosiego. Saber por qué sobrevivió sólo un hombre de entre los que se amotinaron en el Bounty y que fueron arrojados en la isla Pitcairn, y por qué se cambió el nombre por el de Adam o Adán es una simple disquisición carente de todo sentido práctico: John Adams, que así se hizo llamar ese noble patriarca, perteneció a otra cultura, a otra época; en la actualidad, …¡niños de hasta dos años de edad asesinan con armas de fuego! (¹)(²)(³) Sería, sí, interesante, adentrarnos en la cuestión y desentrañar la incógnita, utilísima para presentarla en formato APA en un evento académico, pero no para evitar que la criminalidad deje de desangrar y diezmar a la población.

Por lo tanto, como quiera que urgentemente se requiere de acciones criminogénicas que eviten o reduzcan al menos los índices criminales actualmente existentes, se hará necesario centrar entonces toda la atención en los procesos de socialización y resocialización social a los cuales han de ser sometidos todos los miembros de la sociedad, pero centrarnos en esos procesos al propio tiempo que constatamos que existen esas condiciones de vida que les permitirán a todos los miembros de la sociedad desenvolverse y desarrollarse libre y plenamente como requiere su propia dignidad humana, exigiéndolos de no existir, o exigiéndolos de existir deficientemente; ésta exigencia  ha de ser realizada no como una reivindicación social, sino como una obligación impretermitible del Estado, pues de no cumplirla implicaría no tanto una vulneración a los derechos humanos por parte del Estado, sino un delito imputable a los correspondientes funcionarios públicos, toda vez que evidenciaría mal desempeño en las funciones públicas, amén de constituir igualmente otros delitos, cómo podrían ser los de corrupción, o contra el erario público, o contra el patrimonio público.

¿Un sujeto no cumple las funciones inherentes a su cargo? Que sea relevado por otro que las cumpla. ¿Cobra por prestar el servicio de suministro de agua potable y envía agua inmunda, llena de bacterias y materias fecales? Debe ser relevado de la función, y además serle exigida responsabilidad por su impericia, ineptitud o torpeza, destituyéndolo del cargo y sometiéndolo a juicio. Sencillo. Delito no es sólo robar y matar. También lo es dilapidar los recursos pertenecientes a toda la sociedad, cobrando por no trabajar, o por desviar el poder, o para abusar de ese poder. El fenómeno criminal ha de ser atacado estructural y coyunturalmente.

Es algo así cómo sí descubriendo que la mujer nos es infiel en el propio sofá de la sala de nuestro hogar, botásemos entonces el sofá para así evitar más infidelidades; nada hacemos atosigando a los muchachos con una perorata en contra del bullying, sí quién dicta la charla es a su vez un sujeto agresivo y violento, que pisotea los derechos de sus congéneres; o sí  ese muchacho a quién le dictan esa charla es a su vez quién vende al detal pequeñas porciones de estupefacientes para ayudar a sostener a sus pequeños hermanitos, debido a que sus padres carecen de empleo y así es cómo obtienen algo de dinero para el sustento diario; o, más simple, cómo obligar a ese muchacho a que contenga sus impulsos violentos, sí a diario y cotidianamente vive inmerso en una sociedad violenta, y percibe la impunidad del crimen, y presencia
constantemente cómo es ensalzado quién abusa de otros o quién exhibe groseramente riquezas obtenidas ilegítima o ilegalmente; cómo obligar a ese muchacho a qué tenga un buen comportamiento sí nosotros hasta para conseguir comida en vez de pagar cómodamente su respectivo precio ante una caja registradora, tenemos que hacer uso de toda nuestra fuerza y toda nuestra agresividad para que no nos dejen sin nada cuándo conseguimos algún vívere o comestible para llevar a la casa: El desabastecimiento de alimentos también hace aflorar el cavérnicola que todos llevamos en nuestro ser.

Así pues, sí sabemos que en las carreteras operan bandas criminales gracias a la falta de vigilancia policial y a la falta de alumbrado público, exijamos que sean prestados esos servicios; sí sabemos que quienes delinquen son defendidos incondicional y gratuitamente por el propio Estado, revisemos entonces esa obligación del Estado a la luz de una adecuada política criminal, para así defender los intereses de la sociedad en vez de defender los intereses de los criminales; sí sabemos que desde las cárceles son dirigidas
las acciones de bandas criminales en la calle, bloqueen entonces las señales de los teléfonos móviles celulares en todos los recintos carcelarios, y así evitamos la escalada de extorsiones y secuestros ejecutados desde las cárceles; sí sabemos que al llamar por teléfono pidiendo ayuda a la policía no nos van a atender, por no existir un único número telefónico para pedir auxilio policial, exijamos entonces que sea implementado un único número para llamar en caso de emergencias, exigiéndo así mismo sea eliminado por ineficiente el sistema instaurado de llamar a una infinidad de números para pedir auxilio, dependiendo del sitio dónde nos encontremos;  sí sabemos que la Justicia trabaja sólo en horas de oficina, de lunes a viernes, y que la sociedad queda a merced del hampa 24 horas los 365 días del año, exijamos entonces que los funcionarios encargados de administrar justicia y de cuidar, salvaguardar y proteger a la sociedad trabajen entonces las 24 horas del día, los 365 días del año, pues el hampa no descansa ni reposa ni da tregua: Que los jueces, los fiscales del ministerio público y los policías, sin excepción, presten servicio las 24 horas del día, los 365 días del año. La impunidad se ataca atacándola, constantemente. ¿Alguien nos apoya? ¿Muchas horas al día para el pobre funcionario? Formen turnos. ¿Excesivo? ¿Arduo? Renuncie, nadie es imprescindible; siempre habrá quién ocupe el cargo, y cumpla la función inherente.

La masacre de Iguala, México: Un caso de incumplimiento de las funciones del Estado

¿Qué ocurrió en Iguala, México? ¿Por qué desaparecen a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa? ¿Por revoltosos? ¿Por izquierdistas? No, los atacan por haber abierto los ojos y exigir al gobierno que cumpla las funciones inherentes al Estado, poniendo a disposición de todos los ciudadanos las condiciones de vida que les permitan desenvolverse y desarrollarse plenamente como seres humanos; y los atacan para evitar que así cómo abrieron los ojos, se los abran al resto de la población. Y esas exigencias no son de ahora, nosotros las remontamos a los años 50 del siglo pasado, y advertimos que desde aquella época la situación de los pobres no ha cambiado mucho, siguen siendo pobres, con más cosas, pero igual de pobres. Sin embargo, recientemente esas mismas exigencias fueron manifestadas hasta con protestas callejeras, como es el caso del movimiento conocido como #YoSoy132, que iniciado para exigir la democratización de los medios de comunicación, un tercer debate entre los candidatos presidenciales en las elecciones de 2012 así como para rechazar la supuesta imposición mediática del ahora presidente mexicano Enrique Peña Nieto por parte de los medios de comunicación;  terminó a la larga como un movimiento que recordó y trajo a la memoria de los mexicanos los trágicos sucesos que los enlutó en el pasado, incluyendo represalias gubernamentales en contra de los movimientos obreros, sindicalistas, estudiantiles y hasta de profesionales en los años sesenta así como la masacre de Tlatelolco en el ‘68, justo diez días antes de la celebración de las Olimpíadas en México ese año 1968, con sus miles de lesionados y desaparecidos y sus centenares de muertos, cuya cifra oscila entre los 200 y los 1.500 fallecidos, según la fuente; pero a raíz de ese movimiento también se recordó y trajo a la memoria colectiva los diversos fraudes electorales, las diversas crisis económicas sufridas en los últimos 30 años, la matanzas en Acteal, las represiones en Atenco y Oaxaca, la impunidad en cuanto a los feminicidios en Ciudad Juárez, y recordaron asimismo la rabia y la indignación por los niños muertos en la guardería ABC, así como por los 60 mil muertos durante la guerra contra el narcotráfico, exigiendo así justicia ese movimiento #YoSoy132, y asegurando seguir luchando hasta obtener efectivamente justicia.  
Por supuesto, la masacre de Iguala impele al pueblo mexicano a exigir como sociedad la renuncia del actual presidente mexicano: Culpan al propio Estado por la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, dado que funcionarios públicos se coludieron con cárteles del narcotráfico para atacar a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
bajo la mirada complaciente del propio ejército mexicano; y ahora el pueblo mexicano exige que esos estudiantes normalistas aparezcan vivos, que cesen los asesinatos y las desapariciones, así como exigen que sean castigados penalmente los responsables de todas esas muertes y desapariciones forzadas. Sin embargo, siguen ocurriendo más asesinatos, desapariciones, etc. Sigue imperando el crimen. Ya el fenómeno criminal hizo metástasis en el tejido social de la sociedad mexicana. México fue despertada por los estudiantes normalistas desaparecidos forzosamente y buscándolos, en vez de hallarlos, México encontró decenas de fosas clandestinas, repletas de cientos de cadáveres cuya identidad desconocen.

¿Qué podría hacer un Criminólogo al respecto? ¿Cómo resolver el problema de la criminalidad?¿Indagando por qué sólo sobrevivió apenas un hombre en la Isla Pitcairn tras haber sido arrojado allí con una decena más de hombres, por haberse amotinado en un buque? ¿Estableciendo qué existe una anomalía cromosómica en los genes de una araña mona tornándola psicópata, y que sí traspolamos ese dato habremos resuelto entonces el origen de las psicopatías en los humanos? No, nosotros suponemos que la Criminología debe formular de inmediato un plan de acción a corto, mediano y largo plazo para atacar a ese fenómeno criminal,y así resolver el problema de la criminalidad; y no me refiero a comprar más patrullas, o a instalar piscinas en las cárceles.

Recientemente vimos con asombro cómo con ocasión de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, México, se afirmó que el Estado murió, que el Estado ha muerto. No el Estado no puede morir, es apenas una variedad de una forma de organización social, cómo lo son las hordas, los clanes, las tribus, etc. Que no funcione es otra cosa, o qué funcione en forma anómala es otra, cómo cuándo en vez de proveer recursos para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, se ocupa más bién de atornillar en un puesto a un sujeto para así evitar que lo tumben, o cuándo se ocupa de enriquecer a unos cuántos de su propio entorno familiar o de amistad, en desmedro y en perjuicio de los restantes miembros de la sociedad, perjudicando a sí a la gran mayoría. Y es por ello que las protestas de la ciudadanía son legítimas, y es por lo cual constituye un delito y un acto criminal la represión de esas protestas públicas
De modo pues, atacar el fenómeno criminal se dice fácil; pero es un problema cuya solución requiere un esfuerzo distinto al que emplearíamos para cambiar un bombillo quemado, sustituyéndolo por otro nuevo. A todas esas dificultades así advertidas, hemos de agregar otra: Las normas culturales juegan un rol predominante en la cuestión; ya no se trata de sí es delito sólo aquello que transgrede nuestros más íntimos sentimientos de piedad y probidad, parafraseando a Garofalo. La dinámica social implica que las referencias culturales de toda sociedad sufren continuas y constantes transformaciones; lo que ayer era inaceptable, quizás hoy sea lo aceptable; pero aún así hay comportamientos que chocan hasta contra nuestra propia naturaleza, cómo sería mantener relaciones sexuales con animales, y aún así existen partidarios del matrimonio zoofílico (). Existen culturas dónde es aceptable el canibalismo; no obstante, comer carne humana es repugnante, nos degrada como seres humanos: Aún así existe una secta en la India que practica el canibalismo, los  Aghori, y son considerados unos santos, no pertenecen a ninguna casta, son parias, descastados, pero son santos (); en  algunas
sociedades occidentales los caníbales van presos, como ocurrió recientemente entre nosotros, en Venezuela (); sin embargo, en otras sociedades occidentales contemporáneas parece que esa perversión es socialmente aceptable, políticamente correcta. Idi Amin Dada, el último Rey de Escocia, un vil tirano ugandes, era canibal, y practicaba el mobbing político, peor que el propio Adolf Hitler;  para eliminar a sus adversarios, se los comía, literalmente. Y parece que esa es una práctica usual en otras culturas: Comerse a la gente.
Tenemos así entonces que no sólo hemos de atacar al fenómeno criminal tanto estructural como coyunturalmente, sino que hemos de establecer cuáles son esas normas culturales que resultan adecuadas e idóneas en atención a la dignidad de la condición humana. En otras épocas nuestros referentes culturales nos permitían orientarnos por la ciencia, la cultura, etc., y nuestros dechados eran los científicos, los filósofos, etc.; en la época actual parece que esos referentes culturales han sido sustituidos entre otros por parámetros más frívolos y pedestres como el dinero, y de allí que hasta inescrupulosamente su obtención constituya el actual “leitmotiv” de una gran cantidad de individuos: Aún cuándo posean estudios de cuarto y quinto y sexto nivel, sí pueden obtener algo de dinero extra así sea prostituyéndose, se prostituyen: Sin tetas no hay paraíso. En otras épocas, el dinero era un medio, no un fin; la gente podía comprar títulos nobiliarios con el dinero, podía “blanquear” su sangre cómo ocurrió durante la época colonial en Hispanoamérica; ahora, es un fin en sí mismo, aún cuándo algunos lo utilizan como un medio para comprar implantes y colocárselos, adulterándose mediante cirugías: cabellos, senos, nalgas, bíceps, tríceps, cuádriceps… El mundo feliz se torna más inalcanzable cada día. El desarrollo tecnológico y científico alcanzado dejó atrás y totalmente rezagada a la evolución y al desarrollo de lo ético, de lo moral, pues aún seguimos regidos en cuanto a comportamiento se refiera por nuestros atavismos y por nuestras hormonas, y no por nuestro neocortex.

Este sería nuestro balance. Auguramos mayor ventura y prosperidad para todos en este nuevo año que recién comienza, pero debemos evitar que los árboles nos impidan ver el bosque. El fenómeno criminal está inmerso en nuestras sociedades, pero la violencia está en cada uno de nosotros mismos.

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