El Ejército en la noche de
Iguala
Información
obtenida por MILENIO revela que tras los ataques de policías a normalistas,
soldados del 27 Batallón de Infantería sí tuvieron contacto con estudiantes en
hospitales.
Sitio donde ocurrió el primer ataque contra los normalistas. (Rogelio Agustín) |
Reportaje porJuan Pablo
Becerra-Acosta M.
Iguala, Guerrero
¿Qué hicieron los soldados del 27 Batallón de Infantería del Ejército la
noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del año pasado, cuando 43
estudiantes de Ayotzinapa desaparecieron en Iguala? MILENIO pudo reconstruir
paso a paso, cada hora, las acciones de los militares.
De acuerdo con información que consta en el expediente del caso elaborado
por la Procuraduría General de la República (PGR), a la que tuvo acceso este
reportero, así como testimonios recabados con algunos oficiales y elementos de
tropa del 27 Batallón de Infantería destacamentados en esta ciudad, la noche
del 26 de septiembre los militares estaban al tanto de lo que estaba
aconteciendo en este lugar: las agresiones a balazos contra los normalistas.
La mayor parte ocurrió a una distancia de dos kilómetros en línea recta del
cuartel.
Más tarde, luego de los tiroteos, los militares tuvieron contacto con varios
estudiantes en dos instalaciones médicas: el Hospital General y el Hospital
Cristina, cercanos a su cuartel.
En los hechos de septiembre pasado, los criminales atacaron
el autobús del equipo Avispones de Chilpancingo y mataron
a dos tripulantes. (Rogelio Agustín)
|
De la investigación periodística se desprende que los soldados no detuvieron
ni trasladaron a ninguno de los normalistas que estaban en esos hospitales
aquella noche ni en la madrugada del día siguiente porque, hoy se sabe, se
trataba de... sobrevivientes de los violentos acontecimientos perpetrados por
policías y criminales sin uniforme.
Personal médico, administrativo y de enfermería consultado también por
MILENIO confirmó que los soldados únicamente verificaron la identidad de los
heridos y, al percatarse que se trataba de estudiantes y no de delincuentes, no
procedieron de ninguna forma contra ellos.
Al comienzo de los acontecimientos, el secretario de Seguridad Pública del
municipio, Felipe Flores (hoy prófugo), mintió: vía telefónica dijo que no
tenía conocimiento de ningún incidente con estudiantes de Ayotzinapa, aseguró
que sus elementos estaban apostados en las entradas de la ciudad y, a pregunta
expresa del comandante del Batallón, José Rodríguez Pérez, negó que él o sus
hombres hubieran detenido a algún normalista. Hoy se ha confirmado que sus
policías y los de Cocula capturaron a los estudiantes y los entregaron a
criminales del cártel Guerreros Unidos, conforme a lo asentado en las
averiguaciones de la PGR.
El gobierno de Guerrero se negó a intervenir cuando los hechos ya estaban en
desarrollo, de acuerdo con una conversación telefónica que sostuvo el mismo
comandante militar con José Adame Bautista, coordinador operativo de la Policía
Estatal en la zona norte, a la cual pertenece Iguala. Sobre el despliegue de
sus elementos, el funcionario dijo: “No van a salir hasta que me lo ordenen mis
superiores”, cosa que no ocurrió.
Los soldados no intervinieron en las balaceras que hubo porque, de acuerdo
con las normas que los rigen (citan los militares los artículos 21 y 115
constitucionales), tienen que hacerlo a petición de la autoridad civil, lo cual
no ocurrió, según explicaron oficiales a este diario. Cuando sí salieron a
recorrer las calles fue ante denuncias ciudadanas anónimas (telefónicas)
realizadas posteriormente a los hechos, las cuales alertaban sobre la aparición
de cuerpos heridos o muertos en determinadas calles, así como a la presunta presencia
de hombres armados al interior de un hospital, y a la “posible agresión de
gente armada contra civiles”, dijeron.
Una docena de padres de los estudiantes se presentó en el cuartel del 27
Batallón de Infantería un día después de los hechos con el fin de solicitar a
los soldados ayuda para hallar a 56 personas que hasta ese momento estaban
perdidas. Según los testimonios de los soldados, los padres declararon en ese
momento que tenían información de que los estudiantes habían sido
levantados por policías de Iguala.
La noche de aquel viernes, la mayor parte de los militares estaba franca y
en el cuartel solo permanecían de guardia 23 elementos, así como una Fuerza de
Reacción compuesta por 21 soldados y 41 elementos de personal administrativo,
entre cocineros, meseros, oficinistas y mecánicos.
***
Para los soldados, su actividad extramuros empezó cuando, hacia las 10 de la
mañana, en la carretera Iguala-Puente de Ixtla, a la altura del kilómetro 44,
un tráiler que transportaba 35 toneladas de nitrato de amonio, sustancia
inflamable que genera vapores altamente tóxicos, volcó. Hacia allá se dirigió
la Fuerza de Reacción compuesta por un oficial y 21 elementos de tropa, con el
fin de aplicar el plan DN-III-E. Los militares volvieron al cuartel cerca de las
11 de la noche.
Sin embargo, a esa hora, en las instalaciones militares ya hacía rato que
había comenzado a fluir la información sobre lo que ocurría en distintos puntos
de la ciudad y sus inmediaciones: a las 21:20 horas el C-4 de Iguala informó al
27 Batallón que un grupo de normalistas a bordo de un autobús había arribado a
la central de Estrella Blanca, que está a dos kilómetros en línea recta del
cuartel. Ahí los estudiantes se apoderaron de dos autobuses de la empresa Costa
Line.
Poco después de las nueve y media de esa noche, el C-4 informó al cuartel
militar que los normalistas habían salido del lugar con tres autobuses, y que
iban seguidos por elementos de la Policía Municipal. Minutos más tarde se
produjo una primera escaramuza entre estudiantes y policías en el cruce de las
calles Hermenegildo Galeana y Melchor Ocampo. Ahí hubo disparos de los policías
luego de que los jóvenes lanzaron piedras y palos al momento de ser
interceptados. Ese lugar se ubica a dos kilómetros en línea recta del cuartel.
A las 10 de la noche el comandante del 27 Batallón fue informado por el C-4
que en la calle de Juan N. Álvarez esquina con Periférico Norte había
detonaciones y una persona herida de bala. Este punto también está a dos
kilómetros de distancia de las instalaciones militares.
Veinte minutos más tarde, a la salida de la carretera Chilpancingo-Iguala,
cerca del nuevo Palacio de Justicia, policías municipales que se trasladaban en
ocho patrullas ya tenían rodeados a estudiantes que viajaban en el autobús con
número 1531. Los policías iban vestidos de negro y varios de ellos llevaban
pasamontañas. Usaron gases y bajaron a los normalistas que iban en el vehículo.
Ese sitio está a 2.3 kilómetros en línea recta.
Iban a dar las 11 de la noche cuando los elementos de la Fuerza de Reacción
regresaron del sitio de la volcadura del tráiler, pasando a 400 metros del
lugar donde los policías habían capturado a los estudiantes minutos antes.
Comenzaban a bajar de sus unidades, pero el comandante les ordenó que se
dirigieran al Hospital General, ya que se había recibido una llamada de alguien
que informó que personas heridas de bala habían sido ingresadas ahí. El lugar
está a 300 metros en línea recta del batallón. Cuando llegaron los soldados
confirmaron que había tres heridos de bala: dos estudiantes con lesiones leves,
uno en un brazo (Erick Santiago) y otro en una mano (Daniel Martínez). El
tercero estaba en coma y permanece así hasta hoy: Aldo Gutiérrez. Los militares
volvieron al cuartel poco antes de las 12 de la noche.
Pocos minutos después llegaron a las instalaciones militares ocho
integrantes del equipo de futbol Avispones de Chilpancingo para pedir auxilio.
Casi a la medianoche el comandante ordenó a sus soldados dirigirse al sitio
en el que fueron agredidos los jóvenes futbolistas, uno de los cuales falleció,
además del chofer del autobús en el que se transportaban, así como un taxista
que quedó en medio del fuego de los policías municipales.
Alrededor de las doce y media se presentaron los primeros elementos de la Policía
Federal.
Ante lo que iba sabiendo de lo que sucedía en las calles, el comandante
organizó otra Fuerza de Reacción con el personal que tenía disponible. Y la
envió a patrullar.
Después de la una de la mañana esta segunda unidad militar se dirigió al Hospital
Cristina, en la calle Juan N. Álvarez, para verificar información que llegaba
al C-4 en el sentido de que gente armada había llegado al lugar y que había
evacuado a todo el personal médico y de enfermería para atrincherarse
ahí.
En trayecto al hospital, los soldados pasaron frente a dos cuerpos que
yacían abatidos en la calle Juan N. Álvarez pero no se detuvieron y siguieron
de largo hacia la clínica Cristina, a la que arribaron 15 minutos después. Fue
ahí donde los militares tuvieron un contacto más prolongado con estudiantes
sobrevivientes.
Cuentan que al llegar, todas las luces estaban apagadas. Llamaron a la
puerta y un hombre les abrió, levantó las manos en cuanto los vio, se
tranquilizó y encendió las luces de la recepción. Era uno de los normalistas de
Ayotzinapa.
“Arriba hay más de nosotros”, les dijo.
Los soldados revisaron todo el inmueble, los 15 cuartos del lugar y la
azotea. Los normalistas, 24 en total, y un hombre que dijo ser profesor, fueron
a la planta baja y se sentaron tanto en las bancas de la recepción como las del
pasillo. Los jóvenes explicaron que habían sido baleados por policías
municipales y que uno de ellos estaba herido en el rostro, en el labio
superior, como comprobaron los militares al hallarlo en un cuarto adicional.
Aquí es donde hay divergencias de testimonios: según los normalistas, los
militares no los dejaban hacer llamadas, les tomaron fotografías, se burlaron
de ellos y les impidieron hablar:
—¡Cállense! ¡Ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos, pues
ahora éntrenle y aguántense! —les habrían dicho los soldados a los estudiantes,
según declaró a la cadena Telemundo el estudiante Omar García.
Los soldados entrevistados niegan la versión y cuentan que llamaron a una
ambulancia para que atendieran el herido, y recibieron la orden de regresar a
donde habían visto los dos cuerpos abatidos junto a tres autobuses que habían
sido usados por los estudiantes.
Más tarde, el oficial a cargo recibió la orden de volver al hospital
Cristina para custodiar y proteger a los sobrevivientes. En ese momento el
grupo militar se dividió en dos: un oficial y seis elementos de tropa
permanecieron junto a los cadáveres y otro oficial con seis elementos de tropa
regresaron a la clínica.
Minutos después de las dos de la mañana arribaron, pero los estudiantes ya
no estaban ahí: el herido fue llevado en un taxi al Hospital General y los
demás se retiraron a pie, según narró un médico del Cristina. Los soldados se
fueron también, de vuelta hacia los cadáveres.
Felipe Flores, ex titular de la SSP
igualense, permanece prófugo. (AFP)
|
A las tres de la madrugada, ya con presencia de algunos periodistas, llegó
al lugar un autobús con normalistas. Hubo un intercambio verbal sin
consecuencias: uno de los estudiantes espetó que los agresores eran del
“gobierno”, del “Estado”.
Los soldados permanecieron custodiando los cuerpos hasta que un agente del
Ministerio Público, un perito en criminalística y un médico forense concluyeron
su trabajo.
El regreso de estos soldados a su cuartel fue poco antes de las seis de la
mañana. El del primer grupo, el que estaba con Los Avispones, dicen que había
vuelto tres horas antes.
El 28 de septiembre, el comandante del 27 Batallón se reunió con 20 padres
de familia de los estudiantes, quienes le pidieron auxilio para localizar a 56
personas desaparecidas. Los papás declararon que sus hijos habían sido
“detenidos” por agentes de la policía municipal de Iguala.
___Fuente:
http://www.milenio.com/politica/Ejercito_en_Iguala-estudiantes_de_Ayotzinapa-contacto_de_Ejercito_con_normalistas_0_452954727.html?utm_source=Twitter&utm_medium=Referral&utm_term=Politica&utm_campaign=Milenio
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