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lunes, 22 de diciembre de 2014

Ayotzinapa vive!



Ayotzinapa vive!



  

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Caracas, 22-12-2014
La masacre de Ayotzinapa consiste en una desaparición forzada en Iguala, México, ejecutada mediante una serie de episodios de violencia ocurridos durante la noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27 de septiembre del 2014, dirigida y ejercida principalmente contra estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, también conocida como Escuela Normal Rural de Ayotzinapa; y cometida por policías municipales del municipio de Iguala de la Independencia, en el Estado mexicano de Guerrero, en colusión con cárteles del narcotráfico y con la probable participación del ejército mexicano. Los hechos
dejaron un saldo de al menos seis personas fallecidas, veintisiete heridos y la desaparición forzada de 43 estudiantes de esa escuela normal rural, uno de los cuales apareció posteriormente muerto.

Con posterioridad a los hechos, en la búsqueda de los estudiantes desaparecidos, fueron efectuados intensivos rastreos por parte de las propias comunidades en apoyo a los padres y familiares de los desaparecidos, infructuosamente; apareció sí, una innumerable cantidad de fosas clandestinas, con infinidad de restos humanos inhumados, pero ninguno perteneciente al de los estudiantes normalistas
desaparecidos, sino al de otras víctimas cuya identidad se ignora. Esa afán de búsqueda provocó fuertes reacciones entre la opinión pública mexicana, quienes exigen aparezcan vivos los estudiantes desaparecidos, y a tales efectos no sólo marchan constantemente protestando pacíficamente por las calles, sino que exigen no queden impunes esos crímenes, reclamando justicia a la vez que exigen cesen las muertes y las desapariciones. Sin embargo, la violencia persiste, tanto por efecto de la represión policial como a causa de la criminalidad imperante; debido a ello, no sólo siguen muriendo mexicanos por exigir justicia, sino que los mexicanos siguen muriendo a manos del hampa, así cómo siguen siendo ejecutadas más desapariciones forzadas, y en el menos grave de los casos, las consabidas golpizas y detenciones; aunado a ello, a esa violencia ha de añadirse igualmente la violencia mediática y hasta la cibernética, empleadas para acallar esas voces de protesta, violencia materializada tanto por matrices de opinión generadas desde los medios de comunicación que apoyan al gobierno mexicano, como por los ataques a la libertad de expresión en las redes sociales, objeto de agresiones y de actos de sabotaje cuyo fin es impedir que los manifestantes difundan su voz de protesta por vías electrónicas, “tumbando” hasta las etiquetas utilizadas para distinguir sus mensajes: Palpable ejemplo es el hashtag #YaMeCanse …ya va por el #YaMeCanse10…debido a que las nueve anteriores versiones han sido inutilizadas por hackers y bots, pagados por inescrupulosos.


Sirva lo anterior como vívido ejemplo de mobbing político: Ya no se trata de una mera violencia con fines políticos, pues la rebasa en cuanto a su contenido y fines, dado que es distinta a la pugna entre dos facciones distintas, procurando imponer su propia ideología a la contraria. La masacre de Ayotzinapa pone en evidencia la existencia de un Estado cuyos fines y objetivos desnaturalizó, y que los desnaturaliza por complacer al crimen organizado, quién lo corrompe para actuar impunemente y para que incurra en desviación de poder, al extremo de coludirse y hacerse su cómplice: La pugna no es ideológica: El motivo de la pugna es por obtener las condiciones de vida que les permitan subsistir, al propio tiempo que incrementar esas condiciones a un nivel óptimo para así desarrollar libremente su propia personalidad, y trascenderse a sí mismo como seres humanos. La pugna es para librarse y zafarse de las carencias materiales que les impiden desenvolverse con libertad. Y el Estado, en vez de ocuparse en poner a disposición de sus connacionales esas condiciones de vida, se ocupa de incumplir precisamente esa obligación, qué constituye su función primordial: Velar por la existencia de esas condiciones de vida.

Empero, no quisieramos ahondar más sobre la cuestión; por lo tanto, aprovecharemos la presente oportunidad para presentarles un video que hemos realizado, mostrando imágenes de las protestas iniciales por el caso de la desaparición de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa; y que hemos vuelto a musicalizar con la canción “Los Hijos de Sanchez”, inspirada en la obra homónima del antropólogo Oscar Lewis.


                   
Ayotzinapa vive! from FUNDAMERCED on Vimeo.

Esperamos que el video sea del agrado de todos, y goce de aceptación entre nuestros lectores. Seguros estamos que refleja nuestras más profundas convicciones. El delito es algo más que la simple conjunción de simples factores aislados, así cómo el delincuente es algo más que su propia circunstancia. Es por ello qué para explicarnos qué ocurrió en Iguala la fatídica noche del 26 de septiembre pasado, nos remontamos entonces a varias décadas atrás para tratar de encontrar esa explicación; y no es qué no conozcamos de la Historia reciente de México, sino que precisamente son hechos actuales de la historia mexicana los que nos impelen a indagar en su pasado, y nos encontramos entonces con los trabajos de Oscar Lewis, extrayendo y deduciendo qué por el poblador pobre y humilde poco se ha hecho, sin que por ello incurramos en culpar al sistema económico imperante, atribuyéndole el poder de convertir en delincuentes a quienes sean pobres. De lo que se trata es mucho más complejo.

Veámoslo con un simple ejemplo. En anteriores post reseñamos la intervención del Presidente Peña Nieto, al inaugurar en Puebla el evento denominado "XII Encuentro Iberoamericano de la Sociedad Civil: Nuevos roles y expresiones de la sociedad civil"; y nos pareció encomiable la iniciativa gubernamental al brindar a las ONG's apoyo material para la promoción, respeto y protección de los derechos humanos, aliándose así con organizaciones de la sociedad civil para que sean éstas quienes impulsen y fortalezcan una nueva y vigorosa cultura a favor de los derechos humanos. Sin embargo, apenas doce días luego de ese evento ocurrió la masacre de los estudiantes normalistas en Iguala. ¿Qué pasó? ¿A dónde fueron los discursos sobre inclusión social,  el combate de la pobreza, el respeto a los derechos humanos, la justicia y la seguridad pública, la protección de los menores y los migrantes, la igualdad y la no discriminación? De seguro quedaron en el papel, como mera formalidad; el fondo de la cuestión no ha sido resuelto. Y así cómo claman por Justicia en Ayotzinapa, claman también en otras muchas partes del mundo.

En otras palabras, la garantía de los derechos humanos no viene dada por la mayor o la menor cantidad de recursos materiales que pudiesen ser invertidos o gastados, así cómo tampoco decrecerán los indíces de violencia por la mayor o menor cantidad de dineros públicos aplicados para atacar al crimen; importa sí, y son necesarios, pero el crimen no es un fenómeno coyuntural, sino estructural: Siendo así, debería ser atacada la impunidad, sin excepción alguna,  cómo exigen a gritos a raíz del caso Ayotzinapa.

Ahora bién, ¿Cómo atacar la impunidad? Es una cuestión de política criminal, y básicamente versaría sobre el castigo oportuno de quién delinca, bajo una adecuada segregación social para así asegurar la eficaz aplicación de un proceso de resocialización, única vía para preservar y proteger los derechos humanos del resto de los miembros de la sociedad que no están delinquiendo, sino comportándose observando estrictamente los dictados de la Ley. 

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