LUZ DE GAS
Hacer
“luz de gas" consiste en
conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razón y hasta de los hechos
que presencia. Se trata de un eficacísimo método de acoso basado en la
manipulación de la situación a fin de anular la voluntad de la víctima. Quien
prefiera obviar los hechos, por comodidad, está colaborando con un verdugo, con
la mezquindad de alguien que se cree con capacidad para incapacitar a otra
persona, con una situación de terror psicológico. Es cuestión de conciencia.
El
acoso puede caer sobre una persona que lleva muchos años trabajando en la misma
empresa, con buen rendimiento y sin grandes dificultades ni problemas. Cuando
esto ocurre, generalmente hay un conflicto previo que puede ser de cierta
sustancia. Hemos de aclarar que el conflicto es inevitable en las
organizaciones humanas, y por eso todas tienen mecanismos para regular su
expresión y para buscarles solución. Una buena gestión del conflicto puede ser
creativa y beneficiosa para la empresa y las instituciones en general, de la
misma forma que una situación de crisis personal, bien llevada, pueden
favorecer el desarrollo y fortalecimiento del carácter.
Los más hábiles acosadores ni siquiera necesitan que exista un conflicto real; puede crearlo a partir de la tergiversación de un incidente o malentendido, en el que el papel de la víctima es meramente secundario, o pueden simplemente inventarlo de la nada. A partir de ahí, sólo se trata de conseguir involucrar a otras personas como cómplices para estigmatizar a un inocente.
Una vez elegida la víctima, comienza el acoso propiamente dicho. Las técnicas básicas de acoso para la progresiva destrucción psicológica de una persona incluyen los siguientes puntos:
a)
Someterle a acusaciones o
insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o expresarse, recurriendo
incluso a la burla o ridiculización personal.
b) Aislarle de sus compañeros, privarle
de información, interrumpir o bloquear sus líneas de comunicación, cortarle el
teléfono y bloquear su ordenador.
c) Desconsiderar e invalidar su
trabajo, distorsionar o tergiversar sus actividades y comentarios, atribuirle
motivaciones espurias o vergonzantes.
d)
Desacreditar su rendimiento, ocultar
sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos,
tanto reales como aparentes.
e)
Comprometer su salud física y
mental, mantenerle bajo constante presión, crearle tensiones y frustraciones,
obligarle a trabajar en lugares incómodos o insalubres, mal iluminados y
ventilados.
f) Establecer agravios comparativos,
mediante diferencias de trato, distribución injusta o desigual de tareas o
actividades, de permisos, premios o remuneraciones, etc.
g) Dificultar el ejercicio de sus
funciones, someterle a cronofagia y a distracciones físicas (ruido, música,
charloteo, reparaciones…), saltarle en la línea jerárquica (bypass, en argot
médico), recabar información y dar instrucciones directamente a un subordinado
suyo.
h)
Proporcionarle información confusa o
contradictoria, darle instrucciones erróneas y cambiantes, asignarle mucho
trabajo o muy poco, exigirle rendimientos altos en una tarea para la que no
está cualificado o, al contrario, ordenarle otras muy por debajo de su
formación y capacidades (abuso intelectual).
Una
vez iniciadas las conductas de acoso, cada vez más miembros de la organización
van aplicándolas contra el acosado, como si se extendieran por un mecanismo de
contagio que recuerda al que Lorenz describe en las ratas. Cuanto
más se parece una institución a una camada de ratas, más probable es en ella el
acoso laboral. El acosador principal, generalmente un superior mediocre y
narcisista, combina su actividad persecutoria con una rara habilidad
carismática para atraer a otros a su juego.
Por
eso ha sido descrito tantas veces como un "psicópata de doble cara":
puede ser encantador cuando se trata de destruir a sus víctimas. En particular,
es un artista en el manejo del rumor, que airea a veces como si intentara
defender al acosado, y la atención sobre éste es enorme. El trepa más próximo
se ocupa de espiarle y buscar información confidencial que pueda dañarle, de
inventar y propagar chismes creíbles, de provocarle e inducirle a error. La
calumnia se desata en toda su virulencia, sobrepasando los límites estrictos de
la organización. Si la víctima busca apoyo o consejo en alguien, el acosador
principal considerará este contacto como un ataque contra la empresa, y
amenazará al presunto consejero hasta que, para demostrar su lealtad, éste
traicione la confianza en él depositada. Por eso nadie quiere hablar con el acosado,
y mucho menos defenderle.
En
ocasiones, los murmuradores de buena fe quedan sorprendidos al descubrir que no
saben qué es lo que tienen contra la persona a la que critican, aunque sí saben
que "es público y notorio"... que hay que tener algo en contra de él.
Simplemente, han captado las emanaciones malignas de un acosador principal, al
que hacen el juego sin ser conscientes de ello, como ratas que atacan excitadas
por las vibraciones emocionales de su clan.
O
si estás un el departamento con una caja de peculio, y te dejan al relevo mas
dinero de la cuenta, y uno lo refleja en el libro de incidencias. Y ese peculio
desaparece quedando el que reflejaba el libro en un principio..........
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Extracto del libro: “El Maltrato Psicológico. Cómo defenderse del Mobbing y otras formas de acoso”, Capítulo 7, Espasa-Calpe (Madrid) 2002, ISBN 84-670-0016-3, de José Luis González de Rivera, Doctor en Medicina, Especialista en Psiquiatría y en Medicina Interna, Catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica, Director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática.
Extracto del libro: “El Maltrato Psicológico. Cómo defenderse del Mobbing y otras formas de acoso”, Capítulo 7, Espasa-Calpe (Madrid) 2002, ISBN 84-670-0016-3, de José Luis González de Rivera, Doctor en Medicina, Especialista en Psiquiatría y en Medicina Interna, Catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica, Director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática.
@luisderivera
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