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jueves, 24 de julio de 2014

El Sol Negro: Un psicópata en la familia



El Sol Negro: un psicópata en la familia

 

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Hugo Marietán
Médico Psiquiatra, Docente de la Universidad de Buenos Aires
www.marietan.com /// marietanweb@gmail.com

Publicado en Alcmeon, 48, noviembre 2005
 

Introducción

La familia básicamente es un sistema. Y todo sistema que permanece es porque de alguna manera beneficia a sus miembros.

Por suerte, la mayoría de los psicópatas demuestra su psicopatía por fuera de la familia. A tal punto que muchas veces la familia ni se entera de las actividades psicopáticas del individuo. Tienen familia pero no descargan la psicopatía en ella. Un porcentaje escaso lo hace dentro de la familia.

Hace poco consultó una señora que había estado casada 25 años y hacía 2 años que estaba separada. Quería saber que pasó con ella  que en 27 años no se enteró que estaba con un psicópata. Lo descubrió por azar. En un momento revisó algunas cosas de la casa que compartió con este hombre y encontró una caja llena de fotografías de mujeres adolescentes en actitudes eróticas con él. Él siempre andaba con una cámara fotográfica, pero ella tomó esto como un hobby inocente. De vez en cuando él salía a cazar con unos amigos. Investigó a estos amigos y se dio cuenta que todos participan de la misma perversa afición. Dice que con ella un par de veces él intentó tomar fotografías en posturas especiales, y por eso las reconoció cuando vio las fotos, eran las mismas posturas. Se preguntaba cómo no pudo detectar la psicopatía. Fuera de esto, era hombre trabajador, buen padre, etcétera.

El efecto Sol negro
Yo llamé a la acción del psicópata en la familia el efecto ‘Sol negro’, porque hace que todo el sistema familiar gire alrededor de él, como si fueran planetas alrededor de un Sol. A diferencia del Sol que da luz, da energía, da vida y permite el desarrollo de los individuos, el psicópata, toma la energía de todos, opaca a la gente, impide el desarrollo de los miembros de la familia, ejerce un poder intenso. Son como ‘vampiros energéticos’, desvitalizan.

Hace unos meses viene a consultar una mujer que se dedica a la creación de guiones teatrales. Hasta un mes antes estaba casada y era parte de un circuito psicopático en el que estuvo durante cuatro años. Esta guionista parecía anémica, en el sentido médico del término. Por la falta de fuerza física y el atolladero mental en que se encontraba: parecía totalmente chupada energéticamente. 

Me dijo que perdió todos sus amigos, (los psicópatas, en su afán de poder, separan de todas las personas que son significativas, los va sacando para concentrar el poder sobre él), y se quedó sin relaciones de tipo sociales, sin contactos. Contó que su ex marido hasta le sacó su parte creativa, la opacó. Toda su energía estaba puesta en el modo de poder satisfacerlo, tarea bastante imposible, siempre había un pero, siempre faltaba algo.

El emergente.
Cuando en un sistema familiar hay un psicópata, ¿qué es lo que primero aparece en nuestro consultorio? Aparece el emergente, aquel que es signado como “enfermo”.

Una vez llegó a la consulta una chica, acompañada por su madre y su padre, tenía todas las características de un síndrome esquizofreniforme. Tenía alucinaciones auditivas, visuales, percepciones delirantes, ideación de ser perseguida, premoniciones. Con esto, es fácil dejarse llevar y colocar el rótulo de esquizofrenia. Por suerte con la práctica se aprende que en la esquizofrenia hay que esperar para hacer el diagnóstico.

Más adelante me entero que el hermano de esta joven de 28 años estaba internado en una granja de recuperación de adictos graves. Una segunda hermana se casó muy joven: se marginó del sistema. El padre era una persona muy ansiosa, irradiaba tensión.

En contraste con todo esto, la madre soportaba estoicamente la carga de esta familia tan pesada y de difícil convivencia. Una madre abnegada que llevaba su cruz.

Las tres instancias
Por lo general en las familias donde hay un psicópata en primera instancia se ve el emergente, en segunda se ve que hay otros miembros de la familia que están con problemas psicológicos o psicopatológicos, y recién en tercera instancia, con mucha investigación y la mentalidad abierta, se ve al psicópata, se ve al Sol Negro.
Así, he concluido que cuando en una familia hay varios miembros con descompensaciones psicopatológicas hay que buscar al psicópata, en algún lado está.

En este caso la psicópata era esta madre, que además padecía una ludopatía grave. Tenía acciones francas de cosificación; por ejemplo su madre, una anciana de pocos recursos, vivía de una pensión. Ella tenía el poder para cobrar esa pensión y sacaba el dinero y lo jugaba. Pedía préstamos a la empresa en la que trabajaba el marido, a cuenta; bueno, hacía toda una serie de cosas que no vienen al caso ahora que la tipificaban como psicópata. Sin embargo, si uno la toma en una primera instancia, parecía una madre sufrida y victimizada.

Los rasgos neuróticos del psicópata
Algunas veces el psicópata presenta rasgos neuróticos. Esta es una observación que yo investigo desde hace tiempo, la presencia de rasgos neuróticos en los psicópatas. Esto es importante de destacar porque nuestra formación nos lleva a canalizar los diagnósticos a través de las psicosis o de las neurosis, y cuando observamos rasgos neuróticos vamos por una vía muy directa a pensar el cuadro como neurosis, dejando de lado otras posibilidades, y ahí nos perdemos.

Lo emocional impide el análisis
El otro error que podemos cometer al momento de detectar a un psicópata es dejarnos invadir por lo emocional o lo ético ante las acciones psicopáticas. Lo afectivo anula el posterior seguimiento intelectual del caso; nos quedamos con el impacto y paramos de razonar.

La acción invisible de la psicopatía
Sabemos que hay otros soles oscuros, que si hay un depresivo, uno o más miembros de la familia giran alrededor de él, sabemos que se da en otros estados también, como en la psicosis. Un neurótico grave también puede hacer girar a la familia alrededor de él, pero en todos los casos la familia puede detectar la enfermedad, es un depresivo, es un neurótico. La psicopatía no se nota, la psicopatía permanece invisible y solo nosotros la captamos a través de los efectos que producen en la familia.

La atmósfera psicopática
Después tienen que pensar en lo siguiente, los miembros de esas familias, sobre todo los chicos de estas familias, están en esa atmósfera, han crecido en esa atmósfera psicopática, entonces para ellos es indistinguible qué es un psicópata y qué no es un psicópata, qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, ellos han crecido así. En la adolescencia los chicos se abren más a la comunidad e intentan afirmar su personalidad, y encuentran en la psicopatía un escollo.

Las reacciones a la psicopatía
Entonces pueden reaccionar de distintas maneras:
  • Ignorar el tema, negarlo.
  •   Someterse.

  • Rebelarse: la rebeldía es faltar a la obediencia, es ser indócil, oponerse con tenacidad, pero dentro del sistema; desde el sistema se critica el sistema.

  • Revolucionar: es atacar el sistema desde afuera o desde la marginalidad, clandestinamente.

  • Radiarse: es alejarse del sistema, como hizo la chica mayor de este caso que conté, que a los 17 o 18 años se casó y se fue. Es girar a una órbita mucho más amplia.

  • Enfermar


Los efectos de la psicopatía
Si bien la psicopatía no es visible, en el sentido de no ser detectada como una depresión o una neurosis, se ve a través de los efectos.

Para algunos miembros hay algo que no cierra, que no está bien. Y a medida que van creciendo más se nota esto. En los niños suelen notarlo las maestras, los compañeros, hay algo en ese pequeño que no está funcionando bien, no se sabe qué es,  pero se nota que está englobado en una situación que no es la normal.

El no darse cuenta activo
La esposa del psicópata por supuesto es una complementaria. La complementaria tiene un modo de no darse cuenta especial. Las cosas anómalas acontecen y la familia o los amigos le dicen que lo que está viviendo es un desastre, todos se lo señalan, pero la complementaria no ve, hay un no darse cuenta activo, trabaja para no darse cuenta.

Cuatro puntos para destacar
Me gustaría insistir en cuatro puntos. Primero, que cuando ustedes sospechen una psicopatía, traten de controlar su sistema emocional, el psicópata puede suscitar repugnancia y reacciones afectivas negativas una vez conocida la acción psicopática: un incesto, una perversión, produce un choque emocional importante y así no se puede analizar nada. Tenemos que “enfriarnos” y estudiar el caso, para ayudar, si lo solicitan, a la gente que está alrededor del psicópata. Segundo, en aquellas familias que presenten varios miembros con alteraciones psicopatológicas, busquen al psicópata, es muy probable que lo encuentren. Tercero, no se dejen confundir por los rasgos neuróticos, el psicópata puede presentar rasgos neuróticos. Cuarto, el psicópata es un gran absorvedor de energía y ejerce un poder especial sobre la familia.


Descripción y análisis de un caso.
Carlitos, el mentiroso
Una mujer, por teléfono, pide una consulta. Dice que su cuñado es un mitómano y genera problemas en la familia. Su esposo (34 años), hermano del susodicho, la acompaña a la consulta. Ella tiene 30 años, Carlitos, el mitómano, 27.

Carlitos, el mentiroso, vive con sus padres. Terminó con dificultad el secundario. Realizó una carrera terciaria pero nunca ejerció. No trabaja ni tuvo empleo fijo, lo mantiene el padre. No manifiesta proyectos de futuro. Es muy inteligente y seductor.

Dicen que Carlitos tiene dos facetas, una dentro de casa, parca, y otra afuera donde es activo y seductor. Es bifronte.

El hermano, esposo de la consultante, recuerda que Carlitos siempre fue mentiroso. Esto de ‘siempre’ hay que tenerlo presente porque implica una continuidad, un rasgo incorporado a “la manera de ser”. Una cosa es mentir en determinada situación, mentir siempre ya es una acción sistemática. Mentía con las notas del colegio, le mentía a los compañeros; miente constantemente ahora. Cuando es confrontado con la verdad, con las pruebas que demuestran que las cosas no son como él dice, mira fríamente y dice “no es así”. O sea, más allá de las evidencias, sigue sosteniendo que no es así. Estas personas suelen hacer esto, defender hasta último momento el tema de la mentira, aún con las pruebas en la mano. Demasiado presionado por la evidencia puede decir “me equivoqué” con la misma frialdad. En este tema de la mentira hay una actitud especial, no es una mentira común.

Dicen, “en realidad venimos acá porque nos preocupa algo, que es más serio que mentir, Carlitos empezó a robar”. A sacar cosas de la casa, de valor económico y afectivo, y lo vende por dos pesos en la calle.

Cuentan la siguiente anécdota: le dicen a Carlitos que saben que está sacando cosas de la casa, le preguntan a quién se las vende porque son cosas que les interesa conservar y quieren recuperarlas. Carlitos niega hasta más no poder y al final lo dice, vende a un reducidor, a una persona que compra objetos robados. Van al negocio del reducidor y le dicen que quieren determinadas cosas y el reducidor, para sorpresa de los dos, le dice “Ah... esto lo trajo Carlitos!”. Y comienza a hablar de Carlitos con cariño, pregunta por qué le están haciendo eso, dice que Carlitos habrá tenido alguna necesidad; habla tan bien de él que quedan impactados ¿Cómo puede ser que un truhán hable así de Carlitos? Incluso llegó a darles consejos sobre cómo hacer para que Carlitos no se sienta mal al ver las cosas devuelta (a esto llega la seducción de este muchacho).

Cuando vuelven con las cosas le muestran que robó más que lo que había confesado, Carlitos niega, el mismo mecanismo, están las cosas ahí y lo niega hasta que al final sin problema dice “bueno, si”. Sin remordimientos, sin gestos, sin disculpas.

Haciendo memoria, el hermano recuerda que Carlitos robaba desde chico, les robaba a los compañeritos de colegio, robaba los vueltos.

El hermano y el padre de Carlitos son profesionales. Lo instan a trabajar y aparte le consiguen todo, hacen las conexiones de trabajo, pautan las entrevistas. Carlitos va pero o hace un desempeño horrible en las entrevistas con lo cual no lo toman, o bien lo toman y a los 2 ó 3 días lo despiden, o no va pero dice que va.
Carlitos trabajó unos meses en un emprendimiento que realizó un amigo de él, hacían turnos rotativos, un día atendía él y otro el amigo, hasta que de pronto se quedó sin trabajo y sin amigo. Es fácil concluir lo que pasó.

Parasitismo. Inteligencia. Actitud bifronte. Seducción. Mentira. Manipulación. Ausencia de proyecto futuro. Cosificación. Uso particular de la libertad. Robo. Falta de empatía. Sin remordimientos por las acciones atípicas. Vamos sumando.

Luego dice el hermano “en realidad tenemos dos problemas, porque esto está afectando mucho a mis padres”. La madre tiene 63 años, el padre 65. Les preocupa porque desde hace unos años ellos están opacados, girando alrededor de todo lo que sucede con Carlitos. Es el concepto de Sol negro, hace girar a las personas alrededor de él y les quita energía.

Los padres de Carlitos eran personas dinámicas, activas, tenían amigos, frecuentes reuniones, algunos fines de semana iban a Claromecó donde tenían una casa. Hace algunos años que eso ya no es parte de su vida, están ahí, girando alrededor de Carlos. Y como los padres, esta pareja también, ellos hacen una consulta por Carlitos, están preocupados por Carlitos, porque no trabaja, porque no tiene proyectos, porque no saben que va a ser de él cuando sus padres ya no estén. Todo gira en torno de Carlitos.

Carlitos es un Sol negro que hace girar a todos a su alrededor y les va quitando vitalidad. Esta pareja ve como ha cambiado la calidad de vida de los padres, como se han aislado. Esta es otra acción de estas personas, aíslan para manejar mejor la situación. Ellos ven cómo fue disminuyendo todo lo relacionado con la distracción y el placer, cómo se va opacando la vida, por eso decimos, usando otra metáfora, que estas personas son vampiros energéticos, desvitalizan.

Presionado por la familia Carlitos consulta a una psicóloga. Suelen acceder a consultas. Duró tres meses. Al principio iba una vez y otra faltaba (se quedaba con el dinero de la consulta, ¡por eso también le convenía consultar!). Al mes la familia llama a la psicóloga para una entrevista para ver cómo estaba. Pero la psicóloga responde que dado que Carlitos tiene más de 21 años no accede a ningún tipo de consulta con un familiar. Descubren las maniobras de Carlitos en relación al dinero y las faltas a sesión y cambian de psicóloga. Al cabo de un tiempo piden entrevista y se encuentran con que la nueva psicóloga estaba fascinada con Carlitos. Es así. Estos tipos son muy seductores y trabajan a niveles que no están relacionados con la lógica. Los familiares llegan a la conclusión que esa vía no daba resultados con Carlitos.

Carlitos no se angustia. Sus familiares lo ven como a una persona que no siente culpa y es muy fría.

Carlitos no se droga. No consume alcohol. No fuma.

El hermano vive en el Conurbano y Carlitos en Capital. Una vez pide al portero de su edificio que llame a su hermano y le avise que está por matarse, tenía un cuchillo en la mano, le pide que le diga que se va a cortar las venas. El portero lo llama. La cuñada y el hermano dejan todo lo que están  haciendo y parten raudos a Capital, hay que salvar a Carlitos. Cuando llegan sólo se había hecho unas escaras con el cuchillo. Falsa alarma.

Carlitos tuvo una pareja. En un momento el padre, libera un departamento para que Carlitos se vaya a vivir en él. Ahí Carlitos forma una pareja. La cuñada comenta que las relaciones de Carlitos son temporarias y que depende de la actitud de la mujer, la mujer es la que va a buscarlo y hace todo el trabajo, Carlitos se deja. Vivió con una chica que fue la que mantuvo activamente la pareja, hasta que se cansó y se fue.

¿Qué hace Carlitos con el producto de sus robos? No tiene necesidades económicas. Aparece con una remera nueva, invita a cenar a sus amigos o familiares, gasta el dinero en banalidades.

Esta pareja que consulta está preocupada: Carlitos roba. Los padres están muy mal ¿Qué va a pasar con Carlitos cuando los padres mueran?

Cómo coordinar un caso así
Una vez descartados los diagnósticos de psicosis y neurosis, y establecida la correspondencia entre los rasgos descriptos por los familiares y el Descriptor de Psicopatía, podemos presumir la psicopatía.
Puesto en esa posición se diagrama un esquema de asesoramiento para la familia:

  1. Asesoramiento a la pareja consultante: dado que ellos presentaron el problema, son los que reciben la primera información acerca de qué es un psicópata. Es decir el planteo inicial es docente. No es tarea fácil ya que el tema no es conocido y resulta de difícil comprensión. Les sería más digerible pensarlo como un enfermo al estilo de un neurótico o un psicótico. Pero la psicopatía es otra cosa: no es una enfermedad sino una manera de ser, una variante de tipo humano. En este caso que Carlitos pase a ser Carlos, alguien que conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo y puede dirigir sus acciones y comprender sus actos. Que deje de ser Carlitos en enfermito, para ubicarlo en su justo rol: Carlos el psicópata.
  2. Intentar que los padres realicen una consulta. Aquí la docencia es aún más dificultosa. Por lo general los padres, por catatimia, tienden a minimizar los problemas de sus hijos. Y si existen a buscar en qué fallaron ellos para que el hijo sea así; se culpan. También suelen luchar denodadamente para revertir la situación, es decir para que se produzca un cambio en el hijo. Algunos padres toman el señalamiento del problema como una agresión o una incapacidad del terapeuta y suelen cambiar de profesional hasta encontrar alguien que les diga lo que quieren escuchar: que existe un pronóstico benigno para su hijo. Es decir, les cuesta poner distancia psicológica para ver con mayor frialdad el problema. Otros, rendidos ante la evidencia, consultan ellos, lo que hace más liviano el asesoramiento. En este caso, que el hijo tiene 27 años, la serie de repeticiones de los rasgos, la frustración y el agotamiento, pueden facilitar el accionar del terapeuta.
  3. Una vez que están informados acerca de qué es un psicópata yo suelo trabajar acentuando la imposibilidad del cambio. En un principio esto puede parecer pesimista o directamente nihilista, incluso anti terapéutico. Pero la experiencia me ha demostrado que los familiares suelen desgastarse en pos de la posibilidad del cambio, deambulan de consultorio en consultorio, de frustración en frustración y lo único que consiguen es desgastarse en la ilusión y darle más firmeza al sistema psicopático. En consecuencia suelo explicarles con detalle el concepto: “una manera de ser”. Que son así. Que no van a cambiar. Que hay que aceptarlos con esas diferencias. Para lograr esto suelo usar el mismo material informativo que ellos me proporcionan y marcarles cómo se repiten los rasgos, las actitudes, las experiencias desde los indicios en la infancia, la acentuación en la adolescencia y la plenitud de las manifestaciones en la adultez. El hacerles recordar facilita mayor información y se van convenciendo; contar la historia del hijo, esta vez con la referencia de los rasgos. En este caso que comentamos el rasgo mentira es de fácil seguimiento, la acción robo también: “siempre mintió, siempre robó”, dice el hermano. El rasgo parasitismo es muy demostrable y así se procede con los demás. La aceptación del “no cambio”, una vez superada la decepción, produce el siguiente efecto: no se pierden energías sobre ese tema y se orientan los esfuerzos en redimensionar el problema y los roles de los miembros frente a la psicopatía. La actitud de los miembros del sistema ante el psicópata cambia. 
  4.  Trabajar sobre la culpa de los padres. Como dijimos esto es un escollo ya que los padres se sienten responsables de la formación de su hijo. Y esto puede ser válido para algunas patologías, pero para la psicopatía no existe un fundamento de peso que lo sostenga. No está demostrado que una psicopatía pueda ser adquirida o debida a errores en la crianza de los hijos o derivada de conflictos  en la infancia. Pero la mochila de la culpa hace que los padres apañen las acciones psicopáticas de sus hijos. Y los psicópatas aprovechan muy bien esta debilidad para manipularlos y exacerbar el sentimiento de culpa para conseguir sus objetivos. 
  5.   Recién después de esto se puede pasar a trabajar sobre la distancia psicológica frente al psicópata. Esto consiste en ver al psicópata como distinto y evita el paso psicológico de la empatía es decir el razonamiento: “yo en lugar de él haría…”. Esto que puede dar resultado ante un igual, fracasa estrepitosamente ante el psicópata. El psicópata piensa, siente y hace de otra manera. Y una mente normal nunca puede llegar a comprender cómo funciona ese cerebro. El intento de comprender puede ser otro camino falaz en que se embarquen los familiares. Aquí se debe ser tajante: no se puede comprender la mente de un psicópata. Los expertos apenas si pueden llegar a entender algo. La distancia psicológica, entonces, es poder diferenciarse del psicópata y comenzar a ver sus acciones y los efectos de esas acciones sobre sí mismo y sobre el resto de los miembros de la familia. Es decir comenzar a preservarse frente al psicópata. Hay que aclararles que estas modificaciones deben ser realizadas paulatinamente a fin de evitar las reacciones agresivas y descompensatorias del psicópata que pueden ser, en ocasiones, de gravedad. 
  6.  La distancia física, el alejamiento del área de acción del psicópata es lo ideal, es lo que enuncie en 1998 como Contacto Cero, ningún tipo de comunicación, de relación, de avistamiento. Esto puede lograrse en casos de complementarias agotadas, hermanos, hijos adultos y, raramente, en padres. Es difícil, a veces imposible, que los padres puedan mantener lejos a su hijo psicópata. Sólo en caso de marcados asociales puede lograrse esto. Pero en los casos de parasitismo la relación con los “huéspedes” puede ser muy prolongada y solamente podemos darnos por satisfechos si conseguimos la distancia psicológica, el entendimiento del problema. Es importante que todos los miembros de la familia estén al tanto del problema y reciban la educación adecuada: los rasgos de seducción, coerción y manipulación suelen ser muy acentuados y es necesario apoyarse unos a otros. 
  7.  El traslado del problema: si una familia se saca un psicópata de encima lo recibe otro grupo social. En el caso del parasitismo deja de parasitar a la familia, pero pasa a parasitar a otra persona o grupo, hay un desplazamiento de parasitismo. El psicópata no cambia. Por eso cuando esta pareja preguntaba qué iba a pasar con Carlitos cuando se mueran los padres la respuesta es fácil: va a parasitar a otros y, seguramente ellos (esta pareja) estaban en la mira del psicópata. Tema que seguramente esta pareja sospechaba y habrá motivado, también, la consulta. Entonces la “solución” a la problemática de esta familia consiste en un “traslado”: puede zafar ella del psicópata, pero el psicópata ejercerá la psicopatía en otro nicho social. 
  8.  La actitud del terapeuta en este proceso: tenemos que acompañar el proceso, no estar delante del proceso. Si bien se puede tener claro qué se debe hacer, qué debe hacer la persona, qué debe hacer la pareja, qué debe hacer la familia, no se puede avanzar por delante de la familia. Se debe acompañar, coordinar el proceso, no dirigirlo. Estar un tramo adelante, pero no demasiado. Es la familia la que debe ir asimilando las modificaciones, absorbiendo los cambios, madurando la problemática. Esto hará que los resultados sean duraderos y no meros seguimientos de órdenes. 
  9. Avanzar paso a paso. Por ejemplo: antes de tocar el tema de la distancia es necesario que las personas estén convencidas de lo que van a hacer, que no tengan ideas difusas ni vagas, que tengan claro de qué se trata la cosa. 
  10.  Estar preparados para los altibajos. El resultado de nuestro trabajo de asesoramiento familiar no es parejo. Suelen haber marchas y contra marchas. Avances y retrocesos. Recuerden que el psicópata es un hábil manipulador, que capta las necesidades del otro, que seduce, que ejerce un poder irracional. No desalentarse ante los resultados magros o los retrocesos. Mientras la familia solicite el asesoramiento, allí estaremos. 
  11.  ¿Debemos entrevistarnos con el psicópata? No es necesario. Sé que esta respuesta provocará más de un escozor, de una polémica. Pero después de tener a tantos mentirosos, manipuladores, seductores, amenazadores del otro lado del escritorio he llegado a esa conclusión. Desde luego que los colegas tienen todo el derecho de no privarse de esas experiencias.


Soles oscuros y Sol negro
Tener un enfermo mental en una familia es muy desgastante. La familia comienza a girar sobre el enfermo. No se ve nada, no hay herida,  una lesión, algo concreto. Y el paciente tiene esa sintomatología, la angustia, ese extraño dolor y el familiar contempla. No entiende. Sabe que algo no está bien y que él muy poco puede hacer.

En la depresión
Cualquiera de ustedes que haya tenido en su familia un depresivo grave, no un melancólico, ni un pesimista, ni una persona con un amor no correspondido con la vida, ni un Melancoloide, sino un depresivo “mayor”, sabrá cuanta energía nos lleva. Ver la angustia, la soledad de esa persona, ese encerrarse a oscuras, no tolerar ruidos,  el llanto permanente, la queja , la ideación suicida. Tanto desgaste. Tanta impotencia. Llega un momento en que el familiar se agota tanto que, a veces, se alía a la ideación de suicidio como solución que tiene el paciente. Por eso ustedes, en algún momento  de su práctica, se van a sorprender por insólitos descuidos que posibilitaron el suicidio del depresivo grave.
 
Recuerdo el caso de una familia muy adinerada, cuya madre era una depresiva grave crónica. Varias internaciones. Varios conatos de suicidio. En una de las interfases y con motivo de una fiesta religiosa, la albergan en la casa de uno de los hijos. Un dúplex en el noveno piso. Tenían práctica en cuidar que no esté en contacto con elementos peligrosos, cuchillos, hojas de afeitar, etcétera. Las ventanas estaban enrejadas por la presencia de hijos pequeños del dueño de casa, lo que la hacía más segura para albergar a la paciente. Y la vigilancia permanente.

En un momento la paciente queda en el piso de arriba y ellas se reúnen en el piso de abajo para brindar. Fue poco tiempo. Pero el suficiente para que la paciente fuera al baño, abriera la claraboya y se arrojara al vacío. Un descuido inexplicable, no consciente, no deseado. Pero muchas veces el agotamiento hace trampas, y facilita lo no deseado.

He escuchado a familiares de depresivos llorar por la culpa que sentían de pensar que la muerte era la solución. Sentían que la vida de ellos también le pertenecía a la depresión, que también ellos habían perdido gran parte de su calidad de vida, y que nada se podía hacer para aliviar la crueldad de la angustia depresiva.
Ellos también giraban alrededor del depresivo, no todos. Siempre era uno, más raramente dos, el que se pega al sistema de la enfermedad. Los otros, a su manera, acompañaban, o se radiaban del problema.
Sin embargo la depresión despierta la pena y el deseo de ayuda por parte del familiar. Luego, con el cansancio, viene la agresión. Pero el familiar tiene plena conciencia, pasado un tiempo de la fase, que está frente a un enfermo. Le puede hacer muchos reproches: falta de voluntad, no apreciar lo que tiene, etcétera, pero sabe que es un enfermo.

En las neurosis
En el caso de los neuróticos puede pasar algo similar, con otra forma, otra figura que se dibuja en las relaciones familiares. El neurótico es demandante, manipulador, agresivo a su manera, quejoso, caracúlico en ocasiones. Y si es una neurosis grave, también la familia gira alrededor de ellos.  En algún artículo escribí una experiencia: en plena noche tocan el timbre de mi casa y se me presenta un cuadro altamente dramático. Una familia acompaña a una chica de 18 años que yace como desmayada aupada en brazos de su padre. La madre, el padre, los hermanos, el novio, un vecino. Recuerdo esas caras de angustia, de desasosiego y los rasgos desfallecientes de la joven. La escena era digna de un cuadro de Goya o Velásquez, de la música de Wagner. Toda la familia había dejado todo para socorrerla. Era una histeria. Pero era en esos momentos en que la histérica generaba estos síntomas tan convocantes, y la familia corría detrás de ellos. Son manipuladores, pero hay sosiego, etapas de silencio sintomático, de latencia, en que cada uno puede hacer su vida. Después de mucho tiempo la familia encuentra  molesto el accionar del neurótico y puede reaccionar agresivamente. Hay un dejo, en el neurótico, de cosa artificial que el familiar capta. El familiar hace su vida y paga su cuota por convivir con un neurótico.

Hay neuróticos muy graves y toda la familia está pendiente de ellos, giran a su alrededor, pero está presente el concepto de enfermedad.

En las psicosis
En los casos de psicosis, de la esquizofrenia por ejemplo, un familiar debe ceder su parte de vida para dedicarse a la misma. Nosotros desde la psiquiatría protestamos cuando observamos en los hospitales que muchos pacientes crónicos están “depositados” en los pabellones porque los familiares los han abandonado. Como psiquiatras protestamos: ¿cómo van a dejar una persona depositada en un hospital? El director del Hospital Moyano, en un congreso reciente, reconocía que la mitad de las pacientes internadas se podían ir a sus casas. Y todos los que trabajamos en pabellones de crónicos sabemos que el ochenta por ciento o más, no deberían estar internados, que bien podrían estar en sus hogares o al menos en sistemas de hogares públicos menos estrictos que una internación psiquiátrica. Pero, desde el punto de vista de la familia, tener una persona con esquizofrenia, es hipotecar parte de su vida en aras de la enfermedad: no se lo puede dejar solo, la conducta es imprevisible. Y muchas veces el familiar se plantea la disyuntiva o él o yo, y apuestan por su calidad de vida y lo dejan depositado, que el estado se haga cargo. El agotamiento que produce la persona esquizofrénica es intenso. Pero la enfermedad es patente, casi se palpa, no hay dudas que se está frente a una enfermedad grave.

En la psicopatía
En el caso de la psicopatía he observado que se cumple lo que me ha dicho una vez un familiar de un psicópata. Hace muchos años ya que he dejado de buscar las claves de esta profesión en libros de idioma inglés, francés o alemán para dedicarme a escuchar que me dice el paciente, qué me dicen los familiares. No qué me debe decir el paciente, de acuerdo a lo que leí o traduje, sino qué me dice, qué hace, qué me quiere decir este paciente. Decía, entonces, que un día un padre de un psicópata me dijo: doctor, este muchacho me roba la vida. Observen qué profundo es ese sentimiento y cuánta verdad lleva. Él se daba cuenta que lo absorbía tanto, que la conducta era tan anormal, tan demandante que el tenía que invertir su vida en el hijo. Lo que no podía hacer era discriminar, como lo estoy haciendo yo que sintetizo tantos casos semejantes, que el estaba girando alrededor de un Sol negro. Que él estaba corriendo como un bombero detrás de un piromaniaco que siempre estaba un paso adelante, que llevaba la iniciativa. Chocaba los autos (un clásico entre los marihuaneros), robos de poca monta, drogas, alcohol, manipulaciones, mentiras, falta de disciplina y constancia en los proyectos, cuando los tenía o se los imponían. El padre siempre tratando de solucionar los problemas en que se metía el hijo, de ver cómo se podía solucionar el problema, ilusionándose con un cambio que nunca se producía. Apostando a que era una etapa alocada de la juventud de su hijo, que ya iba a “madurar”.

“Doctor, este muchacho, me roba la vida”.

Era un Sol negro.
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Fuente: http://www.marietan.com.ar/material_psicopatia/el_sol_negro.htm
ISSN 0327-3954 … ISSN 1514-9862 (Internet)

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