Mario Vargas Llosa -
29 OCT 2000
Empleado modelo de los transportes pĆŗblicos franceses segĆŗn sus jefes
y compaƱeros de trabajo, el parisino Amnon Chemouil, solterĆ³n de 48
aƱos, descubriĆ³ en 1992 los encantos de Tailandia. No los de su bravĆo
paisaje tropical, ni los de su antiquĆsima civilizaciĆ³n y sus templos
budistas, sino los del sexo fƔcil y barato, una de las industrias
florecientes del paĆs. En el balneario de Pataya, a poca distancia de
Bangkok, pudo hacer el amor con prostitutas muy jĆ³venes, por las que
siempre sintiĆ³ predilecciĆ³n. Desde entonces, decidiĆ³ pasar sus
vacaciones en aquel paraĆso exĆ³tico, al que volviĆ³ en 1993 y 1994. En el
tercero de sus viajes, conociĆ³ en un bar de Pataya a otro turista
sexual, el suizo Viktor Michel, tambiƩn un entusiasta, en materia
amorosa, de la juventud, o, mƔs bien, de la niƱez, principalmente
masculina. Incitado por su flamante y experimentado amigo a iniciarse en
los placeres de la pedofilia, Amnon Chemouil consintiĆ³. Viktor se
encargĆ³ de todo: encontrĆ³ a la celestina y tomĆ³ un cuarto de hotel.
AquĆ©lla compareciĆ³ a la cita con una sobrinita de once aƱos y desplegĆ³
ante los clientes el abanico de servicios que la niƱa podĆa ofrecer, con
las correspondientes tarifas. Amnon escogiĆ³ la felaciĆ³n, que era una
verdadera ganga: apenas el equivalente de 125 francos (unas 3.100
pesetas). Pese a que la niƱa lloriqueĆ³ un poco al principio, porque
querĆa ver la televisiĆ³n en vez de trabajar, el parisino quedĆ³ tan
satisfecho, que, ademĆ”s de pagar lo pactado a la tĆa-alcahueta, dio a la
pequeƱa un propina de 25 francos. Todo lo sucedido en aquel cuartito de
hotel de Pataya quedĆ³ filmado por una cĆ”mara portĆ”til del exquisito
Viktor Michel, que, ademĆ”s de pedĆ³filo, es tambiĆ©n voyeur. A
poco de regresar a ParĆs y reintegrarse a sus juiciosas labores de
servidor pĆŗblico en la RATP, Amnon recibiĆ³ una copia de aquel vĆdeo, que
le enviĆ³ desde Suiza su amigo Michel, como recuerdo de aquella
excitante travesura. El parisino lo incorporĆ³ a su colecciĆ³n de
pelĆculas pornogrĆ”ficas, que rayaba ya el centenar.
Meses o aƱos despuƩs, Viktor Michel, debido a su debilidad por la
puericia, se vio en problemas con la policĆa suiza, bastante menos
tolerante que la tailandesa en materia sexual (¡Ah, manes de Calvino y
Rousseau!). Al registrar su domicilio, aquĆ©lla encontrĆ³, entre otras
delicadezas, el vĆdeo que documentaba las eyaculaciones de Amnon
Chemouil (tres, al parecer) en aquel hotelito de la esplendorosa Pataya.
Interrogado, el cineasta revelĆ³ las circunstancias en que filmĆ³ aquel
documento y la identidad del hƩroe del film. Los gendarmes helvƩticos
constituyeron un expediente y lo enviaron a la policĆa francesa. Ćsta,
despuĆ©s de examinarlo, lo puso en manos de un juez de instrucciĆ³n.
AquĆ, debo abrir un parĆ©ntesis en mi relato, para declarar mi
admiraciĆ³n por la Justicia francesa. Muchas cosas andan mal en Francia y
merecen ser criticadas -yo lo hago, a veces, en esta columna-, pero hay
una que anda muy bien, y es la Justicia, pilar de la democracia y
garantĆa mĆ”xima de la convivencia social y el funcionamiento de las
instituciones. Los tribunales y jueces franceses actĆŗan con una
independencia y valentĆa que son un ejemplo para todas las demĆ”s
democracias. Su actuaciĆ³n ha servido para sacar a la luz innumerables
casos de corrupciĆ³n en las mĆ”s altas esferas econĆ³micas, administrativas
y polĆticas y para sentar en el banquillo de los acusados -y, si hay
lugar, poner entre rejas- a personajes que por su riqueza o influencia
serĆan, en otras sociedades, intocables. Sea en materia de derechos
humanos, de discriminaciĆ³n racial, sexual, o de subversiĆ³n y terrorismo,
la Justicia suele mostrar en Francia una eficacia y prontitud para
intervenir, y una solvencia para enmendar los yerros, que dan al
ciudadano de a pie, aquĆ, esa tranquila y rara presunciĆ³n de que, en el
medio en que vive, por lo menos hay una instituciĆ³n pĆŗblica, el juez,
que estĆ” allĆ no para perjudicarlo sino servirlo.
No fue Ć©sta, seguramente, la impresiĆ³n que tuvo el sorprendido Amnon
Chemouil, cuando, aƱos despuƩs de aquel episodio tailandƩs, se vio
detenido y enfrentado a un tribunal parisino, que le tomaba cuentas por
haber transgredido el cĆ³digo penal de 1994, perpetrando una violaciĆ³n
sexual a una menor. La ley penal francesa es aplicable a todo delito
cometido por un francĆ©s "dentro o fuera" del territorio de la RepĆŗblica,
y una ley aprobada el 17 de junio de 1998 autoriza a los tribunales a
juzgar las "agresiones sexuales cometidas en el extranjero" aun cuando
los hechos imputados al acusado no sean considerados delitos en el paĆs
donde se cometieron.
El proceso de Amnon Chemouil ante la Corte Superior de ParĆs concitĆ³
considerable atenciĆ³n, pues sentaba un precedente. Era la primera vez
que se ventilaba ante los tribunales un caso de "turismo sexual"
delictuoso. Varias organizaciones, nacionales e internacionales, que
combaten la explotaciĆ³n sexual de los niƱos, se habĆan constituido parte
civil en el juicio, entre ellas la UNICEF, Ecpat (End Child
Prostitution in Asian Tourism), y varias ONGs, incluida una tailandesa
cuyo empeƱo permitiĆ³ localizar en Bangkok, siete aƱos despuĆ©s, a la tĆa y
la niƱa de la historia. Ćsta, ahora una joven de 18 aƱos, vino a ParĆs y
prestĆ³ declaraciĆ³n, en privado, ante los jueces, quienes, ademĆ”s,
pudieron ver la copia del vĆdeo de Viktor Michel, encontrado en el
registro de la vivienda de Chemouil. El acusado, que, en los ocho meses
que pasĆ³ en prisiĆ³n antes del juicio, dice haber experimentado un
verdadero cataclismo psĆquico, reconociĆ³ los hechos imputados, pidiĆ³
perdĆ³n a su vĆctima y reclamĆ³ al tribunal un castigo. La sentencia fue
de siete aƱos de cĆ”rcel, en lugar de los diez que habĆa pedido la
fiscal.
Muchas conclusiones se pueden sacar de esta historia. La primera es
que, si siguen el ejemplo de Francia paĆses como EspaƱa, Alemania, el
Reino Unido, Italia, Estados Unidos y los paĆses nĆ³rdicos, que, debido a
sus altos niveles de vida, figuran entre los principales practicantes
del "turismo sexual", es posible que los delitos que al amparo de esta
prĆ”ctica se cometen a diario y por millares en paĆses del tercer mundo, y
que conciernen sobre todo a la explotaciĆ³n sexual de los niƱos, puede
que al menos disminuyan, y que algunos de los delincuentes sean
sancionados. El precedente que ha establecido Francia es impecable: una
democracia moderna no puede aceptar que, salvadas las fronteras
nacionales, sus ciudadanos queden exonerados de responsabilidad legal y
delincan alegremente porque, en el paĆs forastero, no haya normas
jurĆdicas que prohĆban aquel delito o porque, si las hay, no se acatan,
son letra muerta. No sƩ quƩ ocurre en Tailandia en materia legal con los
crĆmenes sexuales. Pero estoy seguro de que, en Cuba, otro de los
"paraĆsos sexuales" del planeta para turistas con divisas, hay una
puntillosa legislaciĆ³n prohibiendo la prostituciĆ³n infantil. (Siempre
recordarĆ© las nĆ”useas que me provocĆ³, en un viaje de aviĆ³n, mi vecino de
asiento, un comerciante mallorquĆn, eufĆ³rico consumidor de "jineteras"
habaneras, que, me contĆ³, se disponĆa a llevar a su hijo a Cuba ese
verano, para que lo desvirgaran allĆ” esas mulatas deliciosas, tan
jovencitas, tan baratas, y "tan limpitas").
Que por hambre, por la urgencia de divisas, por la extendida
corrupciĆ³n o ineficacia de las instituciones, en muchos paĆses del
tercer mundo la prostituciĆ³n infantil prospere de manera espectacular
ante la indiferencia (o con la abierta complicidad) de las autoridades,
es una realidad innegable. Lo cierto es que, segĆŗn las publicaciones de
UNICEF y Ecpat al respecto que se han dado a conocer con motivo de este
juicio, el problema tiene contornos multitudinarios y crecientes. Todo
ello deberĆa ser un aliciente para que los gobiernos de las democracias
desarrolladas, tal como acaba de hacerlo Francia, contribuyan a la lucha
contra la industrializaciĆ³n sexual de los niƱos y niƱas en los paĆses
pobres, persiguiendo legalmente a sus ciudadanos que practican el
turismo a la manera de Viktor Michel y Amnon Chemouil, pues, en buena
medida, ellos y sus congƩneres son responsables de la existencia de
aquel innoble mercado.
No hay que hacerse muchas ilusiones, desde luego, porque la pobreza y
la miseria que estĆ”n detrĆ”s de la prostituciĆ³n infantil en los paĆses
subdesarrollados constituyen un obstƔculo casi infranqueable para su
erradicaciĆ³n, o, al menos, drĆ”stica reducciĆ³n. Quienes se interesen por
conocer los niveles dramƔticos a que esto puede llegar, aconsejo leer un
librito que publicaron en 1963 dos escritores norteamericanos, Allen
Ginsberg y William S. Burroughs, The Yage Letters, con las
cartas que se escribieron, recĆprocamente, desde Lima y dos ciudades de
la selva peruana, Tingo MarĆa y Pucallpa, en los aƱos cincuenta,
contĆ”ndose sus experiencias sexuales y con cocimientos alucinĆ³genos en
el paĆs de los Incas. Recuerdo haber leĆdo con verdadera estupefacciĆ³n
estos textos, donde aparecĆa una cara de Lima que yo no sospechaba
siquiera que existĆa: la de los niƱitos putos, de los barrios de La
Victoria y El Porvenir, que indistintamente hacĆan de lustrabotas,
mendigos o meretrices para aficionados como los beatniks
susodichos. Uno de ellos, Ginsberg creo, elogiaba en una carta la
destreza sexual de esos niƱos limeƱos, aunque lamentaba que tuvieran
tantos piojos.
Pero, quizĆ”s, la conclusiĆ³n mĆ”s importante del reciente juicio de
ParĆs, sea que muestra una cara positiva de esa nueva bestia negra
fabricada por los enemigos irredentos de la modernidad: la
globalizaciĆ³n. Si las fronteras no se hubieran ido adelgazando, y, en
muchos campos, desapareciendo, Amnon Chemouil jamƔs hubiera llegado a
comparecer ante el tribunal que lo juzgĆ³ y condenĆ³, y es seguro que
hubiera pasado muchas otras vacaciones en Pataya, disfrutando de los
cĆ³modos precios y la variedad de oportunidades para la fantasĆa y los
deseos que ofrecen a los turistas con divisas las niƱas y niƱos
tailandeses. Gracias a que ese concepto rĆgido, de camisa de fuerza, que
tenĆa la soberanĆa nacional, se va disolviendo en una entidad mĆ”s ancha
y profunda que abarca todos los contornos de la humanidad, los
legisladores franceses decidieron extender la jurisdicciĆ³n de las leyes y
cĆ³digos a esa sociedad globalizada de nuestro tiempo, lo que ha
permitido sentar un precedente y un ejemplo, como ocurriĆ³, ya no en el
campo de los delitos sexuales, sino en el de los crĆmenes contra la
humanidad, con el general Pinochet en EspaƱa e Inglaterra. Es verdad que
aquĆ©l se librĆ³ de comparecer ante el tribunal para responder por sus
crĆmenes, pero no por defectos de los jueces britĆ”nicos, que cumplieron
con su deber, sino por el feo enjuage polĆtico a que se prestĆ³ el
gobierno inglƩs devolviendo al ex dictador a Chile por "motivos de
salud". De todas maneras, otro precedente quedĆ³ sentado, que, desde
entonces, hace correr escalofrĆos a los tiranuelos y sĆ”trapas en
ejercicio. La globalizaciĆ³n no es sĆ³lo la creaciĆ³n de mercados mundiales
y de compaƱĆas trasnacionales; es, tambiĆ©n, una interdependencia
planetaria que puede permitir extender la justicia y los valores
democrĆ”ticos a las regiones donde todavĆa imperan la barbarie y la
impunidad para los crĆmenes sexuales y polĆticos.
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© Mario Vargas Llosa, 2000. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El PaĆs, SL, 2000.
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Fuente: http://elpais.com/diario/2000/10/29/opinion/972770407_850215.html
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