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lunes, 27 de mayo de 2013

CRIMINOGENICA. Segunda respuesta a un pedófilo: Pedofilia y pederastia en la mente de un pedófilo virtuoso



CRIMINOGÉNICA


Segunda respuesta a un pedófilo: PEDOFILIA Y PEDERASTIA En la mente de un pedófilo virtuoso


-I-

    “Pedofilia”, etimológicamente deriva del término griego παιδοφιλια, paidophilia, y éste de παις-παιδος, páis-paidós, «muchacho» o «niño», y φιλíα filía, «amistad». Esta palabra, paidophilia, fue acuñada por los poetas griegos como un sustituto de «paiderastia» (pederastia), que a su vez viene del griego ιδεραστία, paiderastía (siendo páis o paidós: ‘muchacho’ o ‘niño’; y erastês: ‘amante’).

       Se considera que paidofilia es un término etimológicamente más correcto que pedofilia, si bien esta segunda forma es más usada.  En relación con la atracción hacia los adolescentes, también suele usarse los vocablos «hebefilia» (para hembras) o «efebofilia» (para varones), cuando ya son púberes,

    Por tanto, etimológicamente, tanto «pedofilia» (paidós: ‘niño’, filia: ‘amistad, amor’) como «pederastia» (paidós: ‘niño’, erastos, eros: ‘deseo sexual’) se basan en el término paidós: ‘niño’.

        En la Antigua Atenas, la relación sexual entre un adulto y un joven púber, se denominaba pederastia, y hasta se consideraba digno y honroso, máxime cuando se daba entre un “maestro” y su discípulo, por favorecer la transmisión del saber y de las leyes ciudadanas. Por el contrario, el sexo con sujetos prepúberes, denominado pedofilia, era castigado con condena que podía consistir hasta en la pena de muerte.

    Asimismo, en la Roma Antigua, por su parte, la pederastia estaba muy difundida, sin las justificaciones de los griegos, pero la pedofilia también era condenada.

       En ninguna de las dos señaladas culturas fue asociada la pederastia al abuso sexual; sólo la pedofilia.
Sin embargo, en la actualidad, entre la pedofilia y la pederastia no cabe distingo alguno; ambas denominaciones están referidas a la misma parafilia de carácter sexual, en la atracción hacia no-adultos, sean púberes o no, sean varones o hembras; y ambas persiguen el mismo objeto, la satisfacción sexual.    
   
      Ahora bién, este tipo de perversión supone que esa satisfacción sexual pueda ser alcanzada mediante actividades distintas a la cópula o el coito, aún cuándo no esté excluida esa posibilidad, o el de actos sucedáneos o equivalentes.

       En efecto, la  parafilia (del griego παρά, pará: ‘al margen de’, y φιλία, filía:amor’) es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña, cuándo los involucrados son personas conscientes y voluntarias que participan del acto de forma consensuada. Sin embargo, ese consenso es imposible que exista en éstas parafilias en particular, y cuándo no existe ese consenso esa parafilia es transgresora, por cuánto el objeto de placer del parafílico no está en condiciones nunca de dar su aprobación y la relación sexual siempre le causará daño, cómo es el caso de la pedofilia y la pederastia, dado que las víctimas no pueden prestar válidamente su consentimiento debido a la edad, o debido al abuso mismo al cual son sometidos por el pedófilo o pederasta.

      Para mejor comprensión de esta cuestión, aprovecharemos para distinguir las distintas especies de éstos parafílicos: Los “pedófilos”, cuándo se trata de adultos que escogen como objetos sexuales a prepúberes, menores de 12 años; “efebéfilos” o “hebéfilos”, cuándo se trata de adultos que escogen a púberes, adolescentes de 12 años o más, varones o hembras (también, ninfofilia); pedófilos de orientación heterosexual u homosexual; “ginéfilos”, cuando eróticamente prefieren hembras;  andrófilos”, cuándo eróticamente prefieren varones; y entre los “pedófilos”, se pueden distinguir también a los “infantófilos”, cuándo escogen como objeto sexual a niños de cinco años o menos,  siendo entonces propiamente los “pedófilos” quienes escogen como objeto a niños de entre 6 y 12 años. Aún más, entre los pedófilos también pueden distinguirse aquellos que reconocen su condición, los confesos, y los que no, los no confesos.

    ¿Cómo abusan?  Manteniendo actividades sexuales o no sexuales, pero libidinosas,  lujuriosas o lascivas, que podrían consistir en desnudarlos, observarlos desnudos, prácticas de masturbación, sexo oral, tocamientos, frotamientos, penetración, etc. Y es aquí dónde podríamos distinguir a los mal llamados o mal autoproclamados “pedófilos virtuosos”, aquellos supuestamente quienes evitan “contacto” con sus víctimas, pero que igual y necesariamente practican actividades libidinosas, lujuriosas y lascivas.
  
     Por otra parte, cabría señalar que en el campo de la psiquiatría la literatura respecto a ésta parafilia es abundante, pues la pedofilia y la pederastia ha sido objeto de innumerables estudios. Valga como ejemplo expresar que el término “paedophilia erótica fue acuñado el año 1886 por el psiquiatra vienés Richard von Krafft-Ebing, en su trabajo Psychopathia Sexualis, quién lo describió como el interés sexual dirigido sólo hacia jóvenes prepubescentes, sin incluir a adolescentes, un interés que desaparecería con la aparición de los primeros signos de vello púbico, y cuyo significado es pasión sexual por los menores. En ese trabajo, a los adultos que manifestaban esta tendencia, Krafft-Ebing los clasificó en tres grupos:
  1. Pedófilos;
  2. De sustitución, esto es, cuando los jóvenes prepubescentes son vistos como objetos que sustituyen a un objeto adulto que es el preferido pero que no está disponible; y,
  3. Sádicos.

       Más cercano a nuestro tiempo, la literatura especializada nos permite conocer que el DSM-IV (1994) estipula que muchos pedófilos se valen de amenazas a niños para impedir que hablen; que los pedófilos se ganan la confianza de la madre, se casan con ella, comercian con otros pedófilos, y adoptan o raptan niños en países en desarrollo; que son individuos usualmente muy atentos con las necesidades del niño, que buscan retener su afecto, interés o lealtad y silencio; nos describen el comportamiento de infractores sexuales infantiles, y aseguran que éstos logran el acceso a los niños a través del cuidado de bebés y niños; que para atraerlos usan el chantaje, los regalos y los juegos; que para asegurar la continuación de su acatamiento usan la fuerza, la ira, las amenazas y el chantaje; que sistemáticamente desensibilizan al niño a través del contacto físico, la conversación sobre sexo, y la persuasión; que cerca de la mitad de los pedófilos no manifiestan sentimientos negativos sobre  el abuso sexual de niños; que al comparar pedófilos con infractores violentos, ladrones y violadores, se advierte que los pedófilos atribuyen su transgresión a causas internas e incontrolables, mientras que los violentos la atribuyen a causas internas aunque controlables, y los violadores y ladrones a causas externas e incontrolables. (1)

      Para concluir, podríamos afirmar que podríamos distinguir a la pedofilia de la pederastia en razón de que el primer vocablo es usual en el campo psiquiátrico, en tanto que el segundo es usual en el campo jurídico.

-II-

        Empero, antes de finalizar, debería responder todavía al pedófilo virtuoso, quién afirma que su orientación sexual es ser “pedófilo”; que esa orientación sexual suya de él no lo define, pues primero es persona y luego pedófilo; que la diferencia entre pedófilo y pederasta no es un eufemismo, pues la distinción entre violador y no violador no es banal; y que quién ostenta proclividad criminal y peligrosidad social no es un criminal siempre que reprima sus deseos criminales y no ejecute el acto criminal.

-III-

      En puridad de conceptos, la pedofilia no es una orientación sexual, es una parafilia; sería absurdo admitir que una parafilia pueda ser una “orientación sexual” pues ello implicaría entonces que aquellos quienes están afectados por otros tipos o especies de parafilias, entonces su respectiva orientación sexual vendría dada por la parafilia de la cual adolezca, y de admitir como válido este absurdo implicaría materialmente que el número de orientaciones sexuales sería exorbitante, pues todos los días son descritas innumerables especies y subespecies de desórdenes de este tipo:  El que se excita con zapatos de tacón alto, el que sólo se excita si el tacón es de aguja, o sí la aguja de ese tacón tiene más de 30 centímetros de alto, etc. Por tanto, toda orientación sexual debería estar comprendida entre alguna de las tres orientaciones sexuales existentes: heterosexual, homosexual o bisexual.

       En cuanto a la diferencia entre pedofilia y pederastia, ya zanjamos la cuestión: Pederasta es vocablo usual en el campo jurídico, aplicable a quienes practican o ejecutan actividades de carácter sexual con menores de edad; en tanto que pedofilia es el vocablo usual en el campo psiquiátrico, aplicable a individuos adultos afectados por parafilia consistente en obtener placer sexual con sujetos cuya edad es igual o menor a los adolescentes. De allí que sea asociada la violación sexual y el abuso sexual con los pederastas, y no con los pedófilos; es cuestión no de semántica, sino de léxico; pero en uno y en otro campo científico, ambos vocablos son equiparables, y denotan igual significado. Pedófilos y pederastas son y constituyen una única clase de individuos o sujetos.
 
       En cuanto al paso al acto criminal, hemos de señalar que en materia de Derecho Penal es uno de los temas más estudiados, y lo denominamos el “iter criminis”; igualmente, en el campo de la Criminología, diversas corrientes y Escuelas han centrado su atención en esta cuestión, pues de su aprehensión y comprehensión depende la solución de muchas incógnitas.  En lo personal, anhelamos poder descifrar y despejar un sinnúmero de dudas; pero para ello deberíamos entrar en la mente de otros; y en el caso de la pedofilia virtuosa, saber que hay en su mente. Desafortunadamente no podemos practicar introspecciones respecto a muchísimos asuntos, y el caso suyo, la pedofilia virtuosa, es como la flor de loto, que crece en el lodo, ofreciendo un natural contraste, pero debería ser aprehendida de algún modo, fenomenológicamente siquiera.
        Finalmente, hemos de manifestar que es utópico suponer que quién ostente proclividad criminal y sea peligroso socialmente pueda reprimir sus deseos criminales y no pasar al acto criminal, delinquiendo; es utópico, pero aún así se supone haya ocurrido uno que otro caso, sujetos que logran abstenerse de delinquir, pues así ha sido documentado y así consta: Existen sujetos que se abstuvieron de delinquir. Que tenga suerte, y pueda seguir absteniéndose de incurrir en delito.     


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1)  E. Antonio de Moya, E. García-Alvarez, R. Infantofilia, Pedofilia y Hebefilia: Hallazgos recientes (1992-1998). I Congreso Virtual de Psiquiatría 1 de Febrero - 15 de Marzo 2000 [citado: 27 de Mayo de 2013]; Conferencia 26-CI-B: [23 pantallas]. Disponible en:  http://www.psiquiatria.com/congreso/mesas/mesa26/conferencias/26_ci_b.htm

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