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domingo, 26 de mayo de 2013

CRIMINOGENICA: Respuesta a un pedófilo





Respuesta a un pedófilo
 



       El objeto de la Criminología es distinguir al delincuente del no-delincuente; para distinguirlo, necesariamente debe definir qué es delito, para así categorizar como delincuente a quién incurre en delito.  Básicamente, por convención, constituiría delito toda aquella acción que así esté definido por la Ley; sin embargo, existen acciones que sin estar definidas como delito por la Ley, transgreden otros órdenes normativos distintos al legal, o son considerados repulsivos o abominables dentro de una sociedad determinada; aún así, para discriminar sí una acción determinada constituye o no delito, hemos de admitir qué el criterio más adecuado será el legal, para así evitar discriminación o vulneración de derechos.  De otro modo, sí se actuase discrecionalmente, se incurriría en abuso y en arbitrariedad.

      Ahora bién, la función de la ley penal debería trascender al de la simple punición o sanción, debería corregir; debería permitirle al individuo coexistir y convivir en sociedad pacíficamente.  Sin embargo, nuestras sociedades carecen del carácter de homogeneidad social que les permitiría establecer qué es una pauta cultural socialmente aceptable, y en vez del fondo nos ocupamos más de las formas; esta falta de homogeneidad social implica que se dificulte discriminar entre una conducta socialmente aceptable y otra desviada o desadaptada o inadaptada socialmente, e implica igualmente el que diversas subculturas pretendan igualarse y equipararse con la cultura dominante en la sociedad; pareciera que hemos perdido el rumbo, qué estemos desorientados cómo sociedad, y la prueba es que todas nuestras instituciones sociales se encuentran cuestionadas o en entredicho:  Familia, Iglesia, matrimonio, autoridad conyugal o parental, sujeción de los menores a sus padres, maestros y docentes, la autoridad disciplinaria misma, etc. Ya hasta los boyscouts permiten entre sus filas el relajo de sus costumbres, admitiendo a afeminados como miembros.

    Entonces, ¿qué es delito? ¿quién es delincuente?  Por preservar las formas, estimamos que será delincuente todo aquél quién incurra en una acción definida como delito por la Ley. Empero, centrando nuestra atención en el fondo del asunto, también podríamos considerar como delincuente a todo aquél quién posea proclividad criminal, u ostente algún grado de peligrosidad criminal; así pues, nos estaríamos refiriendo a una especie de delincuente en potencia, a un delincuente en estado latente.

     De este modo, sí atendiésemos al fondo en vez de la forma, podríamos aplicarle entonces medidas de política criminal a todo aquél cuyo comportamiento muestre signos de proclividad criminal o de peligrosidad social, a esos delincuentes en potencia o en estado latente, en vez de aguardar a que incurran propiamente en delito para entonces sancionarlos. Es el caso patente del bullying, o violencia escolar, fenómeno que nos advierte acerca de las carencias y deficiencias existentes en el proceso de socialización al que deberíamos someter a los futuros miembros de nuestras sociedades; y es el caso de casí todas las parafilias sexuales: LGBT, BDSM, pedófilos y pederastas. El comportamiento manifiesto de éstos es signo evidente de proclividad criminal.

    De manera pues, tenemos que en toda sociedad existen subculturas, y que se distinguen netamente por sus jergas, vestimentas, modos de conducta, etc.; sin embargo, el problema radica no en sí existen o son inexistentes esas subculturas, el problema está en cómo armonizar el desarrollo y desenvolvimiento de esas subculturas con la cultura dominante o global de la propia sociedad, e impedir perturben el desarrollo y desenvolvimiento de esa sociedad considerada como un ente abstracto; ya no se trata sólo de las comunidades gays, consideremos igualmente a los grupos de pandilleros, a los drogadictos, a las subculturas carcelarias: ¿Nos ajustaremos a los cánones de comportamiento de éstos desadaptados para así preservarles sus Derechos Humanos y no discriminarlos? ¿Comenzaremos a comportarnos como ellos? ¿Comenzaremos a vestirnos y a hablar como los miembros de esas subculturas?

Desde siempre, todos aquellos quienes no ajustaban su comportamiento a la del resto de la sociedad resultaban excluídos socialmente; y resultaban excluídos precisamente en virtud de esa desviación o desadaptación o inadaptación social. Se pretendía preservar determinados valores sociales, y se lograba gracias a la homogeneidad social, que a su vez confería cohesión social a la estructura de la sociedad: La Ley garantizaba que tanto la coexistencia social como la convivencia social se desarrollarían bajo determinadas condiciones de paz y orden, y es esto a lo que se concreta el Estado de Derecho.

    No obstante, toda esta concepción fue desnaturalizada, y en vez de estar garantizadas esas condiciones de desarrollo y desenvolvimiento para que todos y cada uno de los miembros de la sociedad persigan el pleno desarrollo de su personalidad dentro de ciertos parámetros, se pretende garantizar más bién que el individuo se desenvuelva a su libre arbitrio, aún en desmedro y hasta en perjuicio del resto de los miembros de la sociedad. Afortunadamente, aún persiste la Ley Penal; pese a estar desnaturalizada su función, ya que ni corrige ni rehabilita socialmente, sirve aún de muro de contención para refrenar la impulsividad de unas cuántas clases de individuo, así como mecanismo de etiquetamiento social.

     Por otra parte, esa persistencia de la Ley Penal también nos permite conservar un referente contentivo de una especie de mínimo común ético de carácter universal, debido a que la vigencia de la Ley varía en el tiempo y el espacio pero en materia penal pareciera poseer una mayor estabilidad espacio-temporal. De allí que se pueda suponer erróneamente que determinadas conductas no son punibles, y que por tanto quién las ejecute no sea un delincuente, cómo sería el caso de los pedófilos; pero esa es una vulgar falacia: Los ladrones o los sádicos, quienes también pueden advertir por sí mismos cuáles son sus inclinaciones criminales, aún antes de ejecutarlas, son unos delincuentes, así no incurran en delito; nacen así, y tampoco pueden reprimir sus deseos criminales.

     Finalmente, como quiera que se supone estamos respondiendo a un pedófilo, nos concretaremos al respecto expresando que a través de un microblogging un pedófilo nos interrogó acerca de, primero, sí es respetuoso y progresista comparar a los pedófilos con los abusadores sexuales y violadores; segundo, sí comenzaremos a tratar a los pedófilos con más respeto y dignidad; y, tercero, sí el respeto y la dignidad hacia los pedófilos se nos olvidaron en casa.  Procuraremos responderle a esas tres cuestiones afirmando que la distinción entre pedófilo y pederasta es eufemística, algo así como tratar de distinguir entre cuatrero y ladrón de ganado; por tanto, en vez de estar exigiendo respeto o reconocimiento ese pedófilo, debería más bién buscar ayuda profesional para curar esa parafilia que padece, así evitar delinquir a todo evento.  Cada quién es responsable de sus propios actos. Quizás la pedofilia no sea un delito, pero sí lo son los actos libidinosos, lujuriosos o lascivos practicados con púberes o impúberes, al igual que es delito la corrupción de menores.


                                                



                                          

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