Venezuela: Paraíso en derribo (Editorial del ABC de España)
El
domingo 8 de febrero el diario español ABC dedicó un contundente editorial a
Venezuela y su deterioro político, económico y social. Ocurre luego del impasse
con el gobierno venezolano por la publicación de informaciones sobre las
supuestas declaraciones de Leamsy Salazar, ex escolta del primer anillo
gubernamental. Este es el editorial.
Venezuela
debe ser el país peor gobernado del planeta. El periódico “The Daily Telegraph”
de Londres describió el desastre en un reciente reportaje montado sobre ocho
gráficas espeluznantes.
En el
2015 la economía se contraerá en un 7% del PIB. Los venezolanos serán
notablemente más pobres y tendrán menor capacidad de consumo.
La
inflación es la más alta del mundo. Los expertos de Caracas Capital
Market la sitúan en un 120% anual. Como la productividad es bajísima y el
aumento de los salarios no compensa, la vida cotidiana será mucho más cara.
El
bolívar, la moneda nacional, tiene varios cambios. Oficialmente, está a 6,30
por dólar. En realidad, se acerca a los 190 en el mercado negro. La diferencia
es el modo más directo de enriquecer a los corruptos boliburgueses. Compran a
6.30 para importar, usan una parte y revenden clandestinamente la otra. En
pocas horas cualquier idiota con conexiones puede hacerse millonario.
El valor
promedio del barril de petróleo hoy está un 50% por debajo del precio que tenía
en enero de 2014. Eso es gravísimo en un país cuyo ingreso en divisas depende
en un 96% de las exportaciones de crudo. Añadiéndole sal a la herida, la
producción de PDVSA disminuye y anda por los 2.4 millones de barriles diarios,
cuando debería estar produciendo entre 4 y 5. Esto sucede por una mezcla de
incapacidad y falta de inversiones.
Para
agravar la situación, los venezolanos consumen diariamente algo más de 700.000
barriles se petróleo por el que no pagan prácticamente nada. Llenar el tanque
de gasolina de un coche grande –allí casi todos son enormes— vale menos de un
céntimo. Ese subsidio a la clase media y alta –los que tienen autos—le cuesta
al país entre once mil y trece mil millones de dólares al año, pero nadie se
atreve a suprimirlo. ¿No decían que el petróleo era de todos los venezolanos?
El
gobierno en el 2014 importó bienes y servicios por un monto de 60.5 mil
millones de dólares y exportó petróleo cobrable (hay otro previamente
comprometido) por treinta y nueve mil millones. La diferencia, claro, se
convirtió en parte de la deuda y es una de las razones que explica el
desabastecimiento. No tienen divisas para importar los insumos que necesita un
país en el que el chavismo ha diezmado a la clase productora y ha cerrado siete
mil empresas de todos los tamaños.
Abocados a la quiebra
Venezuela
probablemente no pueda afrontar el pago de la deuda y tenga que declararse en
quiebra, de acuerdo con las sombrías predicciones del Banco Mundial. Este año
la nación tendrá que abonar once mil millones de dólares en intereses y
obligaciones, y carece de liquidez para pechar con ese compromiso. En el 2016
le volverá a suceder lo mismo. La quiebra, posada como un buitre sobre los
tejados de los bancos, le encarecerá notablemente las líneas de crédito.
Simultáneamente,
el subsidio a Cuba, de acuerdo con el economista Carmelo Mesa Lago, alcanza los
trece mil millones de dólares al año, y ahí se incluyen 107.000 barriles de
petróleo que llegan diariamente a Cuba, de los cuales la isla revende unos
40.000.
Venezuela
se calcutiza, pero con un agravante, las ciudades no sólo están cada día más
sucias y llenas de escombros: el crimen es la principal causa de muerte. Ni el
cáncer ni los infartos, ni los episodios cerebrales, por separado, matan tanto
como lo que en ese país llaman «los malandros».
Asesinar impunemente
El año
pasado fueron asesinadas 25.000 personas y el 94% de esos crímenes quedaron
impunes. Es menos arriesgado pasearse con un ejemplar de “Charlie Hebdo” en las
manos por las calles de Damasco que ir a comprar el pan en Caracas. Tal vez no
haya pan, pero seguramente encontrarán maleantes.
El
gobierno además, ha armado y convertido a los delincuentes en milicias
paralelas para controlar, acosar y, si es necesario, dispararle a la oposición,
como se ha visto en cien vídeos exhibidos por internet. Cuando no persiguen a
los opositores, persiguen los anillos, billeteras y relojes de los aterrorizados
ciudadanos.
Una buena
parte de la vida del venezolano –sobre todo de las mujeres– transcurre en las
colas a la búsqueda y captura de cualquier objeto necesario: comida, medicinas,
útiles de aseo personal. A veces hay peleas por unos muslos de pollo o por unos
cartones de huevos. Cada día que pasa faltan más objetos. El papel higiénico se
ha convertido en una obsesión nacional. En Miami, los exiliados venezolanos, en
venganza, han hecho imprimir miles de rollos con la cara de Maduro para darle
su fétido merecido al presidente.
En esta
atmósfera no es extraño que los venezolanos más educados quieran marcharse del
país. Ya lo ha hecho, afirman, millón y medio. Se les ve, laboriosos y
eficientes, en España, Panamá, Colombia, Ecuador y Estados Unidos.
En el
gran Miami, la ciudad de Doral es fundamentalmente venezolana, incluido su
alcalde. A Weston, 20 kilómetros más al norte, la llaman Westonzuela. En
Aventura, un rico vecindario costero a 35 kilómetros de Miami, se han asentado
los judíos venezolanos, con el prestigioso rabino Pynchas Brener a la cabeza, y
allí han llevado sus saberes, sus capitales y sus buenas costumbres
empresariales y profesionales.
En Miami,
además, los venezolanos han revitalizado el teatro en español, poseen un
diario, varias estaciones de radio y al menos dos canales de televisión. La
desgracia de Venezuela ha sido una bendición para el sur de la Florida. Lo
lamentable es que la mayor parte de esos refugiados no regresarán a su país
cuando amaine la tormenta. Se quedarán en EE.UU. a generar riqueza, criar a sus
descendientes y disfrutar de la institucionalidad de la más vieja democracia
del hemisferio.
Tal vez
es importante preguntarse por qué uno de los países potencialmente más ricos
del mundo ha caído en ese abismo.
Se trata
de una nación de más de 900.000 kilómetros cuadrados, y menos de 29 millones de
habitantes (“supervivientes”, dicen allí), dotada por la naturaleza con todos
los bienes imaginables: petróleo, hierro y otra docena de minerales valiosos,
tierras fértiles, agua potable en abundancia, playas paradisíacas, fabulosas
selvas vírgenes, y una población educada en la que abundan los profesionales
formados en universidades nacionales y extranjeras en las que han adquirido su
postgrado.
¿Por qué ocurrió esta
catástrofe?
Por qué semejante
paraíso, al que durante décadas emigraban los canarios y gallegos, los
italianos y centroeuropeos, en busca de un mejor destino, sufre hoy este
descalabro?
Fundamentalmente,
se debe a que en el país prevalecían varias ideas y actitudes totalmente erróneas
que pueden resumirse en una palabra: populismo. Muchos venezolanos pensaban,
porque así se lo aseguraban los políticos, que el país era rico, y no que la
riqueza se creaba mediante el trabajo metódico. Creían que la pobreza de muchos
venezolanos era debida a la riqueza de los que habían conseguido prosperar.
Bastaba con arrebatársela a los pudientes para establecer una sociedad más
justa.
Pensaban
que esa situación cambiaría cuando un grupo de personas bienintencionadas,
dirigidas por un caudillo enérgico, acabara con las injusticias. Ese personaje
fue Hugo Chávez. Los venezolanos no eran capaces de advertir que los
25 países más prósperos y felices del planeta son democracias regidas por la
ley y sustentadas en instituciones de Derecho.
Estaban
decididos a terminar con el bipartidismo y liquidar a los dos partidos
tradicionales, a los que acusaban de ineficientes y corruptos –algo de eso
había–, sustituyéndolos con los iluminados populistas antisistema de Hugo
Chávez, pese a que en los 40 años transcurridos entre 1959 y 1999 –la etapa
democrática– Venezuela había experimentado el mejor periodo de su turbulenta
historia. El resultado está a la vista: Venezuela es hoy la nación más corrupta
de América Latina según Transparencia Internacional, en la que nadie sensato
invierte un dólar, de donde escapa todo el que puede, regida por un tipo
estrafalario que habla con los pajaritos y obedece a un comisario cubano,
tristemente patrullada por unas Fuerzas Armadas controladas por narcogenerales.
Tomado de
WWW.ABC.es
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