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Condenado a 302 años el maestro de kárate que abusaba de sus alumnos
La sentencia del 'caso Kárate' tilda de depredador sexual a Torres Baena
El tribunal condena a sus dos cómplices a 126 y 148 años pero absuelve al cuarto imputado
Convencía a los menores para que mantuvieran sexo con él, con dos entrenadoras y entre ellos
El presunto pederasta utilizaba "técnicas de manipulación psicológica", según el tribunal
Manuel Altozano Madrid 15 MAR 2013 - 12:13 CET
Era el sensei. El maestro. La persona docta o el hombre sabio cuyo criterio y órdenes no se cuestionan. Ni en el tatami
ni fuera de él. Aprovechándose de esa posición jerárquica, de su gran
prestigio nacional e internacional como entrenador de kárate —cinturón
negro sexto dan, mentor y valedor de campeones con cargos en las
federaciones de Gran Canaria y española—, Fernando Torres Baena, de 57
años, abusó durante años de decenas de discípulos que entrenaban en su
gimnasio y a los que convencía con una mezcla de engaños y castigos para
que mantuvieran relaciones sexuales con él, con otras dos entrenadoras
de ese centro deportivo y entre ellos mismos. Ayer, la Audiencia de Las
Palmas lo condenó a 302 años de cárcel por 37 delitos de abuso sexual y
otros 13 de corrupción de menores. Sus cómplices, las también profesoras
María José González Peña e Ivonne González Herrera, de 35 y 33 años,
fueron sentenciadas a otros 148 y 126 años respectivamente.
La sentencia relata como Torres Baena, al que califica de “depredador
sexual”, se valió de María José e Ivonne para diseñar una red de
captación. Una “tela de araña”, dicen los magistrados para atraer
menores al gimnasio desde otros centros deportivos donde estas daban sus
clases. Una vez allí, el maestro, pero también sus dos cómplices, daban
largas charlas a los niños —la mayoría recién entrados en la
adolescencia aunque también los había aún menores— de contenido erótico.
Les hablaban de las bondades del sexo y les animaban a practicarlo. En
todas sus variedades. Con personas del mismo sexo y del contrario. En
pareja o en grupo. Entre ellos, con sus entrenadores...
Se trataba, según los magistrados, de “técnicas de manipulación psicológica” depuradas durante años. El sensei
y sus colaboradoras, aprovechándose de la autoridad espiritual sobre
sus pupilos que tienen los maestros en las artes marciales, les
explicaban que, mediante el sexo, se convertirían en mejores luchadores y
karatekas de éxito y se ponían como ejemplo. A ellos mismos y a otros
alumnos de los que ya abusaban. Se presentaban ante sus futuras víctimas
como su verdadera familia, tratando de distanciarlos de las normas y
las prohibiciones de sus padres que tanto molestan a los chicos de esa
edad... Hasta que lograban el primer roce. El primer beso.
Una vez rota esa barrera el objetivo que planteaba el pederasta a los
chicos era formar parte de “los elegidos”; de “la élite”. Ese grupo
selecto que participaba con los condenados en auténticas orgías en El
Edén —el chalé que Torres Baena tenía en la playa de Vargas, en el
municipio de Agüimes—. A El Edén solo estaban invitados los menores más
sometidos a los dictados sexuales del entrenador. Aquellos a los que
había convencido para que saludaran —a él, a sus cómplices o al resto de
alumnos— con un beso en la boca. A los que ya había logrado someter,
por ejemplo, en el altillo del gimnasio. En esas fiestas, el maestro les
obligaba de nuevo a mantener sexo con él, con María José e Ivonne (que
según algunos testigos se paseaban desnudas por la casa), con otros
alumnos del gimnasio, en tríos, en grupo...
Los relatos de las víctimas son escalofriantes. Uno de los chicos
relató como Torres Baena le daba charlas y más charlas de contenido
sexual en las que, además, le inculcaba de manera salvaje el deber de
obediencia al maestro. El adolescente, que tenía en ese momento 15 años,
contó como, en una ocasión, llegó a ser obligado a correr a cuatro
patas de un lado al otro del tatami como si fuera un perro para mostrar
su absoluta lealtad. Cuando la logró, Torres Baena le obligó a
masturbarle y a mantener sexo oral y anal con él. Después le conminó a
acostarse con las otras dos profesoras, 13 y 15 años mayores que él.
- Dos alumnos de Torres Baena dicen que los inició en el sexo, a uno a los diez años
- Torres Baena permitió que 10 monitores tuvieran relaciones sexuales con menores
- “Era una secta en la que el miedo y la amenaza estaban siempre ahí”
- "Les comen la cabeza a los niños y abusan de ellos, es una secta"
“Una vez en ese mundo solo conocía eso”, declaró la víctima, que
aseguró que durante los dos años en que sufrió los abusos, estaba
obsesionado con el kárate. “Era como si estuviera solo, no tenía amigos
fuera”, añadió. Para el tribunal —formado por Emilio Moya (presidente),
Salvador Alba y Carlos Vielba— ese testimonio demuestra “la desconexión,
la ruptura afectiva, emocional y social con el exterior a la que Torres
sometía a sus alumnos”.
De esta trama de pederastia, una de las más importantes destapada en
los últimos años y que ha dejado graves secuelas psicológicas en las más
de 40 víctimas, queda liberado el cuarto acusado, Juan Luis Benítez,
otro de los entrenadores del gimnasio de Torres Baena, por falta de
pruebas. Para el presidente del tribunal, Emilio Moya Valdés, sin
embargo, esas pruebas sí existían, como ha dado a conocer en un voto
particular en el que estimaba que el exculpado debía haber sido
condenado a 20 años por supuestos abusos sexuales a tres niñas. El
proceso, que se inició el pasado tres de mayo, se prolongó hasta
diciembre. Con la sentencia, el principal escenario de los crímenes, el
gimnasio Torres Baena, ha quedado clausurado. La última palabra la tiene
el Supremo.
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Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/15/actualidad/1363338281_732192.html
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