-----------------Reportaje:PEDERASTIA--------------
Así funcionaba la secta sexual del karateca
Fernando Torres Baena corrompió a alumnos en su escuela de kárate, en Gran Canaria, pero no a todos: los buscaba menores (de nueve a 13 años) y físicamente agraciados. Apoyado por sus mujeres, formaba 'familias' que se regían por el lema de "aquí, todos con todos y yo con todos"
Mónica Ceberio Belaza
21 MAR 2010
Fernando Torres Baena, en una gala de la Asociación de Periodistas Deportivos,
en 2005. / LA PROVINCIA DIARIO DE LAS PALMAS
En la escuela de kárate de Fernando Torres Baena no se corrompía a todos los alumnos. Sólo a los elegidos. El director los seleccionaba en función de su belleza y aptitudes físicas. Los preferidos pasaban a formar parte de su "familia", que él
controlaba de forma autoritaria dirigiendo cada uno de los actos de sus
miembros. A lo largo de más de 30 años de trayectoria profesional creó
varias. Eran familias perecederas. Cuando los alumnos crecían, salvo que
pasaran a formar parte de la cadena de mando, eran reemplazados por
chicos más jóvenes. La maquinaria de manipulación volvía entonces a
empezar. Los testigos y víctimas que han declarado en el proceso
judicial del caso del kárate coinciden en su versión de lo que
ocurría dentro de esta secta sexual y deportiva en Gran Canaria. Muchos
de ellos ni se conocen entre sí porque pertenecieron a diferentes
grupos. A algunos les separan 25 años de diferencia. Sólo una persona ha
estado en todos ellos: el propio Torres Baena, de 53 años, autoerigido
como pater familias absoluto, el líder.
La casa de Fernando Torres Baena en la playa de Vargas
(Agüimes, Gran Canaria). / CANARIAS 7
Los que no eran elegidos como miembros de la familia veían una
escuela de kárate normal. Lo único visible para todos era que alumnos y
monitores se mostraban muy cariñosos entre sí y que el saludo habitual
era un beso en la boca. Pero sólo los preferidos llegaban a conocer el
trasunto oscuro del gimnasio. "Sólo se interesaba por los que eran
físicamente agraciados tanto de cara como de cuerpo, especialmente entre
los nueve y los 13 años, que es cuando comienzan a competir", asegura
uno de los denunciantes. Dejaba de lado a los menos agraciados, aunque
si tenían cualidades podían participar en los campeonatos.
El karateca invitaba a sus niños a su casa de la playa de Vargas, en Agüimes. Iban allí en vacaciones y los fines de semana con la excusa de hacer
entrenamientos intensivos. Pero no sólo se entrenaba. Los chicos
limpiaban la casa por dentro, arreglaban el jardín, iban a la playa
juntos..., como si efectivamente fueran una gran familia que trabajaba
unida en todas las labores del hogar. Era parte del entrenamiento, como
el sexo, que pedía a los alumnos porque la familia "tenía que conocerse
en todos sus aspectos" y porque de esta forma se potenciaba "todo lo que
conlleva la vida deportiva y el kárate". Lo que había de fondo, según
él les explicaba, era "amor". Y disciplina. Él lo controlaba todo: hacía
cuadrantes ordenando quién debía acostarse con quién cada noche. La
regla general, según un menor, era ésta: "Aquí todos con todos y yo con
todos". El que se abstenía, era reprendido.
No se ejercía violencia física sobre los menores, según desvela un
sumario judicial en el que aparecen declaraciones de 55 presuntas
víctimas. Los niños iban asimilando poco a poco el estilo de vida que a
Torres Baena le gustaba; les convencía de que el sexo era algo "normal".
Las relaciones con los niños no eran "forzadas de forma explícita",
según explicó al juez de Las Palmas que lleva el caso una mujer que
ahora está en la treintena y que a los 13, recién llegada a la escuela,
recibió la buena noticia de que "formaría parte de la pequeña familia de
elegidos". Dice que no puede explicar muy bien cómo funcionaba el
mecanismo de control, pero que "había una manipulación por parte de
Fernando" en la que todos caían.
Otra mujer de esa época, de esa familia ya antigua, explicó al juez
cómo Torres Baena iba introduciendo a los chicos en su filosofía vital.
Les decía que la relación de pareja que tenían sus padres no era "lo que
se llevaba", que era de "desfasados" y que "no podían estar cerrados
porque les iba a apartar de muchas cosas". Alababa sus habilidades
deportivas y les hacía promesas sobre su futuro en el kárate. "Le gustan
sobre todo los niños más pequeños, entre los nueve y los 13 años",
relata uno de los denunciantes. "Es cuando empiezan a competir y puede
engatusarlos".
Los preferidos recibían un "seguimiento especial", y el profesor les
ponía ejemplos de deportistas que habían triunfado gracias a que le
habían hecho caso en todo. Por el contrario, los que no obedecían
fracasaban. Con niños en edades muy influenciables y con ganas de
triunfar, solía funcionar. Si se negaban a hacer algo, aparecía el
chantaje emocional: les convencía de que eran ingratos con quien les
estaba dando todo y que le "destrozaban" con su actitud rebelde.
A una chica le dijo que la vida que llevaban en la playa de Vargas
era "totalmente diferente a la exterior", que eran todos "una familia" y
que debían luchar "por lo que allí se podía conseguir". "Fernando tiene
poder de persuasión y capacidad de controlarte psicológicamente, y
desde que nota que empiezas a dudar y a flaquear comienza a hablar y
finalmente a convencerte para que vayas a su redil de nuevo", declaró
esta joven ante el juez y la policía. "No sabía cómo salir de todo
esto".
Ésa era la parte más suave de la manipulación. Había otra más
agresiva. Torres Baena tenía poder. En los últimos tiempos era el
presidente de la Federación Gran Canaria de Kárate y director de I+D de
la federación española. Los alumnos sabían, y así lo dejaba claro él,
que si se ponían en su contra no iban a ser admitidos en ningún gimnasio
y no podrían hacer nada en ese mundo. Un alumno le atribuye esta frase:
"Si quieres marcharte, márchate, pero ya puedes ir olvidándote del
kárate".
Una de las chicas que ha declarado, de casi 30 años, acabó
aterrorizada por Fernando. Empezó a tener una relación con alguien ajeno
al grupo y tuvo verdaderos problemas porque "eso no se podía
consentir". Una de las formas de lograr el control era precisamente
aislar a los menores; alejarlos de sus familias reales y de sus amigos
de forma que, en un momento dado, todo lo que eran se lo debían a
Fernando y al grupo de la playa de Vargas.
"Cualquiera que quisiera salirse de lo establecido por él tenía
bronca asegurada", declaró la mujer. A ella le amenazó con echarla del
club; le dijo que le haría la vida imposible, que él se encargaría de
que no volviese a competir jamás. La karateca rebelde se envalentonó y
le dijo que le contaría todo a la policía. Él, según su relato,
respondió que "llevaba haciendo el mismo tipo de vida desde hacía 35
años" y que siempre "había hecho lo que había querido".
Las broncas, al parecer, eran todo lo largas que fuera necesario para
doblegar la voluntad de los menores. Podían durar hasta tres o cuatro
horas. "Sabe cómo hacer daño cuando no le obedecen", asegura una joven.
"Es manipulador y no tiene escrúpulos", afirma otra. "Se interesaba por
la vida personal de los chicos como si tratara de averiguar el punto
flaco de cada uno", corrobora un alumno.
La historia de sus familias ficticias viene de tiempo atrás. Se casó
con su primera mujer, Edith, cuando ella tenía apenas 16 años. Él tenía
24. Un año antes, en 1979, se había proclamado campeón de España de
kárate en la modalidad kumité. En 1981 fundó su escuela e inició a su
mujer en la práctica del sexo con otras parejas, hombres y mujeres.
Mientras tanto tuvieron una primera hija.
Torres Baena formó en esa época una primera familia con alumnos de su
escuela, de 13 y 14 años, a los que llevaba a la playa de Vargas.
Edith, separada desde el año 1994 de Fernando, ha reconocido ante el
juez los abusos durante esa primera época, en los que ella también
participó porque sucedían "dentro de una forma de vida a la que le había
entrenado Fernando". Su marido le explicaba que no podía ser feliz "sin
montar la familia que quería", afirma la mujer. Uno de los menores que
visitaban la playa de Vargas se hizo novio de su hija mayor.
Edith dice que está segura de que Fernando no ha tenido relaciones
con sus propios hijos (tres), ni los ha involucrado en sesiones de sexo
en grupo, lo que contradice las declaraciones de muchos denunciantes.
Los tres hijos de la pareja también lo han negado.
Uno de los chicos que empezó a aparecer por la playa de Vargas fue
Juan Luis B., ahora también imputado a sus 37 años. Con 14 ya estaba en
la escuela, manteniendo relaciones sexuales con mayores y menores y con
el propio Fernando, según la versión de Edith (que admite haberse
acostado con él cuando era menor). De mayor pasó a convertirse en uno de
los líderes.
Años más tarde, en una familia posterior llegaron, de adolescentes,
María José G. P. e Ivonne G., otras dos imputadas que también
coincidieron con Edith. Cuando el matrimonio se separó, María José se
convirtió en la nueva novia de Fernando Torres Baena. Él las usaba a
ambas como cebo ante los chicos; eran las primeras en introducir a los
menores en las artes amatorias y prepararles para Fernando, según
decenas de declaraciones de víctimas. Una dibujó una pirámide explicando
el funcionamiento de la secta: en el vértice está Fernando; abajo,
María José e Ivonne; en un tercer peldaño situó a Juan Luis. Todo lo
demás era "la plebe". Tanto Juan Luis como María José e Ivonne habían
sido, probablemente, "plebe" cuando llegaron a la escuela tiempo atrás.
Todo se destapó el pasado 26 de enero. Una adolescente se atrevió a
hablar con un profesor suyo del colegio y con la policía para evitar que
el hermano pequeño de una compañera de clase, de nueve años, sufriera
los mismos abusos que ella. A partir de aquí se desencadenaron las
denuncias. Tres de los imputados (Fernando, su novia María José e
Ivonne) están encarcelados. Otros tres, Edith, Juan Luis y José (hermano
de María José), han quedado en libertad. Salvo Edith, el resto niega
todas las acusaciones. Torres Baena asegura que se trata de un complot
organizado por algún club deportivo y que sólo ha tenido relaciones con
mayores de edad. En la casa de la urbanización El Edén, en la playa de
Vargas, la policía encontró los artilugios sexuales (consoladores,
películas pornográficas...) de los que hablaban los denunciantes que
formaban parte de la familia actual.
¿Qué les puede pasar a los imputados? Las penas dependerán de cada
hecho concreto que quede acreditado y de la edad de los que han sufrido
los abusos. Los actos sexuales con menores de 13 años son delito en todo
caso. Cuando la víctima es mayor de esa edad, se considera que no hay
consentimiento si éste se ha obtenido "prevaliéndose el responsable de
una situación de superioridad manifiesta" que coarte su libertad. Las
penas se agravan, además, cuando ha habido penetración de algún tipo. El
Código Penal recoge también un tipo específico para cuando el abuso se
comete con menor de 13 a 16 años que ha consentido mediante engaño.
Alguno de los delitos puede haber prescrito.
En la causa se están investigando centenares de presuntos abusos. La
policía, en su informe final al juzgado, ha concluido lo siguiente: "Los
imputados constituyen un grupo organizado de pederastas (asimilable a
una secta, con un líder carismático) que aprovechaban su vinculación e
influencia en el mundo del kárate para atraer a los menores y ganarse su
confianza y admiración. (...) Fernando Torres Baena es el cabecilla del
grupo, llevando décadas realizando estos actos con total impunidad".
Fuente: http://elpais.com/diario/2010/03/21/domingo/1269147157_850215.html
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