Especialistas
recalcan que el tema debe ser debatido en la consulta que hace el MPPE
Abordaje
del bullying debe involucrar a la familia, la escuela y la comunidad
Psicólogos,
psicoterapeutas, orientadores escolares, docentes y representantes consultados por
el Correo del Orinoco señalan que este tipo de violencia escolar ha existido
desde siempre, aunque no en las proporciones ni con la misma frecuencia con la
que se presenta actualmente
15 de Junio de 2014
Texto: Héctor
Escalante
Fotos: Ángel
de Jesús y María Isabel Batista
Desde
casi un año, el hijo de Yolis Zorrilla ha sido acosado por siete compañeros de
clases en la institución donde cursa actualmente el segundo grado de educación
básica. “La situación es desesperante”, precisó la madre, quien ya ha tomado
medidas para evitar que esto siga sucediendo.
Los
maltratos hacia el menor han sido tanto físicos como verbales, describe: “Le
clavaron un lápiz en la espalda, le patean la merienda, le quitan sus cosas, le
rompen los cuadernos, se los botan, también lo rechazan y le dicen cosas feas”.
Pese a
que el acoso ha sido aplicado por parte de este pequeño grupo que, de acuerdo
con la apreciación de Zorrilla, funciona a modo de patrulla; “en ocasiones el
salón completo ha copiado esa misma conducta”, aunque con la intervención de
las maestras se ha retomado el control.
Producto
de esta situación, refiere, el niño ha manifestado el deseo de no querer
asistir más al colegio, y cuando falta alguno de los que lo acosan “expresa que
ese ha sido el día más feliz de su vida, porque el salón ha estado en calma y
ha podido trabajar en equipo sin que lo molesten”.
Fuera de
la escuela, reseña, el niño no ha tenido ningún tipo de inconvenientes: “Él
asiste a un club con otros niños de su edad, también vamos al parque, al campamento,
vamos a la iglesia y ahí comparte con otros niños, él es muy espontáneo,
pregunta mucho, pero nunca ha tenido problemas”.
Esgrime
que su hijo no actúa con violencia porque “ha sido criado bajo los valores
cristianos de respeto y tolerancia hacia sus semejantes”. Incluso, sostiene que
el hecho de practicar kárate no ha mermado su comportamiento apacible.
Actualmente el niño recibe atención psicológica y sus padres han tomado todas
las medidas pertinentes para poner fin a esta situación.
Otro caso
inquietante fue el reportado por Yulmi Hidalgo, quien es coordinadora de
educación inicial y educación primaria en una institución del estado Miranda.
Dijo que, en su función de orientadora, fue contactada por un grupo de niñas
entre 12 y 13 años que, con urgencia, solicitaron su apoyo.
Estas
relataron a la docente que al salir de la institución, una de sus compañeras
había sido amenazada por un grupo de estudiantes del turno contrario, que la
estuvieron esperando por largo rato para ofrecerle una golpiza. Según lo
descrito por las estudiantes, reseña la profesora, “el conflicto responde a
situaciones que siempre se dan en las escuelas, como miradas, gestos, insultos,
celos por el amiguito, pero que si no son abordadas a tiempo pueden generar
consecuencias”.
Hidalgo
logró reunir a las dos jóvenes y con ellas estuvo reflexionando sobre la
tolerancia y el respeto que debe haber entre las y los estudiantes dentro de
toda institución educativa, a fin de solventar el percance que se había presentado
horas antes.
Tras la
conversación, reseña, “las niñas se pidieron disculpas y aparentemente todo se
calmó; incluso, se fueron juntas hablando”, pero al cabo de una semana la
golpiza prometida terminó cumpliéndose. “Hubo moretones, rasguños en la cara”,
apuntó.
Para
Hidalgo es sorprendente que esto suceda pues, la niña acosadora forma parte del
grupo de promotores de paz que trabaja en la ciudad de Los Teques, al cual ella
también pertenece, porque allí justamente a la estudiante le ha tocado hacer
dramatizaciones y carteleras y visitar varias aulas para transmitir valores
contra la violencia.
Los
representantes de ambas fueron citados y como el percance se presentó fuera de
la institución, el caso fue llevado al Consejo de Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes, precisó la docente, quien además teme que causa del mismo vaya a
motivarse una situación de conflicto entre las familias.
La
experiencia le ha hecho pensar que situaciones como estas no se resuelven
durante un primer encuentro de intercambio, por lo que las y los docentes deben
hacer esforzarse para darle mayor seguimiento a estos casos.
FENÓMENO CRECIENTE
Fernando Pereira, CECODAP |
Aunque en
Venezuela no hay cifras que den cuenta de esta problemática, la organización
Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap) atiende diariamente no menos de
tres o cuatro casos en su sede de Caracas, que de inmediato son referidos a las
instancias competentes. Esta semana Cecodap realizó una actividad sobre este
tema que inquieta cada vez en mayor medida a maestras, maestros, familias y
comunidades.
Fernando
Pereira, coordinador de este organismo que promociona y defiende los derechos
humanos de la niñez y adolescencia, dice que tras recorrer 19 estados del país
en el año escolar que transcurre, ha podido constatar que esta es una situación
se repite con mucha frecuencia tanto en instituciones públicas como privadas de
esas localidades.
Esta
hipótesis es confirmada por Anayancy Rodríguez, psicóloga y profesora de la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), quien anecdóticamente refiere
que ha sabido de varios casos de suicidio por parte de jóvenes “que no
aguantaron esa situación”; de otros que han estado hospitalizados “por haber
recibido fuertes golpizas” y los que reciben terapia por tener “heridas profundas”
en el plano emocional.
SIEMPRE HA EXISTIDO
El
fenómeno, que ha sido visibilizado desde hace aproximadamente unos 10 años,
“siempre ha existido, aunque no en las proporciones ni con la misma frecuencia
con la que se está presentando actualmente en todo el mundo”, agrega.
Anayancy Rodríguez, UPEL |
Recordó
que, en el año 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró como
problema social y de ahí en adelante esto indujo a profesores universitarios e
investigadores a ahondar más en el tema. Dada la complejidad del mismo,
apuntaló, es necesaria la intervención, además de los docentes, de otros
especialistas.
“Debe
haber ayuda mutua entre docentes, entre psicólogos, entre padres y entre otros
especialistas que estén trabajando en el área. Es importante que se unifiquen
criterios y se creen grupos, redes de padres y docentes, que puedan trabajar de
manera conjunta para tener un solo discurso”, recomendó.
La
especialista sostuvo que tanto las niñas y los niños como los
adolescentes “requieren respuestas concluyentes y contundentes” y que además
necesitan que se les impongan límites, “pero la única manera de poderlos
limitar, porque ellos están aprendiendo qué es lo bueno y qué es lo malo, se da
a través del modelaje que le ofrecen sus padres”.
FACTORES DE RIESGO
Según la
pediatra Tamara Salmen, quien participó en el foro de Cecodap, existen factores
de riesgo de origen personal, familiar y social que, de alguna forma,
justifican las actuaciones agresivas en las niñas y los niños cuando ejercen el
acoso escolar.
Tamara Salmen, Médico Pediatra
Especialista en Conducta y Desarrollo Infantil |
Los riesgos
personales, explica, tienen que ver con el tipo de temperamento, la
predisposición genética o la exposición prenatal antes de nacer, vinculada al
consumo de alcohol por parte de la madre durante el embarazo.
Respecto
a lo familiar, añade, están propensas a practicar la violencia aquellas niñas o
niños que en sus hogares reciben maltrato, son testigos de actos violentos o no
reciben trato alguno.
Los
factores de riesgos sociales, complementó, vienen dados por situaciones que se
presentan en el plano comunitario: “Presenciar en el día a día actos de
violencia en el sitio donde se vive, crea en los niños la predisposición a
tener conductas violentas”. Refiere que el mismo peligro lo corren aquellos que
están expuestos a los videojuegos y películas de contenido violento.
Para la
especialista en conducta y desarrollo infantil, hay otros factores que no
necesariamente constituyen un riesgo porque se catalogan como patológicos. Al
respecto, comentó que hay una etapa durante el crecimiento de los niños
donde las conductas agresivas se toman como normales. De hecho, dice que es
algo esperado y nato en todo ser humano.
“Así como
el niño de dos años es controlador, el niño de cuatro años es oposicionista y
no tiende a ver que su conducta se tiende más agresiva, mientras que a los
cinco años, el niño se vuelven tramposo, mentiroso”, explicó.
Si por
naturaleza ellos desarrollan este tipo de conducta, aclara, nosotros como
adultos tenemos que intervenir para hacerles ver que esta no es apropiada ni
socialmente aceptada. “Con eso estamos haciendo prevención antes de que
aparezcan conductas mucho más difíciles de manejar”, acentuó.
La
doctora aseguró que los factores de riesgo son uniformes en todas partes del
mundo. “Lo que hace que un niño tenga una conducta agresiva aquí, es lo mismo
que hace que la tenga un niño en China, en Suráfrica o en cualquier otro país”,
enfatizó.
IDENTIFICACIÓN ENTRE NIÑOS
Los
acosadores infantiles normalmente son muy dominantes y por lo general
impulsivos, que someten a sus víctimas para tener poder absoluto sobre ellas y
lograr que estas les tengan miedo, resalta la experta.
Dice que
no sienten mayor responsabilidad por lo que hacen, son transgresores de las
normas y casi nunca tienen disponibilidad de sus padres; “es decir, que aun
estando en casa, no tienen la disponibilidad emocional de esa persona que
supuestamente debe ser su guía”.
Salmen
asevera que entre los propios niños es fácil identificar al acosador. “Ellos
detectan cuando hay un niño que se comporta como un líder negativo, que
promueve la violencia, la exclusión y el mal trato, teniendo éxito, además,
porque nadie interviene para frenar ese tipo de comportamiento”, asintió.
Muchas
veces, añade la pediatra, los líderes negativos “son vistos con placer porque
logran arrastrar a otros niños”, bien sea porque le tienen miedo y no quieren
convertirse en víctimas, o porque simplemente anhelan tener ese mismo poder, y
por tanto se convierten en sus seguidores.
DESCONOCIMIENTO EN EL HOGAR
Para las
maestras y los maestros, la tarea de identificar al acosador o acosadora
tampoco es muy dificultosa. “Cuando el maestro se da cuenta o viene algún niño
a reportar que este tipo de situación se está dando, tiene a partir de ese
momento la disposición para estar mucho más pendiente”.
En
cambio, madres y padres no siempre se percatan cuando esto ocurre, contrasta.
“A veces cuando uno los cita a la consulta, dicen no estar al tanto de ese tipo
de comportamiento en sus hijos”, revela.
Aunque
probablemente no lo hagan en sus casas, la doctora manifiesta estar segura de
que en los hogares de las niñas y los niños acosadores haya otras personas que
si lo están haciendo con ellos, por lo que luego estos buscan imitar esa
conducta con algún compañero.
CONSECUENCIAS A FUTURO
La niña o
el niño acosador, advierte Salmen, necesita la misma ayuda profesional que se
les brinda a las víctimas de acoso, porque muchas veces ellos no reciben la
atención necesaria en sus casas y el maestro en el colegio no tiene las
herramientas para poderlos orientar.
“Si uno
deja que esto evolucione solo, el niño que sigue siendo acosador y crece como
acosador, va a ser un transgresor de las leyes, puede verse involucrado en
drogas, en delincuencia”, reflexiona la doctora.
Con base
en los resultados de una serie de estudios realizados por instituciones
extranjeras, indicó que cuando a estos niños no se les ayuda oportunamente, a
los 24 años de edad la mayoría de ellos tiene antecedentes penales.
LOS TESTIGOS
Por lo
general, las víctimas de la violencia escolar y sus agresores son los únicos
visibilizados cuando se aborda esta problemática, pero los espectadores, “que
son más y que pueden hacer la diferencia”, terminan siendo ocultados, resalta
Alejandra Sapene, psicóloga clínica infantil y de adolescentes, UCAB.
Alejandra Sapene, Psicólogo Clínico, UCAB |
A juicio
de la especialista, hay que lograr que los espectadores pasivos, “que no hacen
nada o que de manera implícita, con su conducta, apoyan y refuerzan la conducta
del agresor”, pasen a ser espectadores activos, “que sean capaces de decir o
hacer algo para que esa situación se detenga, e influir sobre el acosador,
apoyar a la persona acosada y atenuar la relación intensa que se da entre
ambos”.
Dice que
“el rol del testigo se trabaja”, por lo que no hay que esperar que este lo haga
espontáneamente, ya que para el espectador es muy complicada la situación
emocional que ahí se genera. “Cuando ve una situación de violencia hacia un
compañero, se siente identificado, le da miedo que se la hagan a él, pero a la
vez, al no hacer nada, siente queda en complicidad con el agresor”, describió.
Esa
sensación de dualidad, detalla, “puede generar una inmovilización y un
atrapamiento en el estudiante” que, solo dando herramientas puntuales para
trabajarlos de manera sistemática desde la comunidad escolar, con la
intervención de docentes, familia, personal administrativo, obrero y
especialistas, puede llegar a superar.
VISIBILIZAR LA VIOLENCIA
Sapene
asegura que, para lograr la activación del testigo, tiene que haber una
reflexión permanente en el aula de clases acerca del tema del acoso. Además,
las y los docentes “deben preocuparse por que sus niños se estén sintiendo bien
en el colegio, dejando a un lado la rutina tediosa del día a día, de objetivo
visto, objetivo logrado”.
Darle
valor y visibilidad a una situación de violencia, plantea Sapene, hace que no
se genere impunidad. “Esta hace que impere la ley del más fuerte, ya que por
más reglas que existan, si todos se hacen los locos, se están aliando al
agresor y con ello generan líderes negativos con quienes luego se unen para que
no les hagan nada”, sintetizó.
Sí eso no
se construye en la escuela como un discurso general, difícilmente va a poder
frenarse o irse reduciendo la intensidad y la frecuencia de los episodios de
acoso escolar, concluyó.
VIOLENCIA ESCOLAR Y BULLYING
Oscar
Misle, director de Cecodap, asegura que la escuela es un espejo de lo que
ocurre en la sociedad. “Si la intolerancia, el irrespeto y la agresión como
mecanismo para resolver los conflictos se da afuera, difícilmente podemos
esperar que no se dé en la escuela”, apuntó.
Dijo que
se pueden hacer muchas campañas en las instituciones educativas, pero si lo que
los muchachos y las muchachas escuchan fuera de ellas es descalificación,
humillación y agresión, ese trabajo se pierde.
En ese sentido,
señala que es importante que la gente sepa diferenciar el bullying de las otras
modalidades de violencia escolar existentes. “El bullying es una forma de
violencia mediante la cual un estudiante se mete con otro -a quien considera
más vulnerable- de manera sistemática e intencionada para adquirir control,
poder y popularidad”, describió.
Para el
orientador, eso es distinto de la violencia para solucionar conflictos
cotidianos: “Te metiste conmigo, te doy una patada; te me coleaste en la
cantina y te insulto”. A su juicio, eso también es violencia, aunque se da de
otra manera. También hay formas distintas de violencia escolar, como la
exclusión y la apología al odio, que no necesariamente son para solucionar
conflictos, añade.
“Todas
esas manifestaciones de violencia hacen que se enrarezca el clima escolar, que
no es más que la percepción que tienen los estudiantes, las familias y los
docentes, y todo el personal que labora en la institución”, puntualizó.
Misle
insiste en que se debe impulsar la formación los ciudadanos mediante
el conocimiento de las leyes que se han creado sobre esta materia, a los fines
de poder identificar los deberes, pero también los derechos que todas y todos
tenemos.
Oscar Misle, CECODAP |
Asegura
que cuando las leyes se utilizan de manera arbitraria o discrecional,
dependiendo del nivel de influencia de los implicados en el caso, “el
entorno lo percibe y siente que hay privilegios que hacen que la normativa no
se aplique”.
De igual
forma, sostiene que “si la ley no se aplica porque no hay seguimiento, se
genera una sensación de desprotección” y, al no contar con un espacio que
brinde seguridad, la comunidad que lo conforma pierde el sentido de
pertenencia.
Esa
situación, reflexiona el psicoterapeuta, provoca una distorsión: “Para poder sobrevivir
en este espacio, las personas utilizan como referente a quienes acosan o a los
más violentos”.
Además, reconoce que la impunidad impulsa a las afectadas y los
afectados a retirarse de la institución, lo que deja el camino libre a los
agresores para que encuentren nuevas víctimas y sigan acosándolas.
PARTICIPACIÓN CONJUNTA
De
acuerdo con el especialista en atención y prevención de la violencia familiar y
escolar, la comunidad educativa en pleno debe reconocer la existencia del
problema cuando este se presente. “El reconocimiento pasa por la convocatoria
de las partes involucradas para opinar y buscar alternativas frente a la
situación”, acotó.
El
abordaje de esta problemática, sostiene, no puede ser responsabilidad única de
las maestras y los maestros. “Eso tiene que ser un trabajo coordinado entre
toda la comunidad educativa y el rol del director es clave, para que eso se
traduzca en una serie de acciones que permitan que la formación y la
participación se hagan de forma continua y permanente, no reactiva”, expresó.
El
docente expresa que hay que aprovechar la consulta por la calidad educativa que
se está llevando a cabo en este momento, para saber por qué la violencia ha
tomado más fuerza en las escuelas. De hecho, afirma que hay una proporcionalidad
entre la violencia social y la violencia que se da en la escuela.
“Valdría
la pena saber, a pesar de las dudas que muchas personas puedan tener al
resultado final de la consulta, cómo estamos entendiendo la convivencia y
cuáles son los espacios que las escuelas tienen para participar y hablar sobre
estos temas”, acentuó.
En su
criterio, cuando dejamos de hablar de un tema este se hace invisible, y en la
medida en que se hace invisible, aumentan los riesgos, “porque todo lo que no
se reconoce e identifica empieza a tomar fuerza”, y en el caso de la violencia,
“se iría legitimando como una forma de relación e interacción”.
INTERACCIÓN FAMILIA-COMUNIDAD
También
urge restablecer el puente familia-comunidad, porque está roto, manifestó el
orientador. Al respecto, mencionó que los prejuicios que hay entre los
docentes con relación a las familias y viceversa, “son muy grandes”, pero alega
que eso no es al azar.
“Por lo
general, cuando a los padres los llaman desde la escuela es para reclamarles por
algo que hicieron sus hijos, pero nunca los llaman para preguntarle cómo los
están educando, porque participan en todo o porque han demostrado ser
creativos, solidarios”, fustigó.
Lo mismo
sucede con madres, padres y representantes, quienes, según Misle, “la mayoría
de las veces que van a la escuela es para reclamarle algo al docente, pero
nunca para celebrarle una buena actitud”. El problema, lamentó, es que no hay
tiempo ni espacio para llevar a cabo estas tareas en la escuela, dado que “lo
curricular-académico se traga todos los espacios”.
CAMBIO DE MODELO
Señala
Fernando Pereira que hoy día vivimos en una sociedad en las que las niñas, los
niños y adolescentes “no aprenden solo por lo que escuchan en sus casas, o por
lo que le dicen en las escuelas, sino que disponen de múltiples canales para
hacerlo”.
Por tal
motivo, considera que las relaciones escolares en este momento no pueden ser
normadas de la misma manera. “Somos una escuela concebida en el siglo XIX, con
docentes formados en el siglo XX, y no podemos formar a los chamos del siglo XXI
con esos mismos parámetros”, criticó.
Estas
diferencias, analizó, hacen que los jóvenes se resistan y eso provoca un
choque cultural y de intereses que en buena parte es el responsable de los
conflictos que se están suscitando.
Ponderó
el orientador que la escuela actual valora a los estudiantes por su promedio
y espera que todos actúen de la misma manera. También “fomenta la
competencia y la sobrevivencia del que saca mejores notas, aunque sea poco
solidario, no coopere y agreda a sus compañeros”.
Ante esta
situación, estima que nuestras instituciones todavía tienen pendiente la tarea
de revisarse, verse hacia adentro y detectar en qué medida sus propias normas
explícitas o implícitas pueden provocar agresión y violencia entre la
comunidad, así como la de aceptar con normalidad las diferencias.
“Hay que
entender que ser diferente es lo normal y que la escuela tiene que ser un
espacio de encuentro para los diversos, no exacerbar lo contrario. Muchos
docentes, explícita o implícitamente, fomentan el rechazo a los muchachos o a las
muchachas que no entran dentro del promedio, a los que no van de acuerdo sus
convicciones y creencias morales y éticas”, fustigó.
Más que
dar charlas sobre el bullying, que son importantes porque suministran mucha
información, Pereira cree que los docentes deben ser cuidadosos con sus
comportamientos, y considerar que en todo momento deben mantener el respeto
entre sus colegas y hacia los estudiantes.
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Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/abordaje-bullying-debe-involucrar-a-familia-escuela-y-comunidad-2/
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