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martes, 26 de abril de 2016

Pedro Armengol: Patrono de los cristianos perseguidos, redentor de cautivos martirizado, dechado de la contención voluntaria

Pedro Armengol:
Patrono de los cristianos perseguidos, 
redentor de cautivos martirizado,
dechado de la contención voluntaria.


Fundamerced
Caracas, 26 de abril de 2016

La gran familia mercedaria conmemora este miércoles 27 de abril la muerte de San Pedro Armengol, fraile mercedario, redentor de cautivos, mártir y, además, patrono de los cristianos perseguidos.
       Fray Pedro Armengol vivió en la época de la presencia árabe en la península ibérica, cuándo estaba ocupada y dominada por los musulmanes, entre mediados del siglo XIII y principios del siglo XIV, en plena efervescencia de las pugnas contra los moros para expulsarlos del territorio ibérico, y cuándo aún era incipiente el proceso de unificación político-territorial que posteriormente daría lugar al surgimiento al actual Reino de España; vivió en la época de Jaime I “El Conquistador”, bajo cuyo reinado fue fundada la propia Orden de la Merced, a la que permitió el uso de su propio escudo de armas al fundarla junto a San Pedro Nolasco y el Obispo de

Barcelona, como orden real, celestial y militar: Las 4 barras de gules sobre campo de oro.


En fin, San Pedro Armengol vivió en plena época de las cruzadas, caracterizada no sólo por los conflictos de carácter ideológico o religioso propiamente, sino también por las luchas cruentas entre cristianos y musulmanes, disputándose con la fuerza de las armas la posesión y el dominio tanto de la ciudad de Jerusalén así como de las rutas para acceder hasta allí desde Europa; por supuesto, este enfrentamiento implicaba igualmente la expulsión de los árabes de toda Europa, y especialmente del sur de la península hispana dónde se asentó el Califato, hasta su definitiva extinción; asimismo, implicaba que tanto la población como los propios combatientes podrían caer en manos de sus adversarios:
En el caso de los cristianos, al caer bajo el poder de los sarracenos, eran sometidos a crueles suplicios y tormentos, hasta desfallecer, a no ser que abjurasen de su religión cristiana y se convirtieran al Islam, para así salvar la vida y eludir los castigos inflingidos; sobra expresar que innumerables cristianos perdieron la vida atrozmente al caer cautivos. Sin embargo, en algunos casos, los cautivos cristianos conservaban la vida y podían obtener su libertad sólo a cambio de un rescate, del pago de un precio en metálico, cuando así lo exigían los propios musulmanes en razón de la valía o la fortuna del cautivo; y precisamente a esta función se dedicaban los mercedarios, a redimir cautivos: Liberaban cautivos, pagando su precio, aún cuándo ese precio fuese su propia libertad, qué es igualmente su carisma.  
Redimiendo cautivos es el modo cómo Pedro Armengol obtuvo su palma de mártir: Tras visitar unas mazmorras africanas  sarracenas, consoló a los enfermos, curó a los llagados, gastó todo el dinero que llevaba consigo comprando la libertad de cuantos pudo y cuando se quedó sin dinero, se ofreció entonces como rehén el mismo a cambio de liberar a otros cautivos de inmediato, comprometiéndose la Orden Mercedaria a efectuar el pago del rescate en un lapso posterior;
esos cautivos son liberados y trasladados fuera de tierra infiel, y mientras llegaba el pago del rescate, catequizó, animó, se condolió y se convirtió en el paño de lágrimas del resto de los cristianos que permanecían cautivos junto con él, pero el pago del rescate no llegó en la oportunidad convenida.  Expirado el plazo de espera, Pedro Armengol fue colgado de una horca, ajusticiado vilmente; los musulmanes se sintieron burlados por el incumplimiento del pago del rescate, a la vez que ahorcándolo se desquitaban por la actitud del fraile, quién continuamente criticaba a quienes tenían sometidos a cautividad a los cristianos.   

Vencido ese lapso de espera para efectuar la redención, llegan los mercedarios con el pago del rescate, tardíamente; ya Pedro Armengol colgaba de una horca. Aún así, se dirigen hacia donde se hallaba colgado el cuerpo de Pedro Armengol, para las
respectivas exequias; sin embargo, los mercedarios advierten que aún está con vida, y proceden a descolgarlo. Pedro Armengol estuvo colgado en la horca un día entero, pero se mantuvo vivo, milagrosamente. Fue martirizado, sufrió la muerte a causa de su fe, redimiendo cautivos; la palma del martirio ya era suya, indiscutiblemente.

De vuelta a su convento, en Tarragona, prosiguió en su ministerio hasta el día de su muerte, acaecida en 1303; por el resto de su vida conservó el cuello torcido y un color macilento en su rostro.  En 1626 fue reconocido su culto inmemorial, y canonizado en 1687; y cómo ya expresáramos, es el patrono de los cristianos perseguidos.
Hasta aquí la nota hagiográfica sobre San Pedro Armengol, fraile mercedario.
Desde que conocí la historia de este fraile mercedario martirizado, advertimos que antes de su ingreso a la Orden Mercedaria, Pedro Armengol había sido un bandolero, un salteador de caminos, un bandido, todo lo cual no es ningún secreto. Muchos otros personajes históricos habían llevado también una vida disoluta antes de ingresar al servicio de Dios como seglares, pero lo que quisiera hacer resaltar, poner de relieve es lo siguiente: 

Pedro Armengol decide cambiar su modo de vida no por una experiencia religiosa, por recibir un llamado celestial, no. Decide cambiar radicalmente su modo de vida dedicada al crimen no por una cuestión sobrenatural sino a causa del impacto emocional que recibe al darse cuenta que pudo haber matado a su propio padre debido a su vida de maleante, asaltando y cometiendo tropelías.
En efecto, Pedro Armengol estaba luchando contra una patrulla del Rey Jaime I, enviada precisamente para limpiar de bandoleros el paso de la comitiva real, cuándo blandiendo sus armas se enfrenta casualmente a su propio padre, que iba como miembro de esa tropa; al reconocerlo, depone las armas y se entrega a la justicia. Fue en ese  preciso momento cuándo decide reflexivamente abstenerse en lo sucesivo de proseguir en su vida criminal.  Los hagiógrafos de la época señalan a Pedro Armengol cómo un sujeto sumamente peligroso: No hubo fechoría que no cometiera ni desmán que le repugnara hacer; sorprendía, atacaba, robaba; era el terror de los caminos, un salteador que siempre estaba en el punto justo para asaltar, al punto que el propio Rey ordenó fuese efectuada una especie de razzia, para que fuese despejada de salteadores la vía por dónde debía transitar con su comitiva.
Así pues, resaltemos en San Pedro Armengol esta cualidad así referida y que numerosos autores desde antaño han propugnado desde diversas perspectivas y con variadas denominaciones: El autocontrol de los impulsos y emociones, la contención voluntaria, la abstención reflexiva del paso al acto criminal.

En nuestra opinión, San Pedro Armengol debería ser erigido en dechado de la contención voluntaria; sí todos somos proclives a delinquir e incurrir en actos socialmente inaceptables, la distinción entre quienes delinquen y quienes no delinquen es casualmente la capacidad para reprimirse y abstenerse de pasar al acto criminal: Delinque quién no quiere o no logra contener su voluntad para abstenerse de pasar al acto criminal. 

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